Reelección

Por: Luis Cosenza Jiménez

Tal como lo habíamos previsto, los políticos profesionales, obsesionados por mantenerse en el poder, han decidido que lo más importante, al menos para ellos, es permitir la reelección presidencial. Haciendo gala de su desprecio por las prioridades del pueblo han optado por sumirnos en una discusión innecesaria, o al menos inoportuna, que llevará al descuido de nuestros verdaderos problemas y a la división de la sociedad.

Relegado quedará el combate contra la inseguridad, olvidada resultará la lucha contra la pobreza y descuidado será el combate contra la corrupción. En caso que el lector no lo haya notado, se trata de una obra en dos actos. El primero consiste en despenalizar la promoción de la reelección, y el segundo en la presentación de otro recurso de inconstitucionalidad para eliminar la prohibición de la reelección. Según entiendo, algunos ex presidentes, alegando que la prohibición afecta su derecho a ser electos, firmarán el recurso para eliminar la prohibición de la reelección. Sin embargo, por temor a ser enjuiciados, han solicitado que primero se despenalice la promoción de la reelección. Por esa razón un grupo de diputados ha presentado el recurso ya de todos conocido. Solo los ingenuos pueden pensar que se trata de la defensa del derecho de libre expresión. Es tan solo el primer acto de esta tragedia que se proponen imponernos. Pero veamos por qué se trata de una tragedia.

Primero, entendamos que el argumento que se presentará para sustentar la supuesta violación al derecho a ser electo en el caso de los ex presidentes, sirve igualmente para defender la reelección inmediata e infinita. Si partimos de la necesidad de obedecer los dictados de la lógica, entonces veremos que si aceptamos que nuestra constitución viola los derechos de los ex presidentes a ser reelectos, igualmente violaría tales derechos si no se les permite ser reelectos inmediatamente después de completar su período. Por supuesto que lo mismo ocurriría si pretendemos limitar el número de veces que pueden ser reelectos.

En pocas palabras, el camino que trazan los políticos profesionales indefectiblemente nos llevará a presidentes que eternizarán en el poder. Si tiene alguna duda, estimada lectora, vea lo que ocurre en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Según entiendo, a Bolívar se le pidió que preparara una constitución para la naciente Bolivia, y lo que propuso fue una presidencia vitalicia y hereditaria. Con el tiempo, esa propuesta, por disparatada que pareciera, ha cobrado vida en Venezuela, con la única excepción siendo que la paternidad física fue sustituida por la paternidad ideológica. Este enfoque no ha cobrado vigencia en los otros países que cuentan con presidentes eternos, pero no me sorprendería que eventualmente sea adoptado por todos. De cualquier forma, es evidente que la reelección ha llevado a personajes que eternizan en el poder, y no veo razón alguna para suponer que el resultado sería diferente en nuestro caso.

Por otro lado, a medida que los presidentes eternizan, concentran más y más poder, hasta que la democracia languidece y muere. Desaparecen la separación de poderes y los pesos y contrapesos. En efecto, lo que resulta son regímenes autoritarios electos popularmente y que violan los derechos de todos aquellos a quienes ven como enemigos. La concentración del poder se vuelve absoluta, y como se ha dicho reiteradamente, el poder absoluto corrompe absolutamente. Al no haber pesos y contrapesos, ni existir la posibilidad de ser desplazados del poder, la corrupción se entrona. Recuerde usted que, según Transparencia Internacional, Venezuela es el país más corrupto del Continente.

Ya vimos que las ansias de reelección de don Manuel Zelaya llevaron a que los dineros salieran en carretilla del Banco Central. Me atrevo a pensar que un presidente obsesionado con su reelección hará hasta lo imposible por lograrla y en esos casos los dineros saldrán, no en carretilla, sino que en camiones. ¿Es esto lo que deseamos para nuestro país, presidentes eternos y los más altos niveles de corrupción? Recuerde, estimada lectora, que para comprobar lo que aseveramos basta con dirigir los ojos a Venezuela.

A mi juicio, los promotores de la reelección desdeñan nuestra Constitución y se rehúsan a aceptarla como la ley primordial y absoluta de nuestra nación. Para ellos, nuestra Constitución está supeditada a normas y tratados internacionales que los hondureños no podemos violar. Ellos no conciben que los hondureños nos demos nuestra propia Constitución, limitando algunos derechos en aras de proteger el bien común.

Eso fue lo que lo que se hizo al acordar la Constitución vigente. Es posible que algunos de nuestros acuerdos se debiliten o deslegitimicen con el paso del tiempo, pero en ese caso lo que procede es que se le consulte al pueblo y no que se busque imponer la voluntad de unos pocos por medio de fallos de la Corte Suprema. Después de todo, todavía está muy fresca en la memoria de los Magistrados la destitución, sin fundamento, de cuatro integrantes de la Sala de lo Constitucional. Como mínimo debemos exigir que, si hemos de embarcarnos (equivocadamente, a mi juicio) en el debate de la reelección lo hagamos por medio de una consulta al pueblo.

Los políticos profesionales suponen que lograrán su propósito dada nuestra pasividad e indiferencia. Si usted, estimado lector, está igualmente preocupado por lo que ocurre, levante su voz y haga saber cuál es su posición. No permitamos que nos arrebaten nuestra naciente democracia. No integremos el grupo de aquellos que son ciegos por no querer ver.

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