¡Aterricemos Ya!

 
Por: Julio Raudales
Tegucigalpa.- La discusión sobre la conveniencia de tener un nuevo aeropuerto internacional  y dejar o no funcionando la terminal de Toncontín en Tegucigalpa es a mi juicio, una cuestión totalmente bizantina. Permítanme explicar por qué:

En primer lugar, debemos aceptar que Toncontín es un aeropuerto inviable, si lo que buscamos es elevar la competitividad de nuestro país. De hecho, en el Índice de Competitividad Global que publica el Foro Económico Mundial, uno de los elementos clave en el factor ligado a la infraestructura productiva, es la capacidad portuaria y aeroportuaria, las cuales, para el caso hondureño, están en desmedro desde hace bastantes años.
Todos los que hemos volado a Tegucigalpa, entendemos lo estresante que puede llegar a ser el aterrizaje, no solo por lo corto de la pista, sino por el resto de los elementos técnicos ligados a la topografía de la ciudad. No sé qué tan cierto sea, pero circula por ahí un rumor que ubica a Toncontín como uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo.
¡En fin!, no deja de extrañar que se gaste tanto tiempo en los medios y en reuniones oficiales, para discutir sobre un tema en el cual parecía haber consenso.
Por otro lado, aunque pudiera alegarse que la distancia hasta Comayagua es larga, también hay acuerdo en que no existe otro lugar cercano. Ya Talanga y la Laguna del Pedregal habían sido dados de baja y se entendía que la construcción del “Canal Seco” y la autopista al norte acortaban bastante la distancia.
Sin embargo, hay que acotar la discusión. No me voy a referir en este espacio al tema de contrato de construcción de Palmerola que, afortunadamete, ya está revisandose gracias a la presión social, especialmente la de las redes sociales.
Vayamos pues al centro de la controversia: suponiendo que hay acuerdo para construir una nueva terminal en Palmerola, ¿Es o no conveniente dejar funcionando el aeropuerto de Toncontín?
En primer lugar, la lógica muestra que 78 Km, que es la distancia hacia la nueva terminal, no justifican la existencia de 2 aeropuertos tan cercanos. Usted me dirá: ¡Pero en Nueva York, Buenos Aires y otras ciudades, existe un aeropuerto para vuelos nacionales y otro para internacionales! Bueno, déjeme decirle que para el caso argentino, Ezeiza, que es el internacional, recibe 9 millones de personas al año y Newbery, que es la terminal nacional recibe 8 millones.
En Honduras recibimos escasamente 600 mil pasajeros anuales en las cuatro terminales que existen en la actualidad. No se necesita ser experto para saber que ya con cinco aeropuertos, la cosa se podría poner muy cara.
Por otro lado, Honduras es, debido a los citados problemas de Toncontín y a la errónea política de aeronavegación civil, que favorece el establecimiento de monopolios, uno de los destinos más caros del mundo. Le pongo un ejemplo: Un boleto Tegucigalpa-Miami, tiene un precio de entre 500 y 800 dólares, según sea la temporada. Un tiquete de Panamá al mismo destino, anda entre los 150 y 300 dólares en la misma línea aérea.
Un elemento importante para explicar lo anterior, es el elevado costo de los seguros de vuelo, también el de mantener cuatro pistas y torres de control (ahora serían cinco), además del hecho de que las líneas aéreas tienen baja demanda, ya que el país resultada siempre poco atractivo, pese a su enorme potencial turístico. ¡En fin! creo que las respuestas hay que buscarlas en otro lado.
Más bien deberíamos responder a preguntas de este tipo: Si Honduras es un país de tamaño promedio en Centroamérica, ¿Cómo es que en el resto de países del istmo hay un solo aeropuerto?, ¿No sería mejor preocuparnos por tener buenas carreteras? ¿Por qué solo pensamos en la gente de Tegucigalpa o San Pedro Sula, como si solo ellos fueran hondureños?, ¿Los olanchanos, copanecos, cholutecanos, trujillanos y otros que quieren viajar al exterior, ¿No tienen que movilizarse un buen número de kilómetros?, ¿Por qué los salvadoreños no se enojaron cuando pusieron su aeropuerto en Comalapa que es una ciudad distinta a San Salvador?, podríamos seguirnos cuestionandonos, pero no hay espacio.
Y por si nuestros conspicuos diputados no se han enterado, el margen de rentabilidad para los cuatro aeropuertos nacionales es sumamente bajo, precisamente por las razones expuestas: Mientras a Tocumen en Panamá llegan 6.5 millones de personas por año, a Juan Santa María en Costa Rica 5 millones, al Monseñor Romero 4.5 millones, nosotros no logramos traer ni un millón. ¿Realmente queremos tener 5 aeropuertos?
Si su respuesta es positiva, entonces acostúmbrese a la idea de pagar más impuestos, porque será la única forma de mantener Toncontín a flote.
Sin embargo, todo parece indicar que como siempre, se impondrán las soluciones populistas que, como siempre, los politiqueros no dejan de aprovechar. ¡Que pena! Seguiremos penando.  Más de Julio Raudales Aquí…
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