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Contra la prosperidad

Julio Raudales

La presidenta Castro Sarmiento dijo un emotivo discurso en la Asamblea General Ordinaria de las Naciones Unidas. Es muy reconfortante ver a una mujer parada representando a nuestro país frente a la tribuna más importante del mundo. En las 77 ediciones que lleva este foro en su versión ordinaria, menos de un 10% de quienes se han dirigido al mundo en este foro han sido mujeres. ¡Ya va siendo hora de revertir esta tendencia nefasta!

Cómo sucede regularmente con casi todos los mandatarios latinoamericanos en estos espacios, sus palabras discurrieron entre los lamentos por la miseria histórica en la que ha vivido el país y la inculpación de las potencias, especialmente los Estados Unidos, de esta situación.

Llamó la atención lo anquilosado de su discurso en algunos temas: por ejemplo, la presidenta se pronunció por el retorno al modelo de “sustitución de importaciones”, un arcaico modo de hacer las cosas que, durante el siglo pasado, solo mantuvo a las naciones del subcontinente en el atraso.

Es muy común que los gobiernos de cualquier tendencia ideológica se opongan al comercio y se arropen en el proteccionismo de la industria doméstica. La presidente habló en su disertación, de “revisar el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con los Estados Unidos” Quizás quien escribió el discurso no esté muy al tanto de las implicancias que esto tiene, pero ¡en fin! quizás mucha gente esté contenta con las palabras de la mandataria.

Una de las razones por lo que hemos avanzado tan poco en el desarrollo de nuestro país, es que el comercio internacional cuenta con muchos enemigos. Quienes adversan estos procesos, nos explican que la globalización es negativa porque genera desigualdades económicas entre unos ricos que cada día son más ricos y unos pobres que cada día son más pobres, porque usurpa el poder a los gobiernos y lo brinda a las multinacionales, porque beneficia a las empresas en perjuicio de los trabajadores, porque contribuye a la explotación infantil, porque destruye el ambiente y porque es responsable de un sinfín de desgracias más.

Parece como si todos los males de la humanidad, desde el hambre hasta la falta de educación, pasando por la extinción de las ballenas y el cambio climático, fueran causados por la apertura comercial que se nos impone no se sabe exactamente desde dónde, pero que hay que detener como sea. No queda demasiado claro qué es lo que proponen como alternativa. 

Su mensaje tiende a ser una mera crítica destructiva, sin ser demasiado precisos a la hora de hacer propuestas constructivas y serias. Ahora bien, debemos suponer que quieren que los gobiernos limiten la acción de los mercados y reduzcan el grado de apertura de los países a las influencias presuntamente malignas del capital, las tecnologías y las inversiones de las empresas multinacionales de los países ricos.

El debate sobre la apertura comercial acostumbra a plantearse en términos de solidaridad. Se nos pretende hacer creer que quien está a favor de los mercados y de la globalización es una persona mala, retrograda e insolidaria, sin criterios y «al servicio del gran capital». Por el contrario, se dice que se es solidario, progresista y buena persona si se es partidario de las limosnas y de las políticas públicas proteccionistas, planificadoras y estatistas. Pienso que esto es un mito que debemos derribar: todos los que dedicamos nuestra vida a trabajar para que haya menos pobreza y mejores condiciones de vida en la sociedad somos igual de buenos o malos. La pregunta es: ¿qué tipo de políticas nos ayudarán a cumplir con nuestros objetivos?

El comercio internacional, dotado de los incentivos adecuados y acompañado por reglas claras, estados fuertes (no grandes y gordos) y empresarios innovadores, hace que el mundo sea más libre y democrático. Es el comercio el que ha mejorado ostensiblemente los salarios de los trabajadores y ha disminuido la desigualdad entre países. Es cierto, quedan muchos retos pendientes, pero esa es justamente la razón de estos foros, discutir con apertura sin descalificar. Desgraciadamente, parece no comprenderse.

Los números no mienten: la libertad y apertura comercial es una actitud natural y espontanea al ser humano. Lamentablemente, dichas características no están presentes en la mayoría de los países pobres y sí lo están en los países ricos, de ahí que podemos deducir que lo que necesitamos en Honduras y el resto de América Latina es que las tecnologías, la información, el comercio, los trabajadores y los capitales puedan moverse con mayor libertad. Esto y no más restricciones a la libertad es lo que necesitamos Señora Presidenta.

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