Por: Julio Raudales
Dicen que Valle fue el primer economista centroamericano y al leer sus páginas en “El amigo de la patria”, aquel periódico que con gran maestría editaba semana a semana desde Guatemala a principios del siglo XIX, no puedo estar más de acuerdo.
Ese señor de ceño fruncido y barbilla partida, mirada solemne y terno impecable, que mis manos infantiles pegaban en los álbumes de cada septiembre en la escuela, es sin duda el mayor constructor de lo que somos como nación en este sufrido y convulso istmo.
También lo recuerdo por la mención de mis maestros en la Facultad, cuando exploraba con curiosidad los libros de teoría e inquiría con pasión algunos de los más bellos textos de historia económica que me hacían soñar con notables personajes entregados al estudio de la razón y la riqueza humana.
Me fascinaba pensar que don José Cecilio Díaz Del Valle mantenía contacto epistolar con gente tan ilustre como David Ricardo o Jean Baptiste Say, que seguía con acuciosidad a Malthus y Stuart Mill y que creyó, como alguna vez yo también, que estas Honduras podrían ser tan prósperas e igualitarias como Francia, Holanda e Inglaterra. ¡Qué pena que las cosas nunca pudieron suceder tal y como lo soñaba el prócer!
Esta reflexión sobre el único hombre al que los hondureños hemos tribuido el título de “sabio”, obliga a pensar en la contraparte, en todos los demás, en quienes no somos sabios y por consiguiente devenimos a imitar su ejemplo. ¿Qué epíteto sería el más justo para denominarnos adecuadamente? No es fácil pensar en uno que nos abarque a todas y todos, pero me atreveré a llamarnos “idiotas”
Pero no como insulto ni ofensa. Me voy a referir aquí a un idiota en su exacto sentido originario. Viene del griego “idios” que quiere decir: lo propio.
Idiotas, en su sentido amplio, eran los griegos que vivían más en lo propio que con los otros, o lo que es lo mismo, a los que importaban más sus asuntos privados que los de la polis. En breves palabras, los que no hacen política.
Siguiendo las enseñanzas de Aristóteles podemos distinguir entre idiotas naturales e idiotas por elección. Según el filósofo ateniense, esclavos y mujeres eran idiotas naturales. Los primeros, no porque fueran tontos – entre los esclavos había filósofos y grandes pedagogos – sino porque en su gran mayoría eran extranjeros y no debían entrometerse en asuntos públicos que no les incumbían. Las segundas, porque las mujeres eran propiedad de los hombres. Es cierto, esta situación ha variado notablemente en nuestro siglo y las mujeres, no solo han demostrado mayor pericia política que los varones, sino que una mayor proensión a la sabiduría.
Y traigo esto a discusión, porque, aunque han pasado 24 siglos desde que el gran maestro de la lógica nos mostrara las ventajas de fortalecer la polis, pareciera que en Honduras hemos hecho poco para comprender la importancia de salir de nuestra idiotez supina y entregarnos a la sabiduría, es decir, al manejo de la vida propia que, en la búsqueda del bienestar personal, concentra y profundiza esfuerzos en el bienestar ajeno, en la convivencia armónica y por tanto en la política sana. Creo y no temo equivocarme, que es en ello que se encierra el espíritu del sabio Valle.
Y es en ello en lo que José Cecilio enfocó sus esfuerzos: Valle entendía que el primer deber de una ciudadana o ciudadano es pensar en función de su entorno. Esto no lo hacía menos liberal y proclive a buscar el bienestar y la libertad propias. No debería ser difícil entender que solo con trabajo consciente y honesto, con la suma de los esfuerzos individuales en pro del logro de los anhelos propios y de nuestras hijas e hijos, es que nuestras sociedades pueden cambiar para bien. Valle lo entendía por nosotros ¿Qué nos pasó?, ¿En qué momento perdimos la ruta?
Me parece que son preguntas propicias para celebrar de forma adecuada el natalicio del primer economista centroamericano, de recordar que es un orgullo que haya sido en Choluteca y de volver a leerlo en las escuelas, en la Universidad y aun en nuestras empresas y oficinas, para que quede claro que solo pensando en la “Polis” de manera inteligente y fecunda, podremos retomar el sueño de Valle, Morazán y todos aquellos de quienes, de verdad, si podemos aprender para la vida.