Cuando conversé con el Embajador Ramón Custodio Espinoza sobre la posibilidad de rendir homenaje en vida al Embajador Emérito Carlos López Contreras, se nos cruzaron varias ideas, habiendo prevalecido el acto que celebramos hoy. Hubo que hacer malabares para procurar que nuestro compatriota no se enterara, por lo menos hasta que ya fuera muy tarde para que se opusiera. En la conspiración participó su distinguida esposa Licenciada Armida Villela, y logramos mantener el secreto hasta donde fue posible.
El señor Canciller Lisandro Rosales Banegas fue muy flexible con el tiempo y generoso con su apoyo, por lo cual le agradecemos mucho su deferencia y su complicidad en la realización de este acto. Al Licenciado Daniel Fortín le agradecemos también habernos acompañado con esta iniciativa.
Deseo reconocer el significativo aporte del Consejo Hondureño de la Empresa Privada representado por su distinguido presidente, Ingeniero Juan Carlos Sikaffy, para la realización de este homenaje; al distinguido Abogado Carlos Mack, Cónsul honorario de Honduras en Munich y miembro del Executive Board de HONDUCEM en Honduras, por su desinteresado patrocinio de este noble acto; y al arquitecto Freddy Nasser por la generosa contribución de la Fundación Nasser, siempre vinculada con la exaltación de los valores nacionales y promoción de nuestra identidad, representada por la Embajadora María del Carmen Nasser. Bienvenida de nuevo a este terreno conocido. El Ingeniero Jorge Carranza, Presidente de la Fundación para el Museo del Hombre Hondureño, nos facilitó la logística bancaria para la administración de los fondos. Muchas gracias Ingeniero Carranza. Sin estas valiosas contribuciones no hubiésemos podido realizar este homenaje. A todos les expreso nuestro más profundo agradecimiento.
El maestro Jesús Zelaya, aquí presente, es reconocido escultor hondureño, quien literalmente puso manos a la obra, dedicándole su experiencia y mejor empeño en producir una espléndida escultura que queda para la historia de nuestro país. Y no podía faltar la mención especial para el Embajador Custodio Espinoza, quien estuvo minuto a minuto asegurando que la entrega se cumpliera en tiempo y apoyando en todo sentido la realización de este acto.
Es un reto expresar en un corto espacio los méritos y virtudes del Embajador López Contreras. Su distinguida trayectoria como ciudadano responsable, así como su contribución a la paz y al entendimiento en nuestro vecindario y, en especial, a la defensa de la soberanía nacional desde los altos cargos que ocupó, se traducen en una larga lista de realizaciones.
El Embajador López Contreras, abogado y notario, ha sido catedrático universitario, rector de Universidad, Director por Honduras del Banco Centroamericano de Integración Económica, Miembro del Tribunal Permanente de Arbitraje con sede en La Haya, y con su distinguida esposa, ex-Designada Presidencial, Licenciada Armida Villela, dieron vida a la Fundación para el Museo del Hombre Hondureño, y la lista sigue.
El Palacio José Cecilio del Valle fue su visión —traducida en piedra— de la sede de la diplomacia hondureña. La obra tiene una prestancia tan significativa que, dos períodos administrativos más tarde, el titular del Poder Ejecutivo lo destinó como sede de la Casa de Gobierno.
Son muchas las virtudes del Embajador Emérito y poco el tiempo para mencionarlos en detalle. Por ello quisiera concentrarme en su dedicación al servicio del afianzamiento de los derechos soberanos de Honduras.
Para abordar este tema, vale recordar las palabras de Henry Kissinger en su libro Diplomacia, cuando dice que el estadista “será evaluado por la historia sobre la base de la sabiduría con la cual administró el inevitable cambio y, sobre todo, por cómo de bien conserve la paz.”
Voy a referirme a los tres momentos de inevitable cambio, trascendentales para Honduras, que se experimentaron en la segunda mitad del Siglo XX e inicios del actual, donde el conocimiento y capacidad de administración de los desafíos por parte del Embajador López Contreras, se tradujeron en logros para el país y en la conservación de la paz.
- El primer momento se concentra en las relaciones entre Honduras y El Salvador.
Es un hecho histórico que, el 14 de julio de 1969 aviones salvadoreños irrumpieron la soberanía del cielo hondureño y atacaron Toncontín, San Pedro Sula y Juticalpa. Dos pinzas terrestres del ejército vecino, incursionaron por Aramecina, Alianza y Caridad, en Valle, y por el lado de oriente, por Erandique y Ocotepeque. La contraofensiva aérea de Honduras neutralizó la invasión y puso fin a la violencia de esa triste historia de la guerra de las cien horas, cuyo saldo fueron tres mil muertes, profundos daños económicos en ambos países, un distanciamiento entre las naciones, y la desarticulación del proceso de integración económica. Nos esperaba un largo camino para la recuperar las pérdidas en lo económico y social, así como en la reconstrucción de la histórica hermandad entre las dos naciones.
En el libro Las Negociaciones de paz: mi punto de vista, publicado en 1984, el Embajador López Contreras, se refiere al desafío de la paz frente a este escenario de discordia y de amenaza. Como bien señala Jorge Fidel Durón en el prólogo, su autor procuró a “todo trance encontrarle una solución honrosa, prudente, legal y conciliadora.” En efecto, en su libro, el autor da cuenta sobre el origen, evolución y posibles soluciones a las diferencias entre ambos países. El libro recoge los numerosos artículos de opinión que el Embajador López Contreras publicó en los medios nacionales sobre el tema a lo largo de varios años.
Diez años después del infausto ataque a nuestra soberanía, Honduras y El Salvador culminaron negociaciones directas relacionadas con la mediación ofrecida por el ex-Presidente peruano, José Luis Bustamente.
Se habían presentado nuevas circunstancias en el vecino país. El cambio de autoridades en El Salvador el 15 de octubre de 1979, había abierto una ventana de oportunidad que permitió adelantar el entendimiento mutuo. En esos años, el joven Embajador López Contreras desempeñaba un papel muy activo como Subsecretario de Relaciones Exteriores, bajo la confianza que el Canciller Eliseo Pérez Cadalso le había conferido.
Pero el desafío no era solo externo. En el seno de la Comisión Negociadora hondureña se presentó una disidencia para suscribir el acta negociada con El Salvador, relativa a la delimitación de las secciones de frontera no conflictivas. Este era un paso fundamental en el proceso. Con la audacia que solo la convicción y el temple confieren, el Subsecretario López Contreras tomó la determinación de firmar él solo el acta correspondiente en nombre de Honduras y asumir personalmente toda la responsabilidad. Esos son actos que no se ven con frecuencia. Ante esta situación, los ilustres comisionados Ramón Valladares Soto y César Elvir Sierra decidieron que ellos también lo firmarían, ignorando la débil posición del único miembro disidente.
Con la suscripción del Tratado General de Paz en octubre de 1980, se delimitaron las zonas en que no había controversia entre ambos países, de manera que se fijaron esas líneas de frontera, invariables y a perpetuidad. Lo pendiente, tanto terrestre como insular, fue delimitado por la Corte Internacional de Justicia mediante sentencia de 11 de septiembre de 1992. No está demás mencionar que el busto in memoriam del ilustre peruano, eficaz mediador entre ambos países, se erige en su honor en los jardines de esta Secretaría de Estado.
Pero en la práctica no todo terminó ahí. El Embajador López Contreras, en su libro Misión en La Haya publicado en 2004, da cuenta del recurso de revisión presentado por El Salvador ante la Corte Internacional de Justicia diez años después del célebre fallo de 1992. Con esta acción, cobra vida la cita de Charles de Chambrun que aparece al inicio del mencionado libro del Embajador López Contreras. La cita señala que “en el arte infinito de la diplomacia, no hay nunca punto final”.
El Embajador Julio Rendón Barnica, uno de los más experimentados diplomáticos de carrera del servicio exterior de Honduras en el campo del Derecho Internacional del Mar, en el prólogo de Misión en La Haya, describió el papel que desempeñó el Embajador Carlos López Contreras en calidad de Agente de la República de Honduras ante la Corte Internacional de Justicia. El Embajador Rendón calificó la participación del Embajador López Contreras como “acertada y brillante dirección que culminaron exitosamente para nuestro país, con la sentencia de inadmisibilidad del 18 de diciembre de 2003.” En efecto, la estructuración de la estrategia y los argumentos de defensa del equipo jurídico de Honduras demostraron “que la solicitud salvadoreña era jurídicamente inadmisible por la inexistencia de un hecho nuevo y decisivo susceptible de variar la ratio decidendi de la Sentencia de 1992”…palabras de don Julio Rendón.
Es necesario mencionar cómo la formación y experiencia del Embajador López Contreras, brindó oportunamente la asesoría técnica y jurídica al Gobierno a fin de llevar a buen término las negociaciones que el Presidente de la República Juan Orlando Hernández y el Canciller Lisandro Rosales Banegas, habían encaminado con su homologo nicaragüense en el último trimestre de 2021. El nivel de discusión había sido del más alto nivel y hacía falta el apoyo técnico-jurídico. Por tal razón, el Embajador López Contreras, sin desaprovechar un minuto, integró un grupo diplomático de reacción rápida de la más elevada capacidad, el que brindó la asistencia profesional necesaria. En efecto, por primera vez se formalizó un acuerdo entre dos Estados ribereños en el Golfo de Fonseca, sobre la base de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 11 de septiembre de 1992. En esa sentencia la Corte reconoce la existencia de una presencia tripartita en las aguas de la porción central de la línea de cierre del Golfo, y en las aguas afuera del mismo, hasta que una delimitación de las mismas fuese llevada a cabo. El resultado fue la suscripción del Tratado de Límites entre la República de Nicaragua y la República de Honduras en el Mar Caribe y Aguas afuera del Golfo de Fonseca el 27 de octubre de 2001. Nuevamente, son esas ventanas de oportunidad que, de no contar con la experiencia, conocimiento y audacia, pueden transcurrir años, sino décadas, con fronteras irresolutas que propician desavenencias y tensiones.
- El segundo momento se refiere a los años ochenta, plagados de revolución, conflictos armados y manifiestas luchas geopolíticas globales presentes en la región.
En esa época, el triunfo de la revolución sandinista y el juego de poder geopolítico entre Estados Unidos y la Unión Soviética nos habían convertido en uno de los últimos escenarios de la guerra fría, con ondas expansivos en toda la región.
Como indica el Embajador López Contreras en su libro Carrousel Internacional:
“Centroamérica ya se había convertido en escenario de conflicto periférico de las dos superpotencias, con todo su acompañamiento: guerras de liberación nacional, exportación de revoluciones, tráfico de armas, políticas armamentistas y desarrollo militar, todo lo cual producía temor, éxodo de poblaciones, pánico financiero y la respuesta política y de seguridad del nuevo Gobierno del Presidente Ronald Reagan: paz por medio de la fuerza…”
A principios de esa década el Embajador López Contreras se había reincorporado a la Cancillería para integrar la Comisión de Soberanía y Frontera, campo en el cual ya se había destacado como vimos en el primer momento. No obstante, el Canciller Edgardo Paz Barnica decidió integrarlo al grupo negociador de Honduras en el proceso político y diplomático llevado a cabo por el Grupo de Contadora. Frente al riesgo de la regionalización incontrolable del conflicto, Colombia, México, Panamá y Venezuela facilitaron la negociación diplomática entre los cinco países centroamericanos. Luego se sumaron Argentina, Brasil, Perú y Uruguay.
El Presidente de México, Miguel de la Madrid, conjuntamente con el Canciller Bernardo Sepúlveda Amor, expusieron en varias ocasiones que, el interés nacional de su país, e incluso su seguridad, estában en peligro. En efecto, Sepúlvada Amor, en su presentación de “Relación de Contadora” señala que:
“Es altamente riesgoso para México —país pacifista por excelencia— que inmediatamente despues de la frontera sur se desencadene una carrera armamentista que tal vez abogaría, en una época de dificultades económicas, por modificar la sobriedad de nuestro equipamiento militar. Un clima de guerras internas y confrontaciones intestinas, por otra parte, tampoco nos ayudaría a reactivar el crecimiento que necesitamos. Las corrientes migratorias y la división entre pueblos y gobiernos vecinos afectarían también, seguramente, la paz social indispensable para vencer los desafíos que nos esperan los próximos años.”
Tal era la naturaleza del contexto y la gravedad del desafío.
Las negociaciones se llevaron a cabo por varios años. El Embajador López Contreras pasó de jefe del grupo negociador hondureño a ocupar el cargo de Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores en 1986. En sus nuevas funciones, y con pleno conocimiento del origen, gravedad y curso de los acontecimientos en la región centroamericana, fue invaluable asesor del Presidente José Simón Azcona. Bajo su liderazgo, el grupo de asesores de la Cancillería preparó una iniciativa de paz que el califica de “muy reflexiva y que cubría todos los aspectos de la paz y de la seguridad para todos los países de la subregión.” Se la presentó al Presidente Azcona quien respondió cautelosamente que lo pensaría y madurar un poco su decisión. El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, presentó una propuesta similar, la que eventualmente le granjeó el Premio Nobel de la Paz. El Canciller López Contreras también promovió el dialogo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética a fin de que pusieran en marcha un dialogo en relación a Centroamérica con miras a lograr acuerdos mínimos sobre dicha crisis; y también para que la ONU estableciera una fuerza de paz para resguardar las fronteras entre Honduras y Nicaragua y entre Honduras y El Salvador. Estas propuestas fueron trascendentales a fin de generar confianza en un ambiente de sospechas. Ayudados por el impacto en las relaciones Este-Oeste de la política de apertura provocada por Mickhail Gorvachev, Presidente de la Unión Soviética, pregonada en su “Glasnost”, finalmente se suscribió el “Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica” el 7 de agosto de 1987.
La mencionada cita de Charles de Chambrun de que “en el arte infinito de la diplomacia, no hay nunca punto final”, queda confirmada cuando la suscripción del Procedimiento no significaba un punto final a la crisis. Las secuelas de la violencia, así como la inestabilidad interna en varios países de la región, alargaban la realización de la aspiración de la tranquilidad y el desarrollo. Quedaba por reconstruir el proceso de integración regional, que había sido distorsionado tanto en la década de los setenta por el conflicto armado entre El Salvador y Honduras, como por los conflictos regionales en la década de los ochenta, década que el BID calificó como perdida.
Desde su función como Canciller, el Embajador López Contreras fue instrumental para gestionar la paz y armonía en la región invocando cuando fuera necesario la asistencia internacional a fin de complementar los esfuerzos regionales y conferir un mayor grado de confiabilidad a nuestras iniciativas.
- El tercer desafío se refiere a las relaciones de Honduras con nuestros vecinos en el Mar Caribe
Después de la suscripción del Tratado Cruz-Wyke entre Honduras y el Reino Unido en 1859, donde se reconoce la soberanía hondureña sobre las Islas de la Bahía y la costa norte de Honduras, y del Tratado Alvarado Puerto-Ryan entre Honduras y Estados Unidos de América de 1972, en el cual se reconoce la soberanía de Honduras sobre las Islas Santanilla, no se habían producido negociaciones de delimitación con nuestros vecinos en el Mar Caribe, sino hasta 1986, cuando el Embajador López Contreras asume la titularidad de la cartera de Relaciones Exteriores.
El tema de las definiciones soberanas esta encarnado en el ADN del Embajador López Contreras. Al nomás disponer de un espacio para concentrar su atención más allá del proceso de paz en Centroamérica, visualizó una oportunidad de negociación de espacios marítimos en el Caribe con Colombia. Fue esta la negociación que re-encaminó a Honduras en la segunda mitad del Siglo XX, en el necesario proceso de delimitar con sus vecinos en el Caribe. El tratado quedó engavetado en el Congreso Nacional debido a las presiones de parte del Gobierno nicaragüense, que se consideraba afectado en sus derechos marítimos en los espacios que Honduras y Colombia negociaron.
Así pasaron unos doce años. Cuando fuí nombrado Ministro de Relaciones Exteriores en 1998, hicimos buen equipo con el Embajador López Contreras. Con la plena autoridad del Presidente Carlos R. Flores iniciamos una nueva etapa, una diplomacia activa. Destrabamos el impasse en el Congreso Nacional y se aprobó el tratado López Contreras – Ramírez Ocampo. Iniciamos negociaciones con México, Cuba, Jamaica, Gran Caimán/Reino Unido y eventualmente se resolvió el diferendo con Nicaragua mediante el fallo de la Corte Internacional de Justicia de 2007. Hoy en día todos estos espacios han quedado delimitados, excepto Jamaica y, desde luego Belice y Guatemala quienes tienen pendiente su delimitación territorial, la que precede cualquier negociación de espacios marítimos.
Gracias a las substanciales contribuciones del Embajador López Contreras, la definición del territorio continental, insular y marítimo de Honduras en aplicación de los diversos procedimientos de solución pacífica previstos en el derecho internacional, ha llegado al máximo punto de realización que las circunstancias actuales permiten. Honduras cuenta con una verdadera herramienta para consolidar la paz con sus vecinos, con la clara distinción de su espacio vital y con relación al cual puede celebrar los acuerdos de cooperación que beneficien a los Estados participantes.
Apenas he mencionado tres de los retos que considero están mejor vinculados a la verdadera función diplomática, es decir, con la defensa de la soberanía, la aplicación de los medio pacíficos de solución de controversias y la consecución de la paz, todas actuaciones que le reconocemos a quien rendimos homenaje en este día.
Retomando la idea de Henry Kissinger sobre el concepto de estadista, el Embajador López Contreras indudablemente será reconocido por la historia como un protagonista en la vida la Nación, que supo administrar con inteligencia el cambio que debía producirse en las relaciones de Honduras con sus vecinos, tanto en el espacio ístmico como en el mar Caribe; así como por su significativa contribución a la consolidación y mantenimiento de la paz en nuestro entorno y a la autonomía de nuestras propias decisiones.
En un acto como este no podemos dejar de mencionar a Policarpo Callejas, querido amigo, que en paz descanse. El busto del maestro Policarpo se encuentra en este recinto, donde el Canciller Rosales Banegas ha decidido con buen tino que se exhiban los bustos de ilustres personas cuya vida ha tenido impacto en el ejercicio diplomático en pro de la Nación. Es del caso recordar que, cuando don Poli recibió la distinción de Embajador Emérito, es más, al convertirse en el primer Embajador Emérito, el 15 de abril de 2005, dijo que lo recibía con gran emoción y profundo agradecimiento, pero no sin cierta inquietud, ya que en Honduras no somos dados a reconocer en vida los muchos o pocos méritos que se puedan tener, y terminó diciendo, “a lo mejor, sin darme cuenta, ya estoy por emprender ese viaje para el que no se necesita ni pasaporte ni visa americana.”
En este caso, tenemos a don Carlos para rato. Si lo celebramos con este homenaje en vida no es porque se acerca la fecha de expiración de su visa, sino por la profunda satisfacción de poder reconocer, en su presencia, su extraordinaria y valiente contribución a la patria.
Quisiera concluir con una frase que resume la trayectoria y dedicación del Embajador López Contreras a nuestro país. Se trata de la dedicatoria que hace en su penúltimo libro Carrousel Internacional publicado en enero de 2012.
El ofrenda su libro a la Nación con estas palabras:
“A la paz y seguridad democrática de Honduras,
con respeto de su soberanía,
para que su pueblo pueda vivir y desarrollarse bajo el imperio del derecho
cultivando la justicia pacífica,
sin interferencias ni amenazas extranjeras.”
Esa es la consigna.
Muchas gracias,