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El salvavidas lejano

Por: Julio Raudales

Todo parece indicar que es inevitable que el planeta caiga de nuevo en una recesión. Los economistas de la escuela austriaca, que lograron importantes avances en la descripción del ciclo económico, es decir, de la dinámica del proceso productivo a través del tiempo, vaticinan una duración aproximada de unos 5 años entre una cima-recesión-fondo-expansión. 

Pues bien, parece que el ciclo expansivo de larga data que los Estados únicos de América han vivido durante los últimos 96 meses (El crecimiento más longevo experimentado por este país en su historia), ha llegado a su fin. Una reciente publicación del Wall Street Journal, dice que la economía norteamericana ha tenido 9 recesiones de variadas magnitudes en los últimos 50 años. Ya hay alarma en los mercados y comienzan a ponerse en guardia los agentes económicos en todo el mundo.

Es natural: La producción en USA representa el 22% del total de lo que genera el planeta; es el país que más exporta a cualquier mercado y también el que le compra más al resto del mundo. También posee los mercados bursátiles más dinámicos. Aunque su población es la cuarta parte de la china, en Estados Unidos se genera el doble del empleo anual que en el gigante asiático. Y todo esto se ha venido expandiendo fuertemente desde 2009.

Pues bien, todos los expertos en la temática señalan los signos de una caída casi inevitable de la economía norteamericana, a esto se debe sumar el hecho de que los chinos están desacelerando su economía, en Europa el BREXIT y la falta de acuerdos sobre el tratamiento a los migrantes siguen generando desconfianza y que el precio internacional de los metales y el petróleo comienza una escalada ascendente.

En Latinoamérica las cosas tampoco están mejor: en México, los flujos de capitales han caído en 65%, las exportaciones hacia USA se deterioran y el desempleo se expande en más de 1.5 puntos porcentuales. En Brasil la actividad económica ha caído en un punto porcentual en lo que va de 2019, el desempleo juvenil aumenta y el turismo experimenta caídas importantes. Argentina sigue siendo el mal ejemplo para todos los vecinos: una inflación del 60% disminuye las posibilidades de bienestar parea la gente, la depreciación que ya ronda el 200% en 4 años, la deuda y el excesivo gasto del sector público, sumado a magra expectativa que tiene para los mercados el ascenso al poder de un gobierno populista, tienen a ese hermoso país al borde del colapso.

¿Y qué decir de nosotros? ¿Cómo podría afectarnos esta amenaza mundial? Bueno, no es difícil predecir lo que podría suceder. Una posible recesión económica tiene cuatro canales de transmisión en el caso de Honduras: El comercio internacional, las remesas, la inversión extranjera y la cooperación externa.

En lo referente al comercio, ya se empieza a visualizar una caída en la exportación de los productos más importantes que el país produce para vender a sus socios: la caída en el precio internacional del café, el camarón, aceite de palma y madera están restringiendo nuestras posibilidades de un mejor posicionamiento en los mercados. Los maquiladores están haciendo esfuerzos por re consolidar sus líneas, pero una contracción en el mercado global daría al traste con esa gestión.

El segundo canal es el de las remesas. Es evidente que debemos prepararnos para una caída abrupta en la captación de estos recursos que, durante las últimas dos décadas, han sido la principal fuente de aprovisionamiento de divisas para el país. Una recesión, especialmente en Norteamérica, vendría a sumar a las medidas que el gobierno de los Estados Unidos está tomando para evitar que más migrantes sigan llegando.

La tercera vía, la de la salida de capitales es menos dañina, ya que Honduras no es considerado un destino importante de inversiones, debido a la falta de confianza que otorgan a la misma las tremendas falencias en su gobernabilidad. Sin embargo, no es descartable que se pierdan importantes recursos por la probable caída en la economía global. La cooperación también disminuiría y con ella el posible alivio a las familias más pobres. Esto provocaría una sacudida social que no necesitamos.

La pregunta obligada es: ¿Estamos preparados para enfrentar éste desafío? Me da la impresión, al examinar el Anteproyecto de Presupuesto presentado al Congreso Nacional, que no se tomó en consideración la casi certeza de que el otro año habrá problemas serios. Parece como si nos estuviéramos ahogando y a 30 metros o más, hay un salva vidas que podría resguardarnos. ¿De qué nos sirve? El que tenga oídos, oiga. 

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