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De los días que viven en la infamia a la ciencia de la paz

Por: Armando Euceda

La primera vez que leí la palabra infamia en el contexto político fue en el discurso que pronunció el presidente Franklin Delano Roosevelt ante el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

Pero ese descrédito, maldad o vileza a que se refiere el diccionario de la RAE, cuando pronunciamos la palabra infamia, lo he encontrado, reiterativamente, a partir de esa fecha.

Al final, la medida de la infamia se cuenta en números humanos.

“Ayer, 7 de diciembre de 1941 —una fecha que vivirá en la infamia— los Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón.”, expresó FDR.

Y no era para menos, el día en mención, un domingo, el Imperio del Japón había lanzado un descomunal ataque a Los EE.UU. destruyendo gran parte de su flota del Pacífico, sin declaración de guerra y mientras los diplomáticos de ambas naciones jugaban a la negociación de la paz en el Pacífico.

El resultado, en números humanos: 2,400 estadounidenses murieron y 1,718 resultaron heridos.

Años después, el 6 de agosto de 1945, para muchos, la palabra infamia viajó a Hiroshima. El presidente Harry H. Truman había autorizado el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre una ciudad japonesa.

Tres días después, se lanzó la segunda bomba.

El resultado -justificado para unos, infame para otros-, en números humanos nunca será conocido pero se estima en los centenares de miles de personas inocentes muertas.

Son datos fríos del teatro de la guerra que registra la historia.

Solemos enseñarles a nuestros alumnos de Física que la unidad de medida de la energía en el Sistema Internacional es el Joule (J) pero en los juegos de la infamia la verdadera medida inicia con “el ton o tonelada métrica de TNT” ¡Que equivale a 4,184 mil millones de Jules!

En los “juegos tácticos” de la infamia se usarían bombas nucleares con energías en el orden de los kilotones (1000 trillones de J).

“Little Boy” la bomba que EU lanzó sobre Hiroshima era de 15 kt  (kilotones); “Fat Man” sobre Nagasaki 21 kt.

Si la fiesta de la muerte se complica los días de la infamia pasan a los “juegos estratégicos” y se usarían bombas nucleares en el orden de los megatones (un millón de trillones de J).

Una analogía: si la energía de la primera bomba atómica la representamos por 15 personas sentadas, necesitaríamos llenar completamente el Estadio Olímpico con 50 mil personas para representar el impacto de la Bomba del Zar en poder de Rusia.

La infamia no solo es nuclear. A diario, con diversos actores, hace fiestas en el medio oriente. En los últimos años el carnaval de sangre se ha ensanchado con el pueblo sirio. Allí, todo tipo de radicalismo cree que su solución del problema es la verdad hecha manifiesto y el hilo de sangre ha tocado a Europa y parte de Asia.

Hay que tener esperanza. Lo cierto, lo seguro es que al estruendo del sonido de la fiesta de la infamia que promete una paz negativa le atenuará, hasta el silencio, la verdadera manifestación de la inteligencia humana: la paz positiva.

Para los cristianos, esa paz fue anunciada hace más de 20 siglos por un hombre de Nazaret, que se anticipó a toda historia posible. Uno de sus apóstoles registró para la posteridad sus palabras “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.

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