Ilusiones

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente el gobierno, en medio de vítores y aplausos, anunció la exoneración del impuesto sobre ventas a los insumos importados para la producción en el agro. 

Según nos dicen, con esto, y con otras medidas anunciadas para facilitar el acceso al crédito mediante reformas a BANADESA y BANHPROVI, se dará un impulso sin precedentes al agro.  Pero, ¿será esto realmente así?  Permítanme compartir algunas reflexiones con ustedes para que luego lleguen a sus propias conclusiones.

Para comenzar, recordemos que a los caficultores, palmeros, cacaoteros, meloneros y acuicultores, entre otros, les va muy bien aún sin la exoneración del impuesto sobre ventas.  Nuestra caficultura ahora ocupa el primer lugar en la región centroamericana y somos el tercer productor en Latinoamérica.  En la exportación de tilapia fresca ocupamos el primer o segundo lugar en el continente.  Lo mismo podemos decir de los meloneros y de los acuicultores. 

El crecimiento del sector palmero es impresionante y, de continuar, nos colocará entre los productores más importantes de la región.  La lectora podrá notar que todo esto se da en el mismo entorno de cambio climático que afecta al resto del agro nacional.

Por otro lado, como el lector seguramente sabe, el crecimiento de los rubros antes señalados no se debe exclusivamente a la participación del gran capital, ya que en varios de ellos es notable el predominio de los pequeños productores.  Este es el caso del café y el cacao, por ejemplo.

Siendo esto así, cabe preguntar cuál es el denominador común del éxito de estos rubros, y a mi juicio la respuesta es que producen para exportar.  Consecuentemente saben que los precios de sus productos no serán fijados por gobiernos populistas, sino que por los mercados internacionales.  Saben que las reglas son claras y permanentes.  Aceptan que los precios oscilan, a veces ilógicamente, pero entienden que así como hay años malos, habrá años buenos y que estos últimos les permitirán resarcirse de las pérdidas sufridas en años malos. Saben que hay riesgos en sus negocios, pero entienden que no hay riesgo político.

Contraste esta situación con aquella que enfrentan quienes producen para el mercado nacional, es decir, los ganaderos y los productores de granos básicos.  La historia nos dice que sufren cuando los precios son bajos, pero también cuando los precios son altos porque en ese caso los gobiernos populistas les congelan los precios y les prohíben exportar sus productos. 

En efecto, otros, los politiqueros, se apoderan del fruto de su trabajo y los despojan del beneficio que se habían ganado con el sudor de su frente.  Siendo esto así, ¿qué interés puede haber en participar en un negocio en el cual solo se puede perder? No tiene sentido dedicarse a una actividad en la cual las reglas no son claras y permanentes, sino que son fijadas antojadizamente por politiqueros populistas.

El lector despabilado podrá señalar que el rubro de la caña contradice mi tesis, y en efecto parece ser una excepción a la regla.  El rubro ha crecido y prosperado a pesar de producir principalmente para el consumo nacional.  Sin embargo, recordemos que se trata de un oligopolio, un pequeño, pero poderoso grupo, al que los politiqueros no se atreven a tocar. 

Están muy bien organizados y por tanto, al igual que los exportadores, han logrado aislarse del ámbito controlado por los populistas. El resto de quienes producen para el mercado nacional no cuentan con organizaciones fuertes.  Son muchos, generalmente pequeños, y carecen de una fuerte conciencia  gremial.  Son fácil presa de los populistas.

Por supuesto que los productores del agro reciben con alegría la exoneración del pago del impuesto sobre ventas. Seguramente pensarán que “peor es nada”.  Igualmente celebrarán el acceso a crédito blando, particularmente aquellos que de otra forma no contarían con dicho acceso por su historial crediticio.  Sin embargo, ya antes hemos recorrido el camino de incentivos y de fácil acceso al crédito y el resultado ha sido negativo.  Lo que se necesita es convencer a los productores que contarán con reglas claras y permanentes, que estarán a salvo de los caprichos de los politiqueros populistas. 

Esto, y la dotación de la infraestructura necesaria, particularmente carreteras, caminos y sistemas de riego, es lo que se requiere para contar con un agro floreciente y pujante.  Si no logramos convencer a los productores que el gobierno no se apoderará del fruto de su arduo trabajo y si no  mejoramos la infraestructura, será tan solo una ilusión que las otras medidas que podamos tomar llevarán al ansiado fortalecimiento del agro.

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