El desafio del milenio

Por: Julio Raudales

Todavía recuerdo con claridad las cosas que pasaban por nuestras mentes en aquel ya lejano septiembre de 2000. El presidente Flores había acudido puntual a la cita en Nueva York y allí, en el imponente edificio de las Naciones Unidas, con sus 189 colegas de todo el mundo, la llamada Cumbre del Milenio dejó sobre la faz de la tierra un halo de optimismo por el porvenir.

Eran las postrimerías del siglo XX y no solo en Honduras sino que en todo el mundo cundía la esperanza, la ilusión e incluso el temor y la incertidumbre por lo que nos deparaba el futuro. Un nuevo milenio siempre es un acontecimiento digno de remarcar con algún acto, sea de contrición, júbilo o motivación y el evento en Manhatan cumplía con las tres divisas.

La declaración que emanó de aquella cumbre consta de 3 elementos clave: la renovación de los valores y principios que rigen al Sistema de Naciones Unidas; algunas decisiones sobre los cambios que la llagada del nuevo milenio y sus retos exigen a una sociedad globalizada y; 8 objetivos concretos que debían cumplirse al 2015, cuantificados en 18 metas y con 44 indicadores para su adecuado seguimiento. Ahora, hemos llegado al año en que vence el plazo que los líderes mundiales se plantearon en aquel otoño de 2000 y vale la pena reflexionar, no solo sobre su cumplimiento, creo que también sobre la legitimidad y pertinencia de colocarnos metas como especie humana y nuestras posibilidades de lograrlas.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs) no constituyen un planteamiento ambicioso sobre el desarrollo a escala mundial, más bien proponen los requisitos mínimos de sobrevivencia para un mundo que ha superado ampliamente las expectativas del conocimiento y debe por tanto asegurarse que ese conocimiento genere bienestar a todos los que lo deseen. Un mundo que produce alimentos para saciar al doble de la actual población global no puede permitirse el lujo de que 24,000 personas mueran a diario debido a la falta de alimentos (cifra del PMA), tampoco se puede justificar que sigan muriendo mujeres y recién nacidos debido a causas totalmente prevenibles, ni que hayan tantas personas sin oportunidades laborales por no tener acceso a educación. En definitiva, un mundo capaz de colocar sondas en Marte y Júpiter, de desarrollar bombas nucleares y clonar tejidos a través del genoma, debe también asegurar el cuidado del ambiente y evitar que más personas vivan en tugurios. Es decir, aprovechemos los primeros años de este tercer milenio, no en hacer que todos seamos ricos, sino en asegurarnos que nadie padezca privaciones evitables.

Pero ¿Cómo le fue a los distintos países en este reto del milenio? ¡Asómbrese usted! Una buena cantidad de sociedades postergadas hasta finales de los 90’s cumplieron con la meta gracias, tanto al esfuerzo propio y a la cooperación externa. Varias naciones, en especial las de África Subsahariana erradicaron el hambre, duplicaron la cobertura en educación básica, mejoraron ostensiblemente la salud de madres e infantes, han logrado equiparar los derechos de la mujer y protegen el ambiente. Países como Kenia, Etiopía, Mozambique, India, Indonesia y otros que parecían fracasados han alcanzado al menos este mínimo deseable y ahora van encaminados al desarrollo sostenible. Es decir, la Declaración del Milenio no fue tan solo un discurso de buenas intenciones sino que logró su cometido cambiando la vida de mucha gente que no tenía esperanza, demostrando que cuando se tiene voluntad y un adecuado liderazgo, las cosas pueden salir bien.

En Latinoamérica hubo claroscuros: Uruguay, Costa Rica, Brasil, Chile, Panamá, República Dominicana, Ecuador y Colombia cumplieron a cabalidad los 8 ODMs, los demás quedamos en deuda. Honduras logró la meta en educación y en reducción de hambre, de ahí quedan todos los demás con retraso. Ojalá y ahora que las Naciones Unidas nos comprometamos en una nueva agenda post 2015, podamos trabajar de manera más eficiente para lograr el éxito que otras sociedades con mas disciplina si alcanzaron. Para ello es esencial reconocer que cualquier objetivo social involucra un compromiso de todos y todas, que el Gobierno como líder tiene su responsabilidad, pero que somos nosotros, empresarios, trabajadores, academia y cooperantes quienes debemos realizar el esfuerzo del desarrollo.

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