Elecciones en USA

Luis Cosenza Jiménez

En una semana, Estados Unidos elegirá un nuevo presidente.  En la contienda triunfará el expresidente Donald Trump o la vicepresidente Kamala Harris.  Se espera que el certamen sea muy apretado y que al final se defina en función de la votación en siete Estados clave, Carolina del Norte (donde hay un importante grupo de migrantes hondureños), Georgia, Pennsylvania, Arizona, Nevada, Wisconsin y Michigan.  El sistema electoral estadounidense fue diseñado a proteger a los estados menos poblados de los más poblados.  Esa fue una decisión tomada conscientemente a fin de lograr la unión de todas las entonces colonias y así forjar la nueva nación. En efecto, se trata de una elección de segundo grado que se lleva a cabo mediante el llamado Colegio Electoral.  Hay quienes critican la elección de segundo grado, pero seguramente quienes crearon la nueva república pensaron que era el mecanismo idóneo para asegurar el futuro de la naciente nación.  Como resultado, su creación, única en el mundo en aquel momento, evolucionó y produjo el país más poderoso del mundo.  Habiendo dicho esto, en la actualidad el país se encuentra polarizado y dividido casi en partes iguales entre los dos partidos tradicionales, Republicanos y Demócratas, y sus candidatos.  Los contrincantes se ven como enemigos y no como adversarios políticos. La situación es preocupante, pero Estados Unidos ha mostrado una resiliencia extraordinaria que permite suponer que superará lo que actualmente se percibe como una crisis.  Lo importante es analizar el impacto que estas elecciones tendrán sobre nosotros.  Veamos qué podemos esperar.

Como el papa Francisco ha dicho con referencia a los dos candidatos, se deberá escoger al menos malo.  Ninguno de los candidatos entusiasma y, como siempre, la política exterior no interesa a los votantes.  Les preocupa su bolsillo (la economía y los impuestos) y su seguridad (la migración ilegal).  Todo lo demás, incluso el tema del aborto que es parte fundamental de la campaña de Harris es secundario.  Sabemos que Trump promete una política migratoria dura, basada en la deportación masiva, y nada más.  No sabemos cuál será la política de cualquiera de los dos en cuanto a las autocracias/dictaduras que se han fincado en tres países de nuestro continente, ni las medidas que tomarán para la protección de los derechos humanos y el ambiente, ni como promoverán la paz y el bienestar económico de nuestras incipientes e imperfectas democracias. 

Es posible que seamos nuevamente condenados al olvido, particularmente si consideramos las continuas agresiones verbales de nuestros gobernantes en contra de Estados Unidos.  Pero supongamos por un momento que nos toman en serio y nos invitan a dialogar sobre nuestras relaciones.  ¿Qué deberíamos plantear?  Me parece que el primer punto debe ser la protección de nuestros migrantes, lo cual implica que deben contar con un camino seguro y sencillo para lograr la residencia y la ciudadanía, comenzando con una ampliación del TPS.  En segundo lugar, una ampliación importante a los permisos temporales de trabajo.  En tercer lugar, un tratado de impuestos que permita que las empresas estadounidenses paguen impuestos en Honduras por las utilidades que generan en nuestro país y que luego puedan deducir ese pago de los impuestos que deben pagar por concepto de su renta global. Esto haría innecesario el otorgamiento de exoneraciones por parte nuestra y así se lograría captar más recursos para invertir en nuestro desarrollo, generando empleo y reduciendo la pobreza y la migración.  Finalmente, la pronta adopción de un tratado de extradición ya sea poniendo nuevamente en vigencia el que todavía está vigente, o acordando uno nuevo, pero siempre recordando que este es un tema urgente.  Me parece que estos son los temas clave.  Lo importante, lo fundamental, es que busquemos afanosamente el diálogo y que procuremos el bienestar de nuestra población, incluyendo a los migrantes, y que estos conceptos guíen nuestra política exterior. Poco o nada gana nuestra población con que se elimine sanciones impuestas a tres dictadores latinoamericanos.  Basados en nuestros principios cristianos debemos recurrir al pragmatismo y no a la ceguera ideológica, para conducir nuestra política exterior.

Como mencionaba antes, Estados Unidos está en una situación compleja, con la población dividida y polarizada.  Hay quienes hablan de una posible guerra civil.  No obstante, esa nación cuenta con instituciones muy sólidas que le han permitido superar una guerra fratricida alimentada por la esclavitud, una profunda crisis causada por la guerra en Vietnam y las protestas violentas y destructivas generadas por la discriminación racial.  Mientras la Unión Soviética implotó y desapareció, Estados Unidos ha surgido fortalecido de las pruebas que ha sufrido.  Eso permite suponer que saldrá bien librado del actual reto y que seguirá siendo nuestro aliado natural.  Bien haremos en ver cómo podemos apoyarnos mutuamente y en el proceso apoyar a nuestros compatriotas que han migrado a esa nación.

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