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COVID-19. Inequidad en el acceso a las vacunas

Humberto Cosenza Jiménez, PhD Inmunólogo Director,
“Centro de Inmuno-Diagnóstico Especializado (CIDE)”

Como era de esperarse, con una oferta restringida y una alta demanda de vacunas anti-SARS-CoV-2, los países de altos ingresos son los que se han asegurado una amplia cantidad de vacunas para proteger a sus poblaciones. Al tener suficientes recursos financieros, con mucha anticipación firmaron Contratos de Compromiso de Venta con las compañías productoras de vacunas, quienes les garantizaron acceso a suficientes dosis como para vacunar, por dos o cuatro veces, al total de sus habitantes.  El resultado de este acaparamiento de vacunas ha creado una grosera inequidad, reflejada en el reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 9 de abril pasado, que reveló que a esa fecha se habían aplicado más 700 millones de dosis de vacunas anti-COVID-19 a nivel mundial, la mayoría (87%) a poblaciones de los países con altos y medianos ingresos y solo un 0.25% de ellas habían sido aplicadas en países de bajos ingresos.

La donación de vacunas por Gobiernos de países de altos ingresos a COVAX (Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19), mecanismo internacional creado para la distribución de vacunas a países de bajos ingresos, ha sido mucho menor de lo esperado. Según COVAX, hasta el mes de abril del presente año, había distribuido 38 millones de vacunas a más de 100 países; sin embargo, ¡La cantidad que COVAX se había comprometido a distribuir para esa fecha era de 100 millones! Obviamente, COVAX cuenta con la logística para lograr una distribución eficaz de las vacunas, pero la oferta no ha sido suficiente para poder cumplir con la demanda de los países de bajos ingresos. Como resultado al 9 de abril, se había vacunado a 1 de cada 4 personas en los países de altos ingresos mientras que solo a 1 de 500 en los de bajos ingresos. En la actualidad las cantidades de dosis confirmadas a ser suplidas mundialmente por las empresas fabricantes de vacunas, son las siguientes: los países de altos ingresos tienen actualmente 4,700 millones de dosis confirmadas; los países de medianos ingresos tienen 1,500 millones de dosis y los países de ingresos medianos bajos tienen 730 millones de dosis, mientras que aquellos de bajos ingresos, que son la gran mayoría, solo tienen aseguradas la entrega de 770 millones de dosis.

La triste realidad es que la mayoría de los países de bajos ingresos todavía no disponen de suficientes vacunas para siquiera poder proteger a los trabajadores de la salud o a los grupos de alto riesgo, y mucho menos al resto de la población. La situación se ha tornado tan crítica que algunos países y las empresas productoras han realizado acuerdos para donaciones bilaterales de vacunas por lo que la OMS advierte que “al evitar hacerlo a través de COVAX, por sus propias razones políticas o comerciales, los acuerdos bilaterales corren el riesgo de avivar aún más las llamas de la inequidad en el acceso a las vacunas”. Continúa advirtiendo la OMS, “este es un momento de asociación, no de patrocinio. La escasez de suministro está impulsando el nacionalismo y la diplomacia de las vacunas”.

El reporte de la OMS indica que COVAX tiene como objetivo proteger a las poblaciones de alto riesgo de todo el mundo proporcionándoles dos mil millones de dosis para fines de 2021. A más largo plazo, el objetivo es proporcionar a los países de bajos ingresos suficientes dosis para cubrir el 20% de sus poblaciones. Sin embargo, los países que se autofinancian pueden adquirir las dosis que requieren para obtener cobertura de sus habitantes. En otras palabras, los países que cuentan con los recursos para comprar las dosis necesarias para vacunar a toda su población lo harán primero y los demás países se quedarán esperando que les lleguen las vacunas “a cuentagotas”, como esta sucediendo en nuestra querida Honduras.

Desafortunadamente el retraso en la distribución equitativa de las vacunas va a permitir que el SARS- CoV-2 se continúe replicando sin control en los próximos años, incrementando la probabilidad que aparezcan variantes más infecciosas y patogénicas, como lo confirma la reciente evaluación de la eficacia de las vacunas disponibles contra las “variantes más preocupantes” del virus. El más reciente reporte científico que será publicado en la revista Lancet indica que la eficacia de protección promedio de todas las vacunas disponibles contra dichas variantes son: el 86% de eficacia contra la variante del Reino Unido (B.1.1.28); el 61% de eficacia para la variante de Brasil (B.1.351. P1) y el 56% de eficacia contra la variante de Variante de Sur África (B.1.351). La evidencia científica indica que es solo cosa de tiempo para que las vacunas disponibles pierdan más del 50% de su eficacia contra nuevas variantes, como ya lo indica la baja eficacia contra la variante de Sur África.

La realidad es que los modelos actuales predicen que no habrá suficientes vacunas para cubrir la población mundial hasta el 2023 y 2024. Desafortunadamente para esas fechas el virus se habrá “acomodado” a sobrevivir ante las envestidas de nuestro sistema inmune y para ese entonces ya no estaremos hablando del COVID-19, ¡sino del COVID-23 y COVID-24!, el virus ya no será el mismo y la enfermedad que inducirá requerirá de nuevos abordajes clínicos y su prevención dependerá de nuevas y mejores vacunas.

Todo apunta a que la actitud humana de “sálvese quien pueda”, en el caso de COVID-19, puede traer consecuencias impredecibles para la población mundial pues nadie estará a salvo de la infección y la enfermedad hasta que la gran mayoría de la población de países ricos y pobres esté vacunada y el COVID de esa fecha se haya convertido en una enfermedad endémica. De forma irónica, el logo de los locos que pertenecen a la secta “QAnon”, de moda   en los Estados Unidos, parece tener un valor predictivo alto en el caso de COVID al expresar en Inglés, “Where One Goes We Go All” (WOGWGA); traducción literaria, ¡Donde Va Uno Vamos Todos!

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