En el reino de lo Seudo

Por Armando Euceda

Iniciando con P o con S lo pseudo o seudo es dañino. Consciente o inconscientemente aparece en los temas de relevancia en la ciencia -sea esta ciencia básica (o dura como algunos autores le llaman)- o en las ciencias sociales. También ocurre en la política, con un sabor peculiar en tiempos de campañas. El fin último es el poder aprovecharse de la ignorancia, el desencanto, la incertidumbre y, en especial, el miedo de la gente. Ocurrió en el pasado y, sin ruborizar a sus proponentes, está actualmente ocurriendo en todo el mundo en el 2021.

Como punto de partida debo afirmar que existen en todo el mundo medios de comunicación que, con su Manual de Ética en mano que utilizan con sus editores y mesas de redacción, trabajan intensamente para evitar que lo seudo se anide en su medio de comunicación.

Al hablar de seudociencia se suele pensar en la confrontación entre las ideas que dieron origen a la ciencia moderna y las populares predicciones de la astrología. Pasando por la rigurosa descalificación que el filósofo Karl Popper le diera a la seudociencia en la primera mitad del siglo 20, llevándose de encuentro al sicoanálisis y a la visión materialista de la historia, por no pasar la prueba recia de la falsabilidad de la ciencia genuina.

Pero lo seudo no se fue al pasado con el siglo 20. En pleno siglo 21 tiene más seguidores que nunca, tanto en los temas de la ciencia dura como en los temas sociales y políticos. Algunos ejemplos bastan: el rechazo a las vacunas hablando de los efectos secundarios que producen; las teorías de conspiración que a nivel mundial alimentan el más  radical de los enfoques políticos conservadores; el cambio climático visto como una ficción usada para oponerse al progreso que genera el consumo exponencial que caracteriza el momento histórico que vive la humanidad; y, de particular impacto en la educación en tiempos de pandemia, la afirmación, ingenua, de que la educación en línea no es de calidad y jamás  podrá superar a la educación presencial.

En todos estos casos los medios de comunicación han tomado partido. Unos sustentando su posición en la información proporcionada por el mundo académico y otros apoyados en anécdotas, opiniones en líneas de comunicación abierta a su público. En estos ejemplos la opinión de los científicos es clara y abrumadoramente en favor de una posición que muchas veces no concuerda con los políticos que están a cargo del gobierno de turno.

Lo seudo es un tema de información  y debate inagotable. Su comercio, nacional e internacional, es infinito. Y sus hacedores, en el pasado brujas y hechiceros, así como uno que otro científico de renombre, hoy han sido desplazados por pequeños empresarios y gigantes corporaciones de la comunicación y las redes sociales, así como por personas que buscan en los cargos públicos, el espacio ideal para el comercio de lo político.

La tecnología es usada para construir relatos que, aunque inverosímiles, son sabrosos al oído ingenuo y repetidos con placer por gargantas hablando y dedos tecleando en celulares, tabletas, laptops y computadoras de escritorio. En la radio o en la televisión, y en uno que otro periódico de papel o digital, así como en Youtube, Facebook o Twitter,  se divulga mucha información valiosa en ciencia, tecnologías y humanidades; pero al darle vuelta a la página o seguir el guión  programado, aparece la verdad alternativa, sin sustento fáctico, en artículos o en anuncios publicitarios que, por su falso ropaje, logran que mucho público los reproduzcan incansablemente.

Y así, la seudociencia y la seudo política fundamentadas en hechos alternativos (que por definición son falsos), son usadas como motor sustantivo del debate que, al desplazar el lugar de “los hechos”, (a veces aduciendo que en la comunicación no se puede ser objetivos porque la objetividad no existe) dan como resultado la manipulación de la gente y la fiesta hacia la profunda ignorancia sigue.

Concluyamos con un ejemplo. La pandemia del COVID-19 frenó y en algunos casos hizo retroceder a las economías del mundo, está trastocando la salud y la educación de todos, y continúa alterando todos los quehaceres de la dimensión humana. En consecuencia, todas las sociedades con mayor desarrollo científico han lanzado una carrera sin límites para alcanzar la máxima producción de vacunas contra un virus. Carrera que no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Sin embargo, citando a las redes sociales aquí  o en otro lugar, aparecen seudo redentores con teorías de conspiración o apocalípticas invitando a la gente a no creer este asunto del virus y revelarse: no usar mascarillas, ignorar el lavado de las manos, no guardar la distancia y tomarse un par de cervezas en la pulpería del barrio, porque allí no nos engañarán con este cuento del virus. Pero, lo más absurdo, cuando algún día nos llegue la vacuna: ¡No vacunarse! Y así la caravana hacia el cementerio sigue.

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