
Cuando pienso en la época que estamos viviendo, considero que es una fascinante y, al mismo tiempo, inquietante. Nunca antes la humanidad había avanzado tan rápido. Las llamadas tecnologías exponenciales —como la inteligencia artificial, la biotecnología, la computación cuántica o la automatización— están transformando cada aspecto de nuestra vida. Se les llama exponenciales porque su ritmo de desarrollo no es lineal, sino acelerado: lo que ayer era impensable, hoy ya es posible, y mañana será cotidiano.
Pero frente a esta aceleración, surge la reflexión central. La inquietud planteada en el título no nace solo desde mi rol como educadora; nace desde mi rol más personal, como madre que se pregunta qué mundo heredarán sus hijos y las próximas generaciones. Y qué decisiones debemos tomar hoy, con responsabilidad, para construir ese futuro.
Como señala el historiador de la tecnología Melvin Kranzberg: “La tecnología en sí no es buena ni mala; tampoco es neutral.” La tecnología no tiene ética, pero quienes la usamos sí debemos tenerla. Por eso, el debate más urgente no es si debemos detener el avance tecnológico —porque eso no va a ocurrir—, sino cómo lo guiamos. Cómo nos aseguramos de que esté al servicio del bien común, de la equidad, de la dignidad humana.
En Honduras, el desarrollo científico y tecnológico, de la mano de profesionales bien formados e íntegros, podría ser la principal herramienta para enfrentar muchos de nuestros desafíos nacionales. La tecnología bien aplicada nos permitiría ser más competitivos a nivel global, cerrar las brechas existentes, fortalecer nuestros procesos productivos e incluso mejorar nuestras instituciones. El potencial transformador es enorme, pero requiere ese balance fundamental entre avance técnico y formación humana que garantice que la tecnología sirva verdaderamente a las necesidades de todos los hondureños.
En UNITEC asumimos con responsabilidad el reto de formar a los profesionales que este presente —y especialmente ese futuro— demandan. Por eso, nuestro modelo académico hacia el 2030 pondrá al centro la formación del carácter y la construcción de una cultura de aprendizaje continuo.
Seguiremos preparando ingenieros, científicos, empresarios y expertos altamente capacitados. Pero más allá de sus competencias técnicas, aspiramos a que sean personas íntegras: con pensamiento crítico, con empatía, con un profundo sentido de propósito. Personas que no solo sepan resolver problemas, sino que se pregunten a quién benefician con sus soluciones.
En UNITEC seguiremos educando para la innovación, sí, pero también para la compasión, la integridad y la conciencia.
Porque si la tecnología nos puede llevar más rápido, el carácter es lo que nos asegura que vayamos en la dirección correcta.