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Educación la clave, un viejo canto

Jp Carías Chaverri

Es un canto que se repite y se repite sin cesar: La educación es la clave del progreso. Y sin embargo en muchas naciones necesitadas de desarrollo, como Honduras, es una prioridad cosmética, que sirve para drenar recursos de un lugar a otro, sin existir en realidad una estrategia sistemática nacional para convertir a la educación en el centro de un plan de nación.

El primer problema es que la universalidad de la educación no es comprendida a cabalidad, y su desarrollo está ligado a esquemas que son década tras década más clasistas y excluyentes. No sé trata de que todos tengan acceso a educación. No. El punto es que todos los ciudadanos sin distinciones tengan acceso, al mismo tipo y a la misma calidad de educación. Basta de pensar que hay unos que tienen que educarse para ser buenos obreros y otros, los elegidos, para ser empresarios, abogados, doctores o ingenieros.

Imaginen que ya José Cecilio del Valle, en la antesala de la independencia en febrero de 1821 siendo Alcalde de Guatemala, planteaba la importancia de la educación y además, a pesar de ser él un criollo cuyo mayor interés fue en buena parte de su vida obtener un nombramiento en España, entendió que el carácter clasista de la educación, íntimamente ligado a la repartición de la riqueza, no hacía más que profundizar los problemas de lo que en aquel tiempo era la Capitanía General (Bumgartner L.E. 2021 segunda edición; José del Valle de América Central, Dirección de Cultura y Editorial UNAH).

 “La agricultura es la madre de la prosperidad y en interés de la agricultura, escribe Valle, los frutos de la tierra no pueden ser gravados por impuestos excesivos, la tierra debe ser repartida entre los indios, y los indios deben ser educados. Advera que las leyes que prohíben a los españoles y ladinos vivir en poblaciones indígenas, que fueron decretadas para proteger a los indios han fracasado y sirven solo como pared de separación previniendo la transferencia de cultura de los españoles a los indios (y viceversa podríamos agregar). Mucho podría lograrse derrumbando esa pared, inculcándoles a los indios la cultura española a través del incremento del número de escuelas primarias demandando que las diferentes sociedades, organizaciones y ayuntamientos estuviesen siempre compuestos de indios, españoles y ladinos, y alentando los matrimonios de indios con otras clases”, (Bumgartner L.E. 2021, pp. 2011, 2012).  

En este párrafo se refleja como “el sabio” entendía tres dimensiones de la inequidad. La educación, la representatividad política, y las interacciones sociales. Entre más profundas son estas diferencias, las inequidades lo serán también. Pero, aunque Valle es un prócer en Honduras, la verdad es que muy poco se siguen sus enseñanzas. Por ejemplo, muy poca atención se le pone en el país al desbordado clasismo que carcome la sociedad y siendo un proceso que ha sido gradual a lo largo de las décadas, es menos perceptible para los que están adentro de él.

Poniendo como ejemplo a Finlandia, el periodista estadounidense Michael Moore, nos explicaba en uno de sus documentales (“Where to Invade Next”, 2016), que, si los hijos de los pobres estudian en las mismas escuelas que los millonarios, y por tanto se procura que estas escuelas gocen de la misma calidad y facilidades para todo el mundo, entonces los hijos de hogares con menos recursos estarán armados con los mismos conocimientos esenciales y tendrán al menos en cierto grado de tiempo las mismas oportunidades. Además, dice Moore, puede que sea más difícil que de esta forma, una vez adultos, el empresario millonario fastidie la vida de su excompañero el obrero pobre.  

Por supuesto que cualquier cambio debe ser estructurado guardando el principio básico de gradualidad. Si se hace una comparación a nivel macro las revoluciones en realidad no son necesariamente las madres de las mejoras sostenidas en la calidad de vida. Son las evoluciones sociales o movimientos reformistas los que han demostrado ser mucho más eficientes (Compare a Canadá con Rusia o, para no ir tan lejos, a Costa Rica con Nicaragua).

Una educación democratizada debe venir gracias a una planificación de mediano y largo plazo y de esta forma otorgar, en la medida de lo posible, iguales condiciones a todos los ciudadanos. Ya después en la competencia entra la destreza individual de cada uno. No puede pensar que los pobres son pobres porque son haraganes (cosa que también se dice de los indios y los negros) si entran a jugar a una cancha cuesta arriba, casi como la cuesta Lempira en el barrio la Leona de Tegucigalpa. Y algo muy importante, la educación debe ser pareja para hombres y mujeres, para que la inequidad de género también se rompa, porque la cuesta suele ser aún más empinada para las féminas.

La idea que circuló en redes sociales recientemente que los pobres tienen la culpa de ser pobres es un concepto popularizado por las olas de desinformación del conservadurismo estadounidense, ligadas al partido Republicano, al cual Honduras está constantemente expuesto. 

Si la educación es pareja para todos, al menos en primaria (e idealmente en secundaria), el círculo de la miseria educativa se abre y con ello la oportunidad de desarrollar riqueza, a partir de las destrezas y el conocimiento, es más equitativa. Inherente existe una reducción en la inequidad, y gracias a ello en la criminalidad y la conflictividad social. Pero estos son cantos lejanos, como agua que a lo lejos se escucha correr… que moja las piedras, pero no las penetra.

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