El narco escándalo que salpica a la familia presidencial hondureña y que se destapó el pasado martes 3 de septiembre cuando el sitio de Investigación Insight Crime y la cadena Univisión publicaron un video en el que el diputado Carlos Zelaya, cuñado de la presidenta Xiomara Castro y hermano del asesor presidencial y expresidente Manuel Zelaya, aparece negociando con varios cabecillas del narcotráfico aportaciones para la campaña política de 2013, ha sacudido los cimientos y las estructuras del gobierno y del Partido Libertad y Refundación (Libre).
En el video, tomado en 2013 desde un reloj inteligente por el Cachiro, Devis Leonel Rivera Maradiaga, quien para ese entonces ya era un colaborador activo de la DEA, se puede apreciar a “Carlón”, negociando con los cabecillas del hampa las aportaciones para la campaña de Libre y definiendo el destino de los narcosobornos, la mitad de las cuales, según sus propias palabras recogidas en la grabación, eran para el comandante en clara alusión a su hermano Manuel Zelaya Rosales.
Las implicaciones de este video y el golpe que significópara la familia presidencial y el partido gobernante, ha sido brutal porque deslegitima y tira por tierra la bandera de pulcritud y honestidad que Libre enarboló a lo largo de los últimos años, acusando al Gobierno de Juan Orlando Hernández de convertir el país en un narco estado, narrativa que además le permitió deslegitimar y estigmatizar a cualquiera, que por diversas circunstancias, no simpatizara con su proyecto político. Ahora los papeles cambiaron.
Hace algunos años, el expresidente Zelaya fue mencionado en los documentos de la Corte del Distrito Sur de Nueva York de haber recibido 2 millones de dólares en sobornos del narcotraficante Héctor Emilio Fernández Rosa, alias don H, extraditado y condenado en Estados Unidos por el tráfico de estupefaciente a ese país.
Más recientemente y con motivo del juicio contra el expresidente Juan Orlando Hernández los hermanos Zelaya fueron mencionados por Devis Leonel Rivera Maradiaga de haberles pagado sobornos a los dos prominente políticos y dirigentes del partido en el gobierno, sin embargo, ambos rechazaron los señalamientos y lo atribuyeron a una trama política montada por los abogados del expresidente.
Hasta ahí las acusaciones se circunscribían a testimonios de narcotraficantes, similares a las que condenaron a 45 años de cárcel a Juan Orlando Hernández, pero la evidencia del video confirma los señalamientos que ya eran harto conocidos por la sociedad hondureña, lo que ha puesto en verdaderos aprietos al partido y al gobierno, especialmente a dos de sus figuras más prominentes.
En un acto controvertido y sin que todavía se hiciera público el video, la presidenta Xiomara Castro ordenó denunciar el tratado de extradición con Estado Unidos, argumentando un intento de asestar un golpe de Estado a su gobierno y acusando a la embajada norteamericana de pretender utilizar la extradición como un arma política en contra de su administración y de las Fuerzas Armadas, no obstante, los hechos subsiguientes han terminado por desvirtuar esos argumentos.
Si la imagen de la presidenta, su familia y de su patriarca Manuel Zelaya ya venía en franca y estrepitosa caída por las denuncias de abusos, autoritarismo, nepotismo e ineptitud en las decisiones del estado, este escándalo representa un mazazo a las aspiraciones de seguir manejando el país como su hacienda personal.
Particularmente la imagen y la credibilidad del expresidente Zelaya ha sufrido un fuerte deterioro, de la cual será muy difícil recuperarse, especialmente cuando la famosa frase de su hermano: “La otra mitad es para el comandante”, se ha instalado en la mente de la gran mayoría de los hondureños.
Sin temor a equivocarnos estamos ante el ocaso irremediable del caudillo que dominó la escena política en los últimos 20 años y que llevó por primera vez y, quizás por última ocasión, al partido Libre a dirigir los destinos del país. En lo sucesivo, Libre hará todo lo posible para aferrarse al poder, pero ya su suerte está echada.
El escándalo del narcotráfico que ha sacudido a la familia presidencial hondureña no solo expone una red de corrupción incrustada en las más altas esferas del poder, sino que marca el inevitable ocaso de Manuel Zelaya, quien durante décadas fue el rostro dominante de la política en Honduras.
El impacto del video que confirma sobornos para la campaña de su partido, Libre, destroza la narrativa de pureza que enarbolaba, y sitúa a la actual administración en una crisis sin precedentes y sin retorno. Con su credibilidad prácticamente en ruinas, el control que Zelaya y su círculo cercano tenían sobre el país parece desmoronarse, anunciando el fin de su hegemonía política en Honduras. El tiempo y los resultados de las elecciones de noviembre de 2025 terminarán por confirmar nuestro vaticinio.