Sueño de una noche de verano

Por: Julio Raudales
Marzo y abril son meses de calor, divertimento y reflexión espiritual, pero también de esperanzas y sueños: para muchos compatriotas es la época de la siembra, de la preparación de la tierra en espera de las primeras lluvias.

Es muy triste, pero debemos aceptar que en pleno siglo XXI, de las más de un millón de hectáreas de tierra aptas para la agricultura que posee nuestro país, apenas un 15% pueden producir durante todo el año debido a la falta de tecnología agropecuaria y al uso inadecuado del territorio. Esa es la razón fundamental para que más del 80% de las familias que viven en el campo estén en pobreza. Es decir, si queremos asegurar un mejor futuro a la población, es indispensable acelerar el acceso a tecnología y riego en el campo, además de mejorar las habilidades de los trabajadores mediante una mejor educación y salud.
Pero traigo a colación la actual temporada veraniega aprovechando la sensibilidad de una época que nos remite a las Escrituras, por ello viene a mi mente un famoso pasaje del Libro del Génesis que narra la historia de José, el hijo de Jacob y de cómo podemos sacar algunas lecciones de política económica de la misma.
José quien había sido vendido por sus hermanos a unos mercaderes, fue a dar a Egipto. Allí logró ganarse la confianza del Faraón debido a que resolvió el enigma que el Rey de aquellas tierras había planteado a sus consejeros acerca de unos sueños, mismos que solo él tuvo la habilidad de visualizar con sentido práctico para la vida política de aquel tiempo. El lector o la lectora recordarán que el joven israelí le dijo a Faraón que pronto vendrían siete años de abundancia en el país, pero que posteriormente serán azotados por igual número de años de sequía y escasez. Hay al menos tres lecciones valiosas en la historia que pueden sernos de utilidad:
La primera es que José podría considerarse el primer economista que menciona la Biblia, ya que intuyó lo que en la profesión se conoce como “Ciclo Económico” que para el caso egipcio era de 14 años: 7 de expansión o crecimiento y empleo; y el resto de “recesión” económica o desempleo. Hay allí por tanto una teoría.
La segunda enseñanza, es que el joven esclavo hebreo le aconsejó al rey que ahorrara durante la época de “vacas gordas”, de manera que en la escasez dichos ahorros pudieran servir para abastecer a la población.  A esta acción se le conoció a partir del siglo XX, como política fiscal contra cíclica y según el gran economista John Keynes, consiste justamente en cobrar impuestos y bajar el gasto público cuando hay abundancia  (política fiscal contractiva), que fue precisamente lo que hicieron los egipcios, y en bajar los tributos y aumentar el gasto público durante los tiempos malos, es decir, usar “política fiscal expansiva” durante la recesión.
Lo curioso de lo anterior, es que muchos de nuestros políticos actuales que se consideran “keynesianos” hacen exactamente lo contrario: se dedican a gastar mucha plata en el periodo de abundancia, como fue el caso de 2005 a 2008 y después, cuando llegan las “vacas flacas” no les queda más remedio que subir impuestos y reducir el gasto social, como acabamos de vivirlo en Honduras.
Hay una tercera lección que pudiese servirnos. Jose le dijo además al Faraón, que buscara de entre los más sabios de la nación para que se hicieran cargo de administrar de la mejor manera posible el “ciclo económico” aquí vemos entonces el elemento institucional. Si el gobernante hubiese asignado esta tarea a una persona ignorante, a un compadre o a un corrupto, posiblemente Egipto habría sucumbido durante la hambruna. Pero la sabiduría del joven hebreo, hizo que el Rey no tuviera dudas y lo nombrara Gobernador.
Es decir, se pueden tener buenas ideas (teorías), también buenas políticas (como el Plan de Nación), pero si no se tiene una institucionalidad fuerte y la misma se socava fácilmente por la corrupción y los cambios políticos, habrá pocas posibilidades de desarrollo para el país.
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