Las nebulosas y erradas concepciones sobre la “patria grande”, provocan que la integración regional encuentre rechazo, pasivo o activo, de aquellos apegados a la identidad de país independiente en las cinco naciones, lo cual influye sobre las elites políticas, e inmoviliza las agendas.
Asimismo, debido a la tradición presidencialista republicana imperante, cuando se hace referencia a Estados Unidos de América, o de México, o a Canadá, es común suponer que se asume igual como unidades indivisibles, como si su interdependencia no fuese comprendida.
Los tres países al norte de América Central son federaciones con distintos niveles de cohesión. Canadá es mucho menos centralista. Es en varios sentidos diez provincias que funcionan como países, unidos sobre todo por moneda, impuestos, ejército, y bandera. Cada provincia decide sobre su educación, salud, idioma, transporte, impuestos provinciales, y otra infinidad de aspectos. Inclusive poseen las provincias canadienses su propio tratado de comercio.
Una unión al estilo europeo, aún más desconcentrada, se ha asumido como la mejor para Centroamérica. Pero esta concepción tampoco ha podido ser ni comunicada ni entendida cabalmente, si se considera además los tropiezos del europeísmo, como las crisis de la deuda y el Brexit, que opacan sus éxitos.
Por ello, el camino apropiado debería ser que la región encuentre su propio modelo, para lo cual siempre es esencial el reconocimiento y apoyo internacional.
No hay que olvidar que la oposición inglesa a la Federación fue determinante para su fracaso. De hecho, el primero en gritar su muerte fue el cónsul ingles Frederick Chatfield. “La Federación ha muerto expresó sin pudor el Cónsul Chatfield, en todos los lugares de reunión de San Salvador.”, (Carías Zapata M., 2005, p.169). Pero ¿por qué los ingleses, aliados naturales de los independentistas, se opusieron a la federación?
En este espacio imaginario en el que el escritor e historiador Marcos Carías Zapata es el invitado especial imaginamos que hacemos esta pregunta… y Don Marcos nos cuenta:
Los centroamericanos habían buscado el pronto reconocimiento de Inglaterra. Pero las noticias que remitía desde Londres, el embajador Marcial Zebadúa comenzaron a ser inquietantes. El gobierno de su Majestad Británica daba largas al asunto. Su enviado en el istmo (…) no tardó en poner las cartas sobre la mesa. Inglaterra quería seguridades para mantener su posesión, sin cuestionamientos, sobre la Mosquitia, las Islas de la Bahía y Belice. Los centroamericanos se negaron a pagar ese precio. Chatfield se convirtió en el campeón de la causa británica ante la federación. Se propuso defender a los beliceños. (…) Desde que en Centroamérica se había abolido la esclavitud, en 1824, numerosos esclavos se fugaban de Belice en búsqueda de libertad. Chatfield exigía que les fueran devueltos a sus propietarios. Comerciantes ingleses y de otras nacionalidades solicitaban el amparo del agresivo cónsul para presentar sus reglamos al gobierno federal, por pérdidas sufridas en las guerras civiles.”, (p. 164-165).
Sin embargo, en la actualidad la moderna integración es entorpecida, sobre todo, por los centroamericanos. Diversas voces desde el primer mundo animan a la unión a las cinco pequeñas naciones. Pocos son los que escuchan. ¿Podría el Covid-19 hacer que esto cambie? Soñar no cuesta nada.
· Carías Zapata M., (2005): De la Patria del Criollo a la Patria Compartida, Una Historia de Honduras. Honduras, Ediciones Subirana