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El destape Cachiro

Por: Thelma Mejía

Tegucigalpa. Las confesiones que en su testimonio brindara ante un tribunal de Nueva York, el hondureño Devis Leonel Rivera Maradiaga, uno de los cabecillas del Cartel de Los Cachiros, no solo producen escalofrío por las personas a quienes señala, sino que devela la impunidad con que operaron por casi dos décadas, siendo la última el de mayor florecimiento de acuerdo a los cuerpos especializados antidroga de Honduras y Estados Unidos.

El Cartel de Los Cachiros dejó de ser una fábula contada por los lugareños y los especialistas en la lucha contra el narcotráfico para erigirse como un grupo criminal transnacional que decidió quién vivía o quién moría en este país, bajo el manto protector de la impunidad que le daba esa colusión que estableció con importantes piezas dentro del Estado.

Los lugareños decían que si alguien que no era de la zona llegaba a los dominios Cachiros, éstos ya sabían con antelación quién se montaba en el bus o quién se alojaba en los hoteles. Esos relatos sonaban a historias de camino real, pero todo indica que este cartel fue tan poderoso que apenas se empieza a conocer su forma de operación.

Este cartel que transportaba drogas tanto para grupos de narcotráfico mexicanos como colombianos, llegó a convertirse en la cabeza de una logia de las mafias hondureñas. En su relato, Devis Leonel, uno de los Cachiros que se entregó a las autoridades estadounidenses porque temía que lo mataran, señala con frialdad como se asesinó al zar antidroga, el general retirado Arístides González.

Para ello pagaron entre 250 y 300 mil dólares a un “grupo de policías”, dijo el cachiro, testigo del gobierno de Estados Unidos en el caso en contra de Fabio Lobo, hijo del ex presidente Porfirio Lobo Sosa, ahora en aprietos también por los relatos del cachiro. La justicia hondureña tiene ante sí un desafío para iniciar las pesquisas en torno a estas denuncias. La MACCIH y el Ministerio Público anunciaron la conformación de un equipo para una investigación de oficio, conscientes que están ante una de sus mayores pruebas de fuego.

Dejaremos entonces que ellos hagan su trabajo con el mayor rigor y profesionalismo posible. No solo un ex presidente sale salpicado, también un ministro de Seguridad y otros políticos de trayectoria en el país. ¡Vaya prueba la que tienen!

Los Cachiros, en la escala mafiosa de las redes criminales del narcotráfico, se perfilan como el cartel hondureño que penetró las élites políticas, estatales, gubernamentales, económicas y también algunas esferas sociales en el país.

No es casual que en algunas zonas les agradezcan “su generosidad” o su proyección social. Ellos supieron mover los hilos del poder y las mafias, hasta que optaron por entregarse al sentir que empezaron a ser “sujetos de interés” no solo de Washington, sino de sus socios eficaces con quienes carcomieron este país.

Devis Leonel Rivera Maradiaga dijo sin tapujos que ordenó la muerte de 78 personas y que participo en el intento de asesinato de otras 15 más. Interesante será conocer quiénes fueron y qué relación tenían entre sí. Cuánto más dirá, o cuánto más revelará su hermano Javier, cuando sea el turno. Probablemente muchas de estas cosas no se puedan saber a ciencia cierta ante la debilidad investigativa del país y el paso del tiempo. Todo dependerá de lo que Los Cachiros hayan dado a las autoridades de Estados Unidos.

El destape de Rivera Maradiaga trae a colación la ruta que hace un par de años advirtió la entonces embajadora Lisa Kubiske. Dijo que primero caerían los transportistas de drogas, luego irían detrás de quiénes lavaban dinero y que seguidamente entrarían a los políticos y el financiamiento de campañas.

Kubiske lo dijo en un evento empresarial, pero pocos pusieron atención a su mensaje. Creyeron que era el mensaje de una “gringuita hippie” que estaba por irse del país. Pero quien la sucede, el embajador James Nealon, parece que vino a impulsar esa ruta y trazar otras nuevas. Tiempo al tiempo.

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