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De cómo negociar para perder

Por: Julio Raudales

Hondutel, la otrora estatal líder en el imaginario colectivo del país, la fuente financiera de la que el gobierno echaba mano para amortiguar sus sistemáticos déficits, el sueño laboral de muchas y muchos adláteres de militares y políticos, Hondutel, sí, la “empresa de todos” se encuentra en coma profundo.

Casi nadie la recordaba hasta hace unas semanas, quizás porque el mundo vive con desmesura el estallido de las tecnologías de la comunicación y la algarada de internet a los que, lastimosamente, nunca dejaron entrar a Hondutel, tal vez por falta de visión o por escasez de recursos. Me atrevo a creer que mas bien por dolo u omisión, ya que pareciera que el mercado privado en telecomunicaciones, aunque duopólico, es tan rentable para sus propietarios, que nadie podría cuestionar que sea una buena inversión para quienes buscan apalancar sus holdings.

Pero la estatal de telecomunicaciones es solo un ejemplo, el mas referencial se me ocurre, de cómo el aparato público no ha podido soportar el desmontaje al que ha sido sometido desde su fundación. Bancos, institutos, pero sobre todo empresas paraestatales, fueron saqueadas o utilizadas para el negociado y la perfidia política, de tal modo que ahora pareciera un chiste preguntar ¿Por qué están en quiebra?

De 26 empresas públicas con que el país contaba a finales de los 80’s, quedan únicamente 8, todas con problemas financieros y de gestión de tal magnitud, que su mera existencia solo sirve para presionar las siempre endebles finanzas públicas del país.

Así que no vale la pena ni preguntarse si existe alguna posibilidad de salvataje fiscal: La respuesta debería ser negativa, porque tan inviable es que el gobierno utilice fondos de los contribuyentes para sostener empresas públicas, como que éstas apalanquen al gobierno tal cual hacían antaño.

En todas se habla de un plan de rescate y todas lo basan fundamentalmente en la inyección de capital por parte del fisco o con un préstamo soberano (que para el caso es lo mismo). El gran problema es que, aparte de inviable, la situación debe analizarse considerando la prioridad del país y en estos momentos, todos lo sabemos: lo urgente es rescatar la ENEE.

¿Quién, aparte de sus ejecutivos o empleados, podría preocuparse hoy día por un proveedor con apenas medio millón de líneas fijas, 12 mil líneas celulares y unos cuantos clientes de internet? Ya es un poco -o bastante- tarde.

Hace 20 años, además del único proveedor de servicios de telefonía e internet, la Empresa de Telecomunicaciones era quien regulaba el mercado tecnológico, el espectro de radio-televisión y hasta los elementos estratégicos de la defensa. Hoy todo ello ha cambiado dramáticamente y hay que aceptarlo.

Pero la gente pervive en la “nostalgia de los tiempos pasados”. Todos vociferan a favor del rescate de Hondutel, sin embargo, lo hacen sosteniendo un celular provisto por Tigo o Claro, al igual que particular es quien les provee televisión por cable e internet residencial o corporativo. ¿Será que entienden que dicho rescate, sin darle a la empresa el colmillo del “profit” solo implica el incremento de la carga impositiva o la reducción de otros servicios básicos?

Algunos, los mejor informados, insisten en que debemos aprovechar el potencial del Cable Submarino; una antigua y hasta ahora inefable iniciativa auspiciada por el Proyecto Mesoamérica, del cual se habla mucho, pero nadie está dispuesto a financiar.

La posibilidad de implementar nuevas tecnologías como fibra óptica y otras que permitirán potenciar la penetración a internet, está sujeta al amento del poder adquisitivo de los usuarios que, evidentemente lo necesitan para mejorar su productividad. La correlación es evidente y necesaria: mayor acceso a tecnología mejora sin duda el ingreso y viceversa, pero ¿Será este suficiente argumento como para justificar la capitalización estatal?

La respuesta la darán los entendidos. Las autoridades hablan de traer un grupo de expertos del BID, cuyo objetivo es analizar el diseño de un nuevo modelo de negocios que le genere una verdadera competitividad a la empresa. Se ve difícil si persiste la actual estructura del mercado de las telecomunicaciones en el país. Como siempre, el asunto pasa por alcanzar la gobernabilidad tan necesaria para mejorar todos los ámbitos del país. 

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