Espacio de luz

Julio Raudales
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” dijo el recordado presidente chileno Salvador Allende en su encendido discurso de la Universidad de Guadalajara unos meses antes de su martirio.

¡Cuanta verdad encierran estas palabras! Es la juventud la llamada a propiciar conciencia nacional, a generar los cambios necesarios para que nuestras sociedades avancen hacia un futuro mas humano y digno.
Pero no se nace joven, como dice José Ingenieros, la juventud se adquiere adoptando ideales y trabajando duro para cumplirlos.
En los últimos tres meses, la sociedad hondureña asiste indignada al despertar de sus raíces. ¡Ya era hora! dirán algunos. Y es así. Desde los estertores de la década perdida no se veía tanto entusiasmo y organización en pos de un objetivo. Y que bueno que esta vez ese horizonte es la lucha contra la impunidad, el deseo de cambiar esta realidad oscura que nos ha venido azotando desde que somos estado-nación. Y quien mejor para dirigir esta primavera que un grupo de jóvenes que buscan canalizar su indignación mediante un cambio para que estemos mejor.
En definitiva, quien se oponga a este proceso desconoce las lecciones de la historia, tiene su conciencia cauterizada y será aplastado por el peso inexorable de los cambios.
Solo quiero puntualizar en algunos elementos que creo imprescindibles para que los cambios sean efectivos, es decir, para que no se pierdan con los laureles de las victorias tempranas y la mano inexorable de las fuerzas reaccionarias.
Primero, creo que es fundamental la búsqueda del conocimiento; la primacía de la rigurosidad científica y el privilegio de la razón por encima de los impulsos sentimentales que, aunque positivos, deben ser direccionados precisamente por el saber que da la ciencia. En segundo lugar, considero que no es conveniente retroceder frente a las conquistas obtenidas. Hacerlo, aun con propósitos estratégicos, conlleva riesgos innecesarios y que casi siempre desembocan en fracasos inesperados. De ahí parte el tremendo peligro que entraña el cierre de nuestras universidades públicas, bajo pretextos que a todas luces son insustentables.
Soy profesor de la UNAH desde hace mas de una década y como tal me tocó ser testigo de cambios vivificantes y esperanzadores a partir del 2005, cambios que parecían imposibles en una institución que languidecía al compás de la política, la ideologización y la corruptela. Creo que ninguno de mis coetáneos podría decir, asistido por la razón, que este proceso ha implicado retroceso alguno en los objetivos que persigue la educación superior de nuestro país. Si bien es cierto no se ha avanzado de manera uniforme en todos los campos, no existe ni un solo centro regional, unidad académica, área del conocimiento o proceso institucional que no esté mejor hoy que hace una década. No podría asegurar lo mismo del resto de las instituciones nacionales.
De acuerdo al prestigioso Ranking Scimago de Universidades, la UNAH ha escalado casi 40 lugares en tan solo 7 años, lo cual constituye un record. Esto solo puede lograrse con trabajo continuo en todos los campos: mejora en infraestructura, investigaciones publicadas en revistas indexadas, mejora en calidad de docentes, producción científica hecha en colaboración con instituciones sociales, etc. NO es fácil acrecentar el prestigio de una institución, pero la UNAH ha probado que cuando se quiere, se puede: se ha duplicado el número de investigaciones indexadas, se ha quintuplicado la cantidad de nuestros estudiantes y docentes que ha salido del país para capacitarse en el exterior, ¡¡pero hace falta mas actitud!!
En los 15 meses que tengo de trabajar en el campo de las relaciones académicas internacionales he sido testigo de lo complejo que es la lucha por alcanzar reconocimiento en el campo intelectual. Una universidad no es tomada en serio si no profundiza en su rigurosidad académica. Ningún centro de estudios superiores con actitud timorata ante docentes, estudiantes e investigadores podrá descollar en lo que resta del siglo XXI y esta era exige mayor desarrollo en el conocimiento si queremos ganar competitividad como país.
Jóvenes estudiantes, jóvenes indignados: ¡si no levantamos nuestras expectativas jamás lograremos empleos dignos y mejoras en nuestros ingresos presentes y futuros! ¡Es necesario avanzar, crecer, pero ello exige mayor esfuerzo, menos horas de televisión y mas lectura, mas tiempo de calidad en las aulas y la biblioteca y menos fiestas! ¡Que la emoción que produce el rebelarnos, el indignarnos, no nos reste la capacidad de agachar la cabeza y estudiar e investigar! Ese, sobre todos los otros, debe ser el estandarte de lucha.
No cerremos la Universidad Pública, no volvamos al pasado oscuro… refugiémonos siempre en ese Espacio de Luz que en la lengua romana se dice LUCEM ASPICIO.
spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img