Abandonar “ambiciones de poder” pide a hondureños Iglesia Católica en homilía

Tegucigalpa – El párroco de la Iglesia Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, Juan Carlos Martínez, en la homilía de este domingo pidió a los hondureños abandonar sus “ambiciones de poder” como un acto de negación a sí mismo.

“Negarse a sí mismo quiere decir no estar centrado en sí mismo de manera egocéntrica sino en el otro, es decir, en amar de verdad en liberar nuestra capacidad de amar gratuito en definitiva es como si les dijera se trata de renunciar a sus ambiciones de poder, a sus necesidades exageradas de ser importantes y a sus intereses personales”, reflexionó el párroco.

Explicó que, se trata de renunciar a sí mismo y hasta quizás perder la vida por el evangelio de Cristo.

El sacerdote no se dirigió a ninguna clase social en su mensaje pero se colige una referencia a la clase política de Honduras.

El país centroamericano se encuentra sumergido en una crisis socio-política desde el 26 de noviembre de 2017 cuando se desarrollaron las Elecciones Generales que le dieron la reelección en la presidencia a Juan Orlando Hernández.

Con base en lo anterior, se responsabiliza a la clase política de la actual crisis que se suscita en Honduras.

No obstante, el ápice del mensaje dominical es la reflexión sobre quién es Jesús para la sociedad Hondureña.

“Jesús nos invita a perder no lo esencial de la vida sino lo efímero, lo ilusorio… hay que subrayar que dice por mí”, acentúo el religioso.

Seguidamente, invitó a la luz de la palabra hacer de Jesús el “centro de nuestras vidas”.

“Tú eres la fuente de nuestra vida y nuestra alegría”, cerró el religioso en su mensaje correspondiente a la homilía de este domingo 16 de septiembre.

A continuación Proceso Digital reproduce la lectura del día.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesárea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»

Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad.

Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

 

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