El corazón del desarrollo

Por:Julio Raudales
Tegucigalpa.- Es a Winston Churchill a quien se atribuye la jocosa pero oportuna frase “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el ser humano, con excepción de todos los demás”.

Creo que la aseveración debe asimilarse con más rigurosidad de la que aparenta en sí misma.
En efecto, desde los inmemoriales tiempos del Ágora Ateneo, hasta los largos soliloquios que los presidentes norteamericanos expelen cada enero en sus discursos del “Estado de la Unión”, es imposible dejar de reparar en lo natural que es para los políticos de toda la historia, el referirse con desparpajo a situaciones injustas como la esclavitud o la necesidad de usar armas de destrucción masiva si la coyuntura lo requiere.
De cualquier manera, un repaso exhaustivo por la historia nos llevará sin ninguna duda a la conclusión de que las sociedades que han ensayado la democracia (pero no la hipócrita y degenerada demagogia populista sobre la que ya había advertido Aristóteles), tienen mayores posibilidades de dar un salto de calidad hacia el desarrollo económico y social que las que no.
Al respecto, es muy evidente que países como los de Europa Occidental, América del Norte y las ultra-modernas naciones del Este Asiático tienen un nivel de adelanto social sorprendente. ¿Se debe esto a que son democráticas o no? ¿Se puede ser un país rico sin ser demócrata? ¿Valdría la pena intentar profundizar la democracia si se busca el desarrollo económico?
Son buenas preguntas y la evidencia empírica señala claramente una fuerte correlación y causalidad entre bienestar y democracia. Inglaterra, Suecia, Noruega y Estados Unidos no son democracias porque sean desarrollados, son desarrollados porque son demócratas.
Por supuesto que hay países como China o Rusia, que pese a tener gobiernos muy autocráticos acumulan mucha riqueza. Pero ¿Es esto sinónimo de bienestar? Yo diría que no. En China, La India y Rusia conviven la miseria y la abundancia, el poder y la opresión de una forma que da asco.
Cuando examinamos la situación social interna de las democracias occidentales, vemos que en efecto su ciudadanía goza de un estatus que le permite desarrollar sus más caros propósitos de una forma más abierta que en las sociedades con gobiernos autocráticos. La libertad de expresión, asociación, inversión privada y el respeto a las formas de propiedad, son los elementos clave de una organización social de este tipo.
Por supuesto que la facilidad de elegir de forma abierta a los gobernantes, ser electo o destituir a quienes no hacen el trabajo público con eficacia, debe ser una parte fundamental en el contrato. Condiciones así permiten desarrollar de mejor forma su potencial a los seres humanos y esto es evidente si queremos acabar con los problemas económicos y de convivencia.
Pero hay un elemento en toda esta discusión que es fundamental: La democracia y por tanto el bienestar solo funcionan de manera adecuada con un buen sistema de justicia. Creo que en Honduras hemos empezado a darnos cuenta de eso. Como lo resume de manera precisa el politólogo chileno-aleman Fernando Mires: El comienzo de toda dictadura se da cuando el Poder Ejecutivo controla al Judicial.
Es por ello que los acontecimientos de los próximos días son fundamentales para nuestro país. No solo se trata del futuro de las instituciones, ni siquiera del devenir de la democracia (esta solo es un instrumento), se trata de las posibilidades reales de avanzar hacia el desarrollo.
De nada sirve que imprimamos un logo promocional que le pretenda dar otra imagen a nuestro país, o los esfuerzos del presidente por vender de forma adecuada la propuesta de una Honduras como “Centro Logístico Mesoamericano”, es la instauración transparente y desprovista de manipulación politiquera o sujeta a intereses económicos de la nueva Corte Suprema de Justicia lo que hará la diferencia.
Así que corren ya a contratiempo las manecillas. Si esta vez fracasamos en el intento por adecentar nuestra justicia, no habrá posibilidades de desarrollo económico inmediato y mucho menos en el largo plazo. Es necesario mantenernos en alerta a toda hora en este mes de enero.
Quedan pues advertidas las autoridades y más la ciudadanía: El corazón del estado moderno es el sistema de justicia; el corazón del desarrollo es un sistema de justicia transparente e independiente.     
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