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Encrucijada

Por: Luis Cosenza Jiménez

La decisión del jurado, declarando culpable a Antonio Hernández en todos los cargos que le imputaban, ha tenido un profundo impacto sobre nuestro país. 

La sentencia será dictada por el juez a más tardar el 17 de enero de 2020, y entretanto don Antonio tendrá la oportunidad de colaborar con las autoridades de Estados Unidos a fin de reducir la pena que le aplicarán.  Es posible, por tanto, que otras personas sean llevadas a los tribunales de Estados Unidos. No sabemos cómo terminará toda esta trama, pero me atrevo a pensar que todavía no hemos visto el final. La oposición, encabezada por Mel y Luis Zelaya, y por Salvador Nasralla, ha convocado al pueblo para que se manifieste en las calles exigiendo la salida del Presidente, don Juan Orlando Hernández. ¿Cuáles son los escenarios que tenemos ante nosotros?  A mi juicio estamos frente a una encrucijada. Veo pocas alternativas ante nosotros, ninguna de las cuales es buena o esperanzadora. Permítanme explicar por qué.

Claramente que una alternativa consiste en que don Juan Orlando complete su período presidencial y que las próximas elecciones se celebren conforme a lo previsto, sin, por supuesto, su participación como candidato.  La postulación de don Juan Orlando como candidato haría estallar el país, por lo que me parece que es, simple y llanamente, imposible. Aún cuando pueda completar su período, su figura ha sido tan golpeada que sería un mandatario absolutamente débil y desprestigiado.  Con excepción de quienes ya conforman el gobierno, ninguna persona capaz y de prestigio querrá colaborar con un régimen visto como ilegítimo, incapaz y corrupto. Los gremios acosarán al gobierno para arrancarle todas las prebendas que por años han soñado. El gobierno será incapaz de tomar una decisión difícil por temor a un levantamiento popular.  La Administración Hernández cuenta con cero capital político, lo que implica que se dedicará a tomar las medidas necesarias para sobrevivir y completar su mandato. Para congraciarse con la población, la Administración impulsará medidas populistas que le dificultarán el mandato a la siguiente Administración. El clima de incertidumbre y confrontación reducirá la inversión privada, lo cual impedirá generar el número de empleos que requiere nuestro país.  En consecuencia la pobreza y la emigración aumentarán. Finalmente, en este contexto seguramente veremos como don Juan Orlando, y también los políticos corruptos, maniobran para eludir la justicia en la próxima Administración. Como hemos visto, a Estados Unidos le preocupa el narcotráfico y el lavado de activos ya que suponen que esas actividades financian el terrorismo y amenazan la seguridad de ese país. No les preocupa la corrupción en nuestro país, salvo que esté ligada al narcotráfico o que los recursos provenientes de la corrupción sean lavados.  Siendo esto así, es poco probable que la justicia de Estados Unidos se interese en quienes sean “simplemente” corruptos. Estos últimos entienden muy bien la situación y saben que sus casos se ventilarían en nuestro país, lo cual les permite protegerse vía la “inmunidad” o mediante negociaciones oscuras y compra de voluntades. Ya hemos visto lo que recientemente ocurrió en el Congreso y seguramente veremos que el convenio que dio origen a la MACCIH no será renovado, o que se renovará una versión mucho más debilitada o limitada que la que hemos conocido. En resumen, esta alternativa implica inestabilidad, confrontación, pobre crecimiento económico, desempleo, emigración y pobreza y continuos afanes de los corruptos por blindarse a futuro.  Dos años más perdidos para nuestro país.

Otra alternativa contempla la salida forzada de don Juan Orlando del poder, como consecuencia del desorden, más bien del caos, causado por la oposición.  Siendo optimista, o más bien, ingenuo, uno podría pensar que se puede lograr un gran acuerdo nacional para respetar, hasta donde sea posible, la Constitución, permitiendo que uno de los Designados Presidenciales encabece un gobierno de transición que se dedique, primordialmente, a administrar las próximas elecciones.  Se podría adelantar las elecciones, aprobando previamente las reformas electorales necesarias, como los distritos electorales municipales (es decir, elegiríamos diputados por municipio, y no por departamento) y la segunda vuelta. Esta pareciera la solución menos traumática, y ya en el pasado hemos visto que podemos ser realistas y superar escollos, como ocurrió con la Fórmula B después de que don Roberto Suazo Córdova llevó al país al borde del precipicio.  Lamentablemente, no veo el liderazgo necesario para promover esta opción. Nos hemos dedicado a desprestigiar a cuanta figura notable tenemos en nuestro país. Tampoco es razonable pensar que Estados Unidos promoverá una salida de este tipo. No les ha preocupado la debacle de Venezuela, por lo que es muy poco probable que les preocupe nuestra situación.

Siendo esto así, lo más probable es que la salida de don Juan Orlando alentaría a los elementos más radicales de la oposición, quienes propugnarían por quedarse con el poder, para luego aplicar la ya conocida fórmula venezolana, es decir, convocar a una Asamblea Constituyente, cuya composición sería manipulada para reflejar sus prioridades. “Refundarían Honduras”, como gustan decir, y en el proceso retrocederíamos significativamente, nos empobreceríamos aún más, y veríamos la emigración masiva, incluyendo esta vez a nuestros compatriotas más educados y más acomodados.

A mi parecer, esta última variante, la opción “radical”, es la más probable en caso que don Juan Orlando fuera obligado a dejar la Presidencia. Acepto que pasaremos por una etapa caótica y que retomar el rumbo del país puede tomar decenas de años.  Sin embargo, si le apostamos a la primera alternativa, es decir, si vamos a elecciones después de que don Juan Orlando termine su mandato, el ambiente estará totalmente envenenado, los partidos tradicionales se encontrarán desprestigiados, y casi seguramente la oposición radical ganará esas elecciones.  Nada más estaremos postergando el resultado y radicalizando más el ambiente. Esa es nuestra encrucijada. Como dicen algunos, si enchutamos, perdemos, y si no, también. Triste y preocupante situación.

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