
Algunos economistas han postulado que las economías de los diferentes países deberían converger con el tiempo, es decir, que sus tasas de crecimiento y sus ingresos per cápita deberían ser similares con el paso del tiempo. Las pequeñas economías al ser más flexibles y dinámicas crecerían más rápida y eventualmente lograrían niveles similares a los de las economías más desarrolladas. Se trata pues de una convergencia a lo mejor, hacia los niveles más altos. De hecho, hemos visto que esto ha ocurrido con algunos países como Singapur, Corea del Sur, Taiwán y otros más. Todo esto infundía optimismo entre quienes se dedicaban a estudiar el desarrollo económico de los países ya que se trataba de mejorar y alcanzar niveles cada vez más altos. No obstante, últimamente notamos que esta tendencia se ha agotado y que por el contrario ahora pareciera que priva la tendencia de converger a los niveles más bajos que encontramos en los países con bajo desarrollo económico. Los países considerados más avanzados cada vez se parecen más a los países en vías desarrollo. El caso más preocupante es el de Estados Unidos donde pareciera que han entrado a una etapa de autodestrucción. De hecho, siento que deberíamos decirle a Donald Trump y a su equipo de gobierno “bienvenidos al tercer mundo”. Permítanme explicar por qué.
En nuestros pobres países, quién pierde las elecciones usualmente anuncia que perdió debido a un fraude electoral y en casos extremos, amenaza o intenta conquistar o retener el poder mediante la violencia. Esto no había ocurrido nunca en Estados Unidos, pero en el 2016 al perder las elecciones Donald Trump incitó a sus seguidores a recurrir a la violencia para mantener el poder. Vimos a las turbas tomarse las instalaciones del Congreso de los Estados Unidos sembrando caos y destrucción a su paso. Al final se restableció el orden, pero se sentó un terrible precedente y tuvimos que aceptar que ahora se cuenta con nuevas normas aplicables a los procesos democráticos aún en el caso de Estados Unidos. Esto no sería de extrañar en países en vías de desarrollo, pero era inconcebible, al menos hasta ese hasta ese momento, en Estados Unidos. A mi juicio esto marca el inicio del proceso de convergencia hacia lo peor. Pero el deterioro no termina acá. Veamos en qué otros temas se percibe el deterioro.
En nuestros países los cambios de gobierno son acompañados de persecuciones políticas y de la reiterada asignación al gobierno anterior de todos los males que experimenta el país. Aún años después de la transición, la nueva administración continúa culpando a la anterior por sus propios fracasos en la ejecución de sus planes y programas. Véase si no el caso de nuestro país donde la “narco dictadura” sigue siendo culpada por la incapacidad de la nueva administración. Pues bien, Donald Trump se complace en adjudicar todos los males de su país a la anterior administración. Todo lo que hizo la anterior administración resulta ahora ser malo y requiere de urgentes y profundas medidas para remediar tales males. Al estilo de nuestros peores autócratas o dictadores, don Donald ha congelado el uso de recursos ya presupuestados y además ha amenazado con cerrar ciertas dependencias del Gobierno por no alinearse a sus nuevas políticas. Igualmente propone la sustitución masiva de funcionarios del Gobierno federal por otros con más méritos, siendo el más importante de estos la lealtad a don Donald y a sus políticas. Igualmente sucede en nuestro país, así que nuevamente vemos la convergencia hacia lo peor.
También la persecución política muestra su cara en Estados Unidos. Don Donald ya amenazado con perseguir a quienes tuvieron la osadía de llevarlo a los tribunales durante el gobierno de Joe Biden. Solo falta que ahora nos anuncie que también llevarán a Biden a los tribunales. Eso es lo que se acostumbra a hacer en Perú y Bolivia, por mencionar tan solo un par de países en América Latina. No obstante, pase lo que pase con Biden, ya los fiscales que participaron en casos en contra de Trump han renunciado a sus cargos y se aprestan a defenderse en contra de las acusaciones que seguramente enfrentarán. La situación es preocupante y claramente indica nuevamente una convergencia hacia lo peor.
La situación se agrava si notamos que, por razones que no comprendemos, la Constitución de Estados Unidos contempla el perdón presidencial. Por medio de este instrumento el presidente puede perdonar a cualquier persona que haya sido condenada en legal forma en los tribunales. Durante los últimos días de su administración el expresidente Biden perdonó a su hijo que había sido juzgado y condenado por un tribunal. Como consecuencia, su hijo no tendrá que cumplir la condena ordenada por el tribunal. Pero esto no termina ahí. Cómo yo lo entiendo, el expresidente también perdonó a sus parientes por las posibles condenas que podrían recibir en los juicios que se lleven en su contra en el futuro. Por su lado, don Donald no perdió el tiempo y perdonó prácticamente a todas aquellas personas que habían sido condenadas por el asalto y los daños al edificio del Congreso. Don Donald además ha hablado de auto perdonarse, es decir que podría blindarse por cualquier delito que hubiera cometido o que pudiera cometer en los próximos años. En efecto, se trata de inmunidad absoluta y de por vida. Esto es mejor aún que todo lo que pudieron haber soñado nuestros autócratas y dictadores No sorprendería que nuestros politiqueros pronto piensen en convertir en ley el perdón presidencial, pero por ahora el país que antes servía de modelo, ahora nos muestra que debemos preocuparnos por no caer en los mismos errores en los cuales han caído ellos.
Triste situación. Sin un modelo que nos inspire confianza y nos guíe, el camino a la democracia y el desarrollo será más largo y complicado. No obstante, nos toca recorrerlo buscando el entendimiento entre todos nosotros. Por ahora, nuevamente no nos queda más que decir a don Donald, “bienvenido al tercer mundo”.