El directorio del Banco Central anunció hace pocos días, el retorno al mecanismo de subasta pública para la asignación de divisas al mercado cambiario. Con ello, dicen las autoridades, se busca dar mayor certidumbre y equidad en el accionar de los agentes económicos.
Como sucede con muchos conceptos abstractos, es dificil llegar a un concenso sobre lo que significa “certidumbre y equidad”. No vale la pena intentar comprender lo que quisieron decir los funcionarios en su comunicado. Lo que está muy clara es su intención: Tener mayor control y discresionalidad en el manejo de las divisas.
La decisión se tomó en un entorno verdaderamente incierto: la banca privada, encargada hasta hace poco de la venta y compra de moneda extranjera, tenía problemas para proveer al mercado, no por escasez, sino debido a limitantes impuestas tanto por el mismo BCH y por la Comisión Nacional de Bancos y Seguros. Por supuesto que ello generó preocupación general sobre todo entre los importadores
Desde 2019, en el marco del último programa firmado con el FMI, el BCH había iniciado un proceso liberalización en el precio de las divisas (específicamente del dólar), permitiendo que, de forma paulatina, su compra y venta pasara al mercado interbancario.
Con ello se buscaba, no solo que su valor se determinase de manera mas realista, en base a las necesidades de exportadores e importadores, pero sobre todo que la política monetaria se concentre en la “meta de inflación”, como hacen las economías modernas y competitivas.
Hay que reconocer que el antiguo mecanismo de asignación de divisas, vigente por casi 25 años, había dado resultados relativamente buenos. El BCH en su Programa Monetario establecía una proyección anual del deslizamiento de la moneda y esto daba algunas luces a los agentes económicos en su planificación.
El retorno de esta forma de hacer la política cambiaria evitará que salidas bruscas de dólares, ya sea debido a shocks externos o a la mera voluntad de los ahorrantes, produzcan depreciaciones abruptas como ha sucedido en Argentina, Perú y otros países de la región. Sin embargo, sabemos que toda decisión de este tipo conlleva costos y beneficios.
Por el lado de las ventajas, digamos que, en efecto, habrá más certidumbre, ya que el BCH define cual es el valor, por ejemplo, del dólar y nos asegura que proveerá la cantidad necesaria a quienes quieran comprar bienes y servicios extranjeros, siempre y cuando tenga suficientes reservas en sus cuentas para hacerse cargo de la demanda.
Lo que pasa es que cuando los Bancos Centrales manejan a discreción el tipo de cambio, como ha vuelto a hacerlo el nuestro, pueden caer en la tentación de mantener un valor artificial del mismo con fines meramente políticos o proselitistas.
Esto sucedió, por ejemplo, entre 2005 y 2011. Maduro, Zelaya y Lobo, querían que el lempira no se devaluara y en efecto lo mantuvieron fijo en L19.02 por un dólar. La gente estaba contenta porque el precio de los bienes importados no se encarecía por razones de devaluación. Hubo algunos que incluso pensaban, por que no, que se debería de revaluar la moneda y con esto la gasolina y los insumos importados se pondrían más baratos y esto nos haría más productivos.
El problema es que el Banco Central no es independiente ya que, siendo el presidente del ejecutivo quien nombra a sus directores, ellos le deben obediencia, lo cual hace muy vulnerable a un órgano que tiene la enorme responsabilidad de emitir el dinero necesario para que la economía funcione bien.
En resumen: es cierto que la medida genera certidumbre, pero también es cierto que, si el directorio del Banco cede a la presión de la presidenta o sus asesores, nuestra moneda tenderá a sobrevalorarse, lo cual dará a la ciudadanía incentivos para importar más y producir menos bienes internamente.
En el corto plazo, esto provoca felicidad entre los agentes ya que tienen provisión de dólares (siempre y cuando haya reservas) y el precio de los bienes importados se mantiene relativamente estable.
El problema se da cuando en el largo plazo, los incentivos generados para que haya más importaciones y el hecho de que los bienes que Honduras exporta se vuelvan artificialmente más caros, hacen que nuestra balanza comercial se ensanche y nos hagamos menos competitivos internacionalmente.
Ojalá que el directorio del BCH no sucumba a la tentación de mantener el valor de la moneda extranjera artificialmente bajo, porque si lo hace, estaría incumpliendo los objetivos para los que fue creado.