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El vuelo del pájaro

Thelma Mejía

Tegucigalpa. – La tarde del 27 de enero de 2022, concluida la toma presidencial que daba paso a un nuevo gobierno en Honduras, Estados Unidos estaba acusando en una corte de Nueva York al ex presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, por delitos de narcotráfico y tráfico de armas; solicitaba, además, su extradición. Hernández que soñaba con disfrutar sus nietos y seguir siendo protagonista de la mano que mece la cuna en la política criolla, nunca esperó que, a días de dejar el poder, le incluyeran en la Lista Engel de corruptos, le suspendieran su visa, y que horas después, sería pedido en extradición al nuevo gobierno recién estrenado.

Desde que se le incluyó en la Lista Engel, Hernández sabía que la cosa no pintaba bien. La mañana del 14 de febrero, el Día del Amor y la Amistad, Hernández y su equipo de asesores legales se reunía para trabajar en la estrategia de defensa ante la designación de la lista Engel, cuando es avisado, presuntamente desde la casa de la justicia, que había sido pedido en extradición. Ese día, “ese pájaro pensaba volar”, pero la autoridad ya lo tenía acorralado, relatan fuentes cercanas a todo el proceso.

El “indómito” como le gustaba que le llamaran y conocieran en la política por asemejarse a una persona difícil de domar o de controlar, empezaba a ser sometido y su imperio construido a base de torcer leyes, comprar voluntades, imponer criterios, abusar del poder y aplicar el miedo, se resquebrajaba sin que sus aliados y adláteres tuvieran algún margen de maniobra.

La soledad del poder en la que vivió los últimos cuatro años de su cuestionada reelección, azotó su rostro, cuando al enfrentar elegantemente vestido su segunda audiencia, vio desfilar ante sí a los magistrados de la corte de justicia, quienes le dieron la última palmada  y de despedida. Le permitieron, incluso, que usara uno de los salones de ese poder del Estado para dirigir un mensaje a los hondureños, un privilegio que no ha tenido hasta ahora ninguno de los extraditados. Y mientras Hernández grababa su mensaje, en otro salón, uno que otro magistrado era asistido por los médicos ante un bajón de presión.

El ex presidente Hernández, vivía, así como en la trilogía del Hobbit, del escritor JJR Tolkien, la “desolación de Smaug”, el dragón que tenía secuestrado el reino de Erebor que pertenecía a los enanos.

La Corte Suprema de Justicia no pudo evitar la extradición de Hernández y aunque las cábalas apostaban a una división de criterios y de votos, el veredicto final estaba escrito: sería extraditado y, en medio de este proceso, su defensa legal, de al menos 12 abogados, buscaban ganar tiempo y alimentar de esperanzas a quien ya había predestinado su suerte en una carta al augurar que podría enfrentar una condena de por vida.

“Todo cambió, todos los planes que tenía para mi retiro, después de tantos años de trabajo, al final, concluyo, en la posibilidad de que, al enfrentar cargos por tres cadenas perpetuas podría llegar a convertirme en un muerto en vida…”, escribió de su puño y letra Juan Orlando Hernández (JOH) a fines de marzo de este año.

Su ascenso y caída ha sido cubierta por la prensa desde casi todos los ángulos, y más de algunos periodistas que días antes de entregar el poder le llamaban “señor presidente, el grande”, cuando cubrían su traslado al Comando de Operaciones Especiales de la policía nacional, no tuvieron empacho en relatar: ahí va el extraditable.

En los cortos diálogos que tuvo con alguna de las autoridades, encerrado en el comando policial, popularmente conocido como “Los Cobras”, el ex gobernante confesó que lo habían abandonado, que estaba solo y tenía únicamente consigo a su familia. JOH—se asegura—se habría desplomado sobre la cama de su bartolina y aparecido en su rostro un par de lágrimas. Quienes le conocen sostienen que Hernández es una persona fría, calculadora, que no construía amistades, sino intereses.

Su poder se había arruinado y poco a poco empezaba a caer en la realidad, luego del paralelismo que había construido en su estrategia de “víctima de los carteles”. Realidad que reflejó un rostro cansado y derrotado cuando llegó a su destino en Nueva York, custodiado por los marshals o servicio de alguaciles de Estados Unidos, en las primeras imágenes hechas públicas.

Atrás deja una familia resquebrajada, dolida y sin creerse la pesadilla que han empezado a vivir, pues iniciaron los primeros aseguramientos a sus bienes muebles e inmuebles, la suspensión de la visa también parece abarcarles, y en el caso de su esposa, la ex primera dama, Ana García, ésta confesó que su visa no le había sido renovada. JOH enfrentará la justicia en Estados Unidos, solo acompañado de sus abogados, mientras trasciende que éstos ofrecerían una fianza de 70 millones de lempiras para ser juzgado en libertad. 70 millones de lempiras, es una fortuna inimaginable para la gran mayoría de hondureños, y si esa información es correcta como cita diario El Heraldo, la pregunta lógica es ¿a cuánto asciende la fortuna de JOH?

Las interrogantes se abren y nuevamente surgen las cábalas y los escenarios del realismo mágico, pero lo cierto es que su caso no se ganará en los medios de prensa ni en las redes sociales. Su caso será uno de los más sonados en la justicia estadounidense y si bien le asiste al ex presidente la presunción de inocencia, los nubarrones que le preceden no parecen despejados.

De lo poco que salió antes de su partida, es que sus últimas lecturas eran bíblicas y de liderazgo personal, que hubo una cena familiar antes de la llegada del avión de la DEA, el pájaro que si se lo llevó.

El ex presidente Hernández cierra así un capítulo en Honduras, en un mandato con más pena que gloria, plagado de corrupción y de impunidad, en tanto deja un partido político, como el Nacional, sin liderazgo, a tal grado que cuando fueron convocados para respaldar las acciones de protesta a su favor, la respuesta fue casi nula. Es la desolación del poder.

Hernández comienza una nueva batalla, con ráfagas que seguirán tocando este país, pero será en una corte de Nueva York, en donde deberá demostrar su inocencia ante una maquinaria fiscal que, en su mensaje público, mientras JOH era transportado en su último vuelo desde Honduras, fue clara al indicar que no cejarán en la lucha por el desmontaje de redes criminales, sin importar el rango que ostenten. Aquí, la hipocresía política inicia su propia cacería de brujas como efecto distractor para ocultar sus temores: ser también alcanzados por el vuelo del pájaro y la desolación de Smaug.

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