Buenos Aires – La furia por la ‘Scaloneta’ ha arrancado con caras largas en el país de Messi. En Argentina, a 13.000 kilómetros de Catar, miles de hinchas se han atragantado con el desayuno por la derrota de la Albiceleste en su debut en el Mundial ante Arabia Saudí (1-2).
«La verdad es que no lo esperábamos; pensábamos que era un partido ganado, listo y comido», cuenta a EFE Rocío, una joven de la provincia de Formosa que, como cientos de personas más, decidieron ver el encuentro ante la pantalla gigante que la ciudad de Buenos Aires instaló en pleno barrio de Palermo.
Junto a ella, Cristian, de Salta, se mostró convencido de que hay que pensar ya en el próximo partido, el sábado, frente a México, y apoyar a Argentina. «La esperanza no se pierde nunca», remata ella, sin signos de sueño pese a haber estado trabajando toda la noche y haber ido directamente a ver el partido.
Un madrugón que, pese a todo, valió la pena: el partido comenzaba a las 7 de la mañana (10.00 GMT) y eso no impidió que multitud de familias y amigos se juntaran en casas, bares o plazas en torno al mate, a una picada de embutido, a un café o a lo que hiciera falta para festejar la pasión por su selección.
Apesadumbrado, Nicolás, uno de los hinchas más llamativos de la concentración en la plaza porteña, por su indumentaria albiceleste y cara pintada de azul y blanco, no ocultó su pesar: «Muy decepcionado, porque nos anularon tres goles (por fuera de juego), llegaron dos veces y las dos veces convirtieron y fuimos. No cuadra», aseveró.
«Yo quiero salir campeón, aunque hayamos perdido. Los otros partidos los ganamos por el resultado que sea, pero tenemos que estar arriba en lo más alto», sentenció.
LA PASIÓN EN LOS BARES
En el bar Pindal, en el barrio de Villa Urquiza, la alegría momentánea por el 1 a 0 de la primera parte, antes de toparse con la sorprendente remontada de Arabia Saudí nada más comenzar la segunda, esperanzó a los muchos clientes que se ahogaban en el café y las sabrosas y típicas medialunas (cruasanes) porteñas.
El gol de Messi (de penalti), y los anulados por fuera de juego que llegaron justo después, desataron por completo a los camareros, cada uno ataviado con su respectiva camiseta de la ‘Pulga’. Entre ellos, Silvio Santillán, desbordante de alegría, sin parar de cantar y vitorear a su equipo.
Según cuenta, uno de los principales atractivos del establecimiento es la promoción de café con leche con medialunas en honor al fallecido Diego Maradona, la estrella omnipresente en cualquier quedada futbolera que se precie en Argentina.
Poco después de las 7 de la mañana ya se habían despachado, tanto en el bar como en la confitería aneja, miles de cruasanes entre los clientes, muchos de los cuales hicieron cola desde las 6 de la mañana (9.00 GMT) para entrar.
En las escuelas, el Mundial también está siendo toda una celebración. «Una gran cantidad de escuelas y provincias han decidido ver los partidos de Argentina en la escuela y la ciudad de Buenos Aires decidió que cada escuela haga lo que quiera», dijo el ministro de Educación, Jaime Perczyk, en declaraciones radiales.
La pasión en otros lugares como Córdoba lleva a que allí, un nuevo mural de 144 metros cuadrados homenajee a Messi con una línea de tiempo con imágenes que describen su vida hasta convertirse en, para muchos, el mejor jugador del mundo. En la misma ciudad, otros artistas locales definen homenajes tanto al capitán albiceleste como al recordado Maradona -de cuyo fallecimiento se cumplen este viernes dos años- y el cordobés Mario Kempes.
Sin contar la explosión de afán mundialista en Rosario, ciudad natal de la ‘Pulga’, donde los murales y pinturas que homenajean desde hace tiempo a su hijo predilecto se reproducen sin parar en las calles y donde, cómo no, se mantiene la ilusión por que ‘Lio’ vuelva a su casa, por fin, con la Copa del Mundo.
Emociones a flor de piel que llevan a todos los argentinos, de norte a sur y este a oeste, a cruzar los dedos por que la Albiceleste remonte este mal comienzo y den una alegría sin parangón -la que sería su tercera estrella mundialista- a un país acostumbrado a las decepciones. (RO)