Economía Política de las Remesas en Honduras

Por: Ricardo Puerta
 
Tegucigalpa.- El 28 de octubre pasado tuve la oportunidad de animar el Foro sobre “Remesas en la Economía Hondureña: Peculiaridades”, que empezó con una exposición mía sobre ese tema y se extendió por unos 45 minutos de preguntas, respuestas, y diálogos entre los asistentes.

El Foro es parte de la reunión semanal del Grupo de Reflexión y Acción/GRA, auspiciado por el Instituto de Investigación y Formación Social Cristiano/ISC, que coordina el economista Ramón Velásquez Nassar, ex – Vicepresidente del Congreso de Honduras. El GRA es una iniciativa del Instituto y las ideas que ahí se debaten no necesariamente coinciden con las posiciones oficiales del ISC.
Agradezco tener la memoria de la reunión a Roberto Vallejo, el colega que habitualmente documenta el contenido de cada Foro.
Voy a dividir todo el material que produjo el Foro en dos entregas. La primera sobre “Remesas” y la segunda, que publicaré después por este mismo medio, se titula “El crecimiento desordenado del sistema financiero”. Empecemos con las remesas:
 
1.    Las cifras oficiales confirman que en el período que va de 1998 al 2015, solamente en 2009 las remesas familiares tuvieron una disminución de US$ 302 millones, equivalente al 11% con respecto al año anterior. En todos los otros años la constante ha sido el crecimiento, en dos dígitos en los primeros ocho años (1998-2006) y de un dígito de ahí en adelante, a una media de 6.5%. En el período de 18 años en total (1998-2015) la remesas han crecido 16 veces, pasando de 220 millones de US dólares   (en 1998) a 3,700 millones de US dólares (estimado en el 2015). Las estadísticas anteriores demuestran que si comparamos los montos anuales de remesas en relación a otros indicadores macroeconómicos claves –como son inversión extranjera, cooperación, maquila y exportaciones – las remesas continúan siendo el mayor estabilizador económico del país como generador de divisas. Aunque demostrando la falta de compromiso de la clase dirigente –políticos, empresarios y funcionarios– con el desarrollo del país porque no hay una correspondencia entre el apuntalamiento que desde el exterior logra la diáspora hondureña en las finanzas públicas de este país y lo que el Estado hondureño hace en favor de ellos, familiares y comunidades de origen incluidas.
 
 
2.    A nivel micro, personal y familiar, las remesas tienen una historia algo cuestionable. Toda remesa exige que haya un migrante que desde Honduras se haya ido antes para que desde afuera sea un remitente de remesas. Su ida de Honduras empieza con internarse en la ruta para llegar desde su comunidad de origen a un lugar en Estados Unidos. 9 de cada 10 hondureños emigrados prefieren ese destino… El viaje por tierra hasta el lugar final toma un promedio dos semanas. El migrante se mueve en la travesía sin la debida documentación y con la asistencia de un coyote, que cambia de país en país durante la ruta.
Este tipo de migración desordenada, indocumentada, gestionada y manejada por coyotes, movida por tierra, atravesando varios países, enfrentando altos riesgos, costosa y gran violadora de derecho humanos predomina, casi totalmente,  en la migración internacional hondureña desde 1998 hasta hoy. A pesar de los altos costos humanos y económicos que tiene, cambiarla por una política de migración con desarrollo es lo que menos le interesa al Gobierno hondureño, en base a las políticas, programas y proyectos que no emprende. Su vigencia y aceptación en parte es explicable. Quienes se van de Honduras equivalen a una válvula de descompresión por estar fuera del país. No exigen los servicios sociales y públicos que a diario demandarían en salud, educación, vivienda, transporte, etc., si se hubiesen quedado aquí.
La indolencia gubernamental se hace aún más obvia cuando se ve el continuo celo con que el Banco Central/BHC de Honduras, monitorea los montos, crecimiento y proyecciones de las remesas recibidas, a diario. En argot oficioso se perciben como “vientos externos que nos ayudarán en el crecimiento económico del próximo año”.
Hasta hoy ningunaentidad del gobierno hondureño publica datos confiables y actualizados –como sucede con las remesas– sobre el número de hondureños que salen a diario del país, aun cuando la migración masiva de nacionales hacia el exterior empezó tras el Huracán Mitch, en 1998, y hasta hoy en volumen por año llegan –entre 60 mil y 100 mil—aunque esos datos son meros estimados. 
 
Lo que  envía un migrante hondureño como remesas a sus familiares y amistades en los dos primeros años  después que se va de Honduras se destina mayormente a pagar la deuda que contrajo el migrante y sus parientes para cubrir los gastos del viaje “del que se fue”. Después de esos dos primeros años, las remesas se usan para cubrir gastos de subsistencia –comida, ropa, alquiler de casa– y en menor proporción, para la compra de artículos de uso duradero en el hogar –menaje, línea blanca y electro-domésticos–  y para cancelar gastos en educación y salud. En casos excepcionales en que las remesas recibidas van a inversiones – en vivienda o en la creación de una empresa o un empleo– hay otras fuentes de ingresos adicionales en el receptor, sea persona u hogar.
 
Pero también hay otra parte preocupante de la cual poco se habla. Desde el 2008, el Embajador de USA, Charles Ford, denunció que una buena parte del total de las remeses llegadas a Honduras desde el extranjero correspondían a dineros de “dudosa procedencia”. Días después de esa declaración, Mel Zelaya, todavía Presidente de Honduras, en un tono algo molesto, dijo que “Ford declaró esta semana a medios locales que el 30 por ciento de las remesas familiares que Honduras recibe desde Estados Unidos son producto «del lavado de activos y el narcotráfico». 
 
3.    El tiempo ha confirmado la veracidad de las declaraciones del Embajador y el mecanismo que mueve esa fuente dudosa se ha ido afinando bajo la forma del llamado “pitufeo”. “…estructuración, “pitufeo” o “trabajo de hormiga”. Consiste en realizar pequeños depósitos con el fin de eludir el registro y reporte respectivo de transacciones en efectivo que superen una determinada cuantía”. “El nombre de “estructuración” o “pitufeo”, se debe a que uno o varios individuos (“pitufos”) son los que se encargan de hacer múltiples transacciones que aisladamente no representan cuantías considerables pero que en conjunto constituyen una suma importante”. Los testaferros una vez que reciben en Honduras la remesa “ajena”, la entregan a su destinatario final y reciben por ella hasta un 10% de “comisión”. Si a alguien –como un receptor “avivado”– se le ocurre quedarse con la cantidad retirada, generalmente paga con su vida. Al presente, el pitufeo sigue funcionando, aunque con más complicaciones porque la Comisión Nacional de Bancos y Seguros/CNBS de Honduras rebajó de US $ 10,000 a US$2,000 el monto máximo que legalmente puede recibir una persona en un envío de remesa en un día.
 
4.    El dinero ilegal circulando como remesas tiene efectos negativos en el sistema financiero nacional e internacional, su fuente “natural” de depósito y otras transacciones. Sin duda, esos montos mezclados con fondos legales en el sistema financiero genera consecuencias funestas también en el país en general, y más en Honduras, nación con alta debilidad institucional. Aquí es un hecho reconocido que a diario hay lavado de dinero, y sus delitos predecesores, están en asocio directo con esquemas criminales transnacionales, así como con problemas de corrupción e impunidad en el Estado. Ello afecta no solo la convivencia democrática del Estado de Derecho, sino también la gobernabilidad de la nación.
Ante un hecho tan reconocido, se vuelve analítica la pregunta si hay un indicador convencional, que si solo, nos informe si en un país cualquiera hay o no fondos ilegales o criminales mezclados con las remesas. Y en tal sentido, años atrás, en una reunión regional de investigadores de remesas le hice esa pregunta al economista Manuel Orozco, el gurú de las remesas en América Latina, y actual Director del Programa de Remesas y Desarrollo del Centro de Estudios Diálogo Interamericano. En esencia, así interpreto lo que me respondió el colega Orozco: si el país receptor produce petróleo, el porcentaje de dinero ilícito se mantiene disfrazado de remesas en la economía nacional y no pasa de un dígito en relación al total del producto interno bruto/PIB. Pero si se trata de un país no productor de petróleo, ese porcentaje con facilidad supera el 15% del PIB no nacional. En la categoría de países más dependientes de remesas, en base a su porcentaje en el producto interno bruto, continúan siendo en América Haití (22%), Honduras (18%), El Salvador (17%) y Jamaica (16%), según informe del Banco Mundial (BM).
 
5.    La reciente medida del gobierno hondureño de pagar en dólares el valor de las remesas, es un indicador de que la economía del país sigue dolarizándose. Los efectos negativos que esta medida pudiera tener en inflación, cuenta corriente, etc., están directamente relacionados con la educación financiera que tengan los receptores de las remesas. Así lo demuestra lo que viene haciendo el “Instituto de los Mexicanos en el Exterior”, en colaboración con diversas organizaciones sin fines de lucro, bancos, uniones de crédito y compañías de envío de remesas. Tal conjunto de actores ha impulsado acciones para difundir programas de educación financiera dirigidos a la población de habla hispana. Con ello, buscan capacitar a los mexicanos en el exterior en materia de intermediación financiera para facilitar su acceso a mejores servicios y contribuir a elevar su nivel de vida. Asimismo, pretenden divulgar información con miras a propiciar la competencia en el mercado, reducir el costo en el envío de las remesas y promover el uso productivo de las mismas”. La CNBS de Honduras tiene un programa algo parecido aunque todavía no ha logrado en alcance e impacto ya obtenido en el usuario financiero por su homólogo mexicano.
 
6.    En el caso de Honduras los reguladores bancarios del gobierno norteamericano han descubierto una incongruencia entre los ingresos que devengan los inmigrantes hondureños como asalariados de ese país y los montos de que envían a sus familiares en Honduras en forma de remesas. Pareciera que un buen número de hondureños ahorran y mandan a su país dineros en forma de remesas que no son parte de sus ingresos laborales, y que por lo tanto, insinúan ser de “dudosa procedencia”, tal como las calificó el embajador Ford en su oportunidad. Ello ha llevado a endurecer los controles y al retiro de efectivo de bancos, cuando la transferencia de dinero proviene del exterior. “Esto está transformando el negocio y podría incrementar los costos de las transferencias internacionales de dinero”, comentó Manuel Orozco, en el 2014.
Pero a pesar de tal endurecimiento en controles vigentes por parte de los organismos reguladores, todavía fue posible que en Honduras el Banco Continental, ahora liquidado, se vinculara por los últimos 10 años consecutivos con lavado de dinero y acciones de narcotráfico. El Banco, como holding financiero del Grupo Continental, fue incluido en la lista negra de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Gobierno de Estados Unidos. Y en Honduras, Jaime Rosenthal Oliva, que encabeza el Grupo Continental, tiene otro proceso judicial por defraudación fiscal y falsificación de documentos públicos por el cual tiene arresto domiciliario. En diciembre de 2014, la revista Forbes realizó una selección de los 12 millonarios más importantes de Centroamérica, y en la clasificación, Jaime Rosenthal Oliva ocupó el sexto puesto. En Honduras, México y países similares con bajo costo de vida y debilidad institucional, la corrupción política es la principal fuente de lavado de dinero internacional.
 
En conclusión, la Política Económica del país la definimos todos y cada uno de nosotros, como usuarios de las instituciones financiera s y bancarias del país, a través de nuestras conductas civiles, económicas, políticas y sociales, cruzadas todas por criterios éticos. Quienes de verdad ansían una   Honduras distinta deben evitar que más políticas públicas se decidan para institucionalizar más la corrupción. Es ahí donde se encuentra la causa primera de la acumulación incontrolada y dañina que caracteriza al actual sistema capitalista hondureño. Ello da como resultado un régimen político oligárquico y excluyente a nivel nacional. En Honduras el crecimiento anual del PIB, con muy pocas excepciones, siempre va a parar y en mayor proporción, a los bolsillos de los mismos grupos y personas que históricamente han sido “los beneficiados”. Esa dinámica finalmente refuerza, en lo político, la plutocracia que nos rige, entendida como el poder, influencia o preponderancia de los ricos en el gobierno. 
 
Como es conocido el funcionamiento y desempeño de otros países capitalistas, el crecimiento anual logrado en Honduras podría ser distribuido de otra forma, si estuviera regido –con voluntad política que no hay– por un régimen basado en la propiedad privada, pero en esencia solidario y sostenible, que destaca en particular el valor social e interés común de la empresa. Que no solo limite la acumulación excesiva de la riqueza en pocas manos, sino que además le exigiría al empresario establecido y al nuevo emprendedor, demostrar que el desarrollo personal, familiar y empresarial es políticamente aceptable, si genera un bienestar generalizado, empezando por sus asalariados y la comunidad donde opera la empresa. Esto podría lograr el milagro, desconocido hasta ahora en Honduras, que en una década –o antes– modifiquemos radicalmente los fundamentos y mecanismos institucionales que por años han perpetuado en Honduras el crecimiento excluyente, el estancamiento económico y la desigualdad social.  Logros que serían ciertos si las grandes mayorías tuvieran una buena educación, cuidados de salud, un trabajo decente y una vejez segura en los jubilados y resto de los adultos mayores. Tan deseadas metas exigen evaluaciones periódicas de resultados y de impacto, hechas por entes independientes, que usen estándares y técnicas modernas de medición, propias del mundo actual tecnológico en que vivimos.
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