La noticia del fin de semana es el anuncio que la Misión Técnica del Fondo Monetario Internacional hizo sobre su anuencia para que el directorio de este organismo firme un acuerdo trianual con el gobierno de Honduras.
No deja de sorprenderme el halo de misticismo que mucha gente le otorga a esta institución cuyo mandato básico es velar por la estabilidad financiera global. El gobierno anterior y ahora el actual inundan sus redes sociales, congratulándose por “tan importante logro” ¿Por qué será?
La pregunta anterior no es retórica. Creo que la explicación fundamental es que siempre que el gobierno ha anunciado su intención de firmar un acuerdo con el “Fondo”, lo hace movido por la necesidad de salir de un atolladero fiscal o financiero. Es decir, cuando el país está en medio de una crisis o hay una en ciernes.
¿Necesitamos entonces firmar ahora un acuerdo con el FMI en esta ocasión? La respuesta es “depende”.
Para empezar, debemos preguntarnos cuál es la condición actual de nuestras variables macroeconómicas: la inflación parece estar controlada, las reservas internacionales, que vienen cayendo de forma rauda, mantienen al país en una adecuada posición externa gracias al trabajo y envío de dinero de los migrantes; aunque el presupuesto estatal es enorme, la falta de ejecución del gasto, especialmente la inversión pública, hacen que no se avizore un déficit elevado. ¿Entonces? Todo parece sobre ruedas.
¿Será que ahora no tenemos problemas macroeconómicos? ¡De ninguna manera! Lo que sucede es que las dificultades de hoy son de otra índole más graves y complejas. A mi juicio, persisten en el país problemas estructurales que lo acercan a una situación social insostenible, por lo que es urgente tomar acciones valientes y creativas, ya que de no hacerlo corremos grave peligro.
Porque, a diferencia de lo que está instalado en el imaginario colectivo, la macroeconomía es bastante más que lo fiscal y monetario. De ahí la gracia o tristeza que me da escuchar a periodistas, analistas, empresarios y hasta ministros y funcionarios, decir que la macroeconomía anda bien y lo que hay que arreglar es la microeconomía. Una afirmación como esta, solo permite entender el desconocimiento que la gente tiene de estos conceptos, que son solo instrumentos de análisis teórico y no “partes de un cuerpo”. La economía anda bien o anda mal. No hay pedazos buenos.
Fue el economista francés León Walras, quien definiera una ley que establece que el equilibrio total en economía debe lograrse de forma global y no solamente parcial.
Esto significa que el delicado equilibrio requerido, va más allá de una inflación baja, reservas adecuadas y déficit fiscal pequeño. Todo esto es necesario, pero se requiere dar incentivos adecuados a la producción, mejorar la resiliencia de los sectores productivos ante las amenazas climáticas, hacer más productivos a los trabajadores y empresas, entre otras cosas.
Es decir, de acuerdo con Walras, el comportamiento de las políticas públicas no puede quedar aislado del resto de los sectores.
En la actualidad persisten condiciones complejas en la economía, más allá de lo que evaluó la misión del FMI que vino en junio. Si bien hay suficientes reservas internacionales y la recaudación tributaria marcha conforme a lo planteado en el presupuesto, el país sigue siendo muy vulnerable a los problemas climáticos, el sector eléctrico continúa desangrando las finanzas públicas y la inseguridad ciudadana y jurídica atentan contra la inversión privada.
Esa es la razón, querido lector, por la que a usted le cuesta tanto conseguir un buen empleo, o perciba que la situación social del país tiende a ser amenazante. El FMI continúa aconsejando a las autoridades, las mismas cosas que pedía a las anteriores, revise usted el acuerdo del 2019 y encontrara casi una calca.
¿Es necesario entonces un acuerdo con el FMI para salir de estos problemones? Yo creo que sí, pero siempre y cuando tengamos claro lo que deseamos. Propongamos objetivos claros, pertinentes e innovadores, acordemos un pacto fiscal, definamos una política monetaria y financiera coherente con el crecimiento económico y después pidamos apoyo al FMI o algún otro cooperante.
Podemos resolver nuestros problemas económicos sin ayuda del FMI. Pero vale la pena aprovechar el apoyo de este organismo para salir adelante. Sin embargo, este no será efectivo, si no tenemos una ruta clara y un puerto al que llegar. Nadie hará por los hondureños lo que no podamos hacer por nosotros mismos.