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Alienígenas

Por: Luis Cosenza Jiménez

Han pasado ya varias semanas desde que el Congreso se desprestigiara aprobando un texto en las disposiciones generales del presupuesto mediante el cual se protegieron muchos diputados de las demandas que podrían entablarse en su contra por supuestos actos de corrupción. 

El tiempo pasa, y por supuesto, nada pasa.  Seguimos demandando, y esperando, que deroguen lo que aprobaron para protegerse y que además deroguen el artículo que autoriza el famoso Fondo de Desarrollo Departamental.  En resumen, seguimos esperando que actúen como personas de bien y que rectifiquen el error que cometieron.  Tal y como están las cosas, nadie se siente representado por los diputados.  Es más, en el contexto actual me atrevo a pensar que la mayoría de la población apoyaría que se cierre el Congreso.

Cuando se piensa que hemos tocado fondo, resulta que siempre podemos empeorar.  Frente al bochornoso acto del Congreso, don Juan Orlando únicamente se limitó a reclamarle a la OEA porque, según él, no se siguió el procedimiento correcto al denunciarlo.  En lugar de optar por una posición de altura y condenar el acto del Congreso, se dedicó a quejarse por un tema de mera forma.  En lugar de condenar el fondo del asunto, se centró en criticar un mero formalismo.  Los ciudadanos de todos los países esperan que sus líderes  sean un referente moral.  Se espera que tengan una brújula, un compás moral, que sirva para guiarnos a todos.  Lamentablemente, en nuestro caso resulta obvio que don Juan Orlando prefiere hablar de lo accesorio y no de lo fundamental.  ¡Qué triste!

Para agregarle al vacío moral, resulta que ahora el Congreso discute un proyecto de ley que busca regular las redes sociales para combatir, según algunos diputados y otros sicofantes, las “campañas de odio” que se gestan en las redes sociales.  Se trata, ni más ni menos, de un intento por limitar la libertad de expresión que debe ser rechazado y repudiado.  Pero al final, me parece que simplemente se trata de una cortina de humo para que olvidemos el burdo intento de los diputados por promover la impunidad y la corrupción.  Mientras se discute su intento por regular las redes sociales, no se discute el vergonzoso intento de los diputados por blindarse y evitar ser llevados a los tribunales.

Para terminar de complicar la situación, resulta ahora que don Juan Jiménez Mayor ha renunciado a su cargo en la MACCIH.  Justo cuando más se requiere de la MACCIH, don Juan ha renunciado.  Si bien entiendo sus razones, es obvio que su renuncia se da en un mal momento.  A la vez que agradezco a don Juan por los servicios prestados a nuestro país en la lucha contra la corrupción y la impunidad, pido a todos los lectores que levantemos nuestras voces para que se fortalezca la MACCIH.  Para esto, a mi juicio es indispensable que los donantes que financian la MACCIH se involucren más y no la dejen en manos de la OEA.  Seguramente que este fin de semana habrá celebraciones patrocinadas por quienes ahora piensan que ha triunfado la opacidad, la impunidad y la corrupción.  No permitamos que eso ocurra.  Demandemos que la crisis que enfrenta la MACCIH sirva para fortalecerla y no para debilitarla.

Recuerde usted, estimada lectora, que todo esto ocurre en un momento de crispación y crisis en nuestro país y que estos bochornosos actos solo llevan agua a los molinos de quienes desean destruir nuestro incipiente e imperfecto sistema democrático.  En efecto, pareciera que quienes nos gobiernan son alienígenas.  Que viven en otro país y están de paso en el nuestro. De hecho,  la clase política se ha convertido en el peor enemigo de la transformación democrática de nuestra nación.  Empeñados, como están algunos de ellos, por proteger sus privilegios y otros, por ocultar su corrupción, están dispuestos a arrastrarnos a todos al abismo y la destrucción.

No permitamos que destruyan nuestro país.  No dejemos que nos lleven al  despeñadero.  Alcemos nuestras voces y apoyemos a la MACCIH para se fortalezca y apoye al Ministerio Público para que procesen a todos los corruptos, ya sean diputados o funcionarios de alto nivel en el Ejecutivo.  Si no lo hacemos, seguirán tomándonos por tontos y continuarán perpetrando sus actos de corrupción.  No es este el momento para que nos quedemos callados.  Exijamos respeto y que comencemos a forjar un nuevo país.

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