Doha – «Sin una buena defensa, no se gana el Mundial», asegura Didier Deschamps, que sabe de lo que habla. Hace cuatro años, el seleccionador francés forjó su victoria en Rusia en la solidez de su sistema defensivo, un caparazón que ha perdido robustez en 2022.
Camino de su segundo Mundial, Francia dejó su portería a 0 en cuatro de los seis partidos que le condujeron a la final. Solo Australia en el primer partido, marcado por los nervios y la tensión del debut, y Polonia, en unos octavos de ida y vuelta con mucha pegada en ambos conjuntos, lograron superar la barrera francesa.
Francia recibió 4 goles en seis partidos antes de la final, uno de los ratios más bajos de la competición, mientras que marcó diez, una de las más goleadoras.
Por delante de Hugo Lloris, que fue el segundo portero más valorado, tras el belga Thibaut Courtois, Deschamps creó un armazón consistente, con Benjamin Pavard en el lateral derecho, Raphael Varane y Samuel Umtiti en el eje de la zaga y Lucas Hernandez por la izquierda.
Por delante de ellos, Ngolo Kanté y Paul Pogba como pivotes, reforzados por Blause Matuidi cuando la entidad del rival lo exigía.
El caparazón dio buenos resultados si se excluye el duelo contra Argentina de octavos, cuando fue perforado en tres ocasiones, la última de ellas en el descuento y cuando el pase a cuartos ya estaba muy encarrilado.
La defensa francesa rindió auténticas lecciones de solidez, sobre todo en la semifinal contra Bélgica, cuando salvaguardaron el gol logrado por Umtiti de las embestidas de los «diablos rojos» de Roberto Martínez.
Cuatro años más tarde, Francia no da la misma sensación de solidez. Es cierto que solo ha recibido un gol más que en 2018, pero también lo es que solo contra Marruecos en semifinales ha conseguido dejar su portería a 0. Y los «leones del Atlas» pecaron de falta de puntería, porque dispusieron de suficientes ocasiones como para merecer, al menos, un gol.
MENOS HERMETISMO QUE EN 2018
Deschamps no ha sabido dotar a su zaga del mismo hermetismo que tuvo en 2018, en buena medida porque ha optado por una táctica más ofensiva.
Jules Koundé por la derecha y Theo Hernandez por la izquierda tienen una mayor proyección en el ataque, mientras que el centro del campo también está más pensado para hacer daño que para aguantar los golpes del rival.
La presencia de Greizmann como tercer hombre en el medio está siendo la principal seña de identidad de la Francia de 2022. El jugador del Atlético de Madrid se está multiplicando en sus labores ofensivas y defensivas, convertido en el pulmón del equipo, pero eso expone más a sus compañeros.
Entre los dos pivotes, Aurelien Tchouaméni y Adrien Rabiot, el segundo ha tenido que ser frenado en varias ocasiones por Deschamps para que no se lanzara demasiado al ataque.
Además, el madridista y el juventino apenas han compartido minutos en nueve partidos, lejos de la complicidad que mostraban Kanté y Pogba.
El seleccionador ha tenido que frenar el impulso ofensivo también de Theo, que no tiene la misma disciplina defensiva de su hermano Lucas, al que ha sustituido tras la lesión sufrida por este en el primer partido de Francia, que le obligó a abandonar la expedición.
Su banda, que comparte con Kylian Mbappé, necesita hacer daño para no quedar expuesta, como se vio frente a Marruecos, cuando fue la principal grieta abierta por los magrebíes.
El centro de la zaga tampoco ha sido tan estable. Los problemas que arrastraba Varane antes de llegar a Catar le obligaron a perderse el primer partido y, aunque luego se ha asentado en el «once», Francia apenas ha repetido defensa en sus partidos.
Dayot Upamecano, que parece cobrar peso como acompañante de Varane, ha sufrido un proceso de fiebre que le obligó a perderse el último partido y ha compartido el puesto con Ibrahima Konaté, titular en tres partidos.
Nada que ver con la estabilidad de la zaga de 2018, que no varió más que cuando en el tercer partido de la fase de grupos el técnico decidió dar descanso a los titulares al tener ya garantizada la clasificación.