Hastiados

Por: Luis Cosenza Jiménez

El pasado primero de Mayo hemos visto como una turba protagonizó actos vandálicos en el centro de Tegucigalpa, llegando al extremo de incendiar el histórico edificio de la Alcaldía Municipal.

Como siempre, algunas personas alegan que los actos vergonzosos se dieron como respuesta a la provocación de la policía. Sea como sea, la verdad es que los hondureños estamos cansados y hastiados de la situación que desde hace meses vivimos. Para colmo de males, ni siquiera se avizora una solución a nuestro problema. Si continuamos así, si seguimos acumulando resentimiento y odio, es casi seguro que terminaremos en una confrontación fratricida que hará palidecer los enfrentamientos habidos a la fecha. Estamos llegando al punto en el cual una gota derramará el vaso, como ha ocurrido en Nicaragua. Lo único que desconocemos es cuál será la gota y cuándo se derramará el vaso. Todavía podemos aprovecharnos de la proverbial paciencia de nuestro pueblo, pero debemos actuar con urgencia y emprender las reformas que demanda la sociedad.

A estas alturas me parece que lamentablemente debemos concluir que la propuesta de diálogo ha fracasado por la absoluta desconfianza que separa a las partes en conflicto. A diferencia de Nicaragua, donde la Iglesia Católica tiene la autoridad moral para mediar entre los convocados al diálogo, en nuestro país hemos descalificado a todos los posibles mediadores nacionales. Adicionalmente, ningún ente internacional querrá involucrarse en un diálogo condenado al fracaso, debido a la desconfianza de las partes y a la adopción de posiciones irreductibles e inclaudicables. Realmente que no tiene sentido participar en un diálogo cuando el único propósito es derrotar a la otra parte e imponer un punto de vista. Eso no es un diálogo; es una imposición.

La mayoría de los hondureños se siente atrapada entre un gobierno autoritario, donde los poderes del Estado carecen de independencia, y que fue producto de lo que se percibe como una reelección ilegítima, y una oposición caótica, irresponsable y destructiva. La mayoría de nosotros estamos siendo obligados a escoger lo menos malo y eso nos lleva al hastío y la desesperanza. Y por supuesto que la situación se agrava cuando el Congreso parece estar empeñado en dificultar la lucha contra la corrupción, y cuando grupos de corruptos solapada, pero denodadamente, buscan hacer fracasar los esfuerzos de la MACCIH. Es realmente triste la situación que vive nuestra nación.

Si la clase política tuviera un ápice de decencia e inteligencia haría que el Congreso revoque todas las medidas que ha tomado y que son percibidas como obstáculos a la lucha contra la corrupción. Haría además que se aprueben las reformas político-electorales que demanda la sociedad. Eso nos permitiría recuperar la paz y daría espacio a la celebración de unas nuevas elecciones basadas en las profundas reformas que requerimos para legitimar a nuestras autoridades. Lamentablemente, debo reconocer que es muy poco probable que esto ocurra.

Al final me parece que lo que necesitamos es un nuevo liderazgo que no tenga ataduras con el gobierno, ni con la oposición violenta e irracional. Un nuevo liderazgo que entienda que jugará un papel de transición entre lo que ahora tenemos y las próximas elecciones. Hemos visto como en Nicaragua el pueblo se levantó, liderado principalmente por jóvenes nacidos después de la revolución contra Somoza. Hemos notado como esa marea amorfa y aparentemente sin líderes conocidos, ha hecho tambalear a uno de los regímenes supuestamente más estable y consolidado del continente. Han obligado a don Daniel Ortega a dar marcha atrás con la reforma al Seguro Social y a sentarse a dialogar. ¿Será que algo similar es imposible en nuestro país? ¿Será que el grado de hastío es más elevado en Nicaragua porque el régimen está más desgastado por haber permanecido más tiempo en el poder y porque el nivel de corrupción es más alto que el nuestro?

No tengo respuesta a esas interrogantes. Además, pudiera ser que la rebelión nicaragüense sea efímera, inocua e irrelevante. El tiempo dirá. Sin embargo, me parece que en nuestro caso seguimos actuando como si nada ocurriera en el mundo y el vecindario, ignorando que, mientras jugamos con fósforos, estamos sentados sobre un polvorín. La actuación de nuestra desprestigiada clase política puede conducirnos a una terrible confrontación. Ojalá que lo entiendan y rectifiquen para bien de todos.

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