Poderoso Caballero

Julio Raudales

En los últimos días han circulado noticias muy curiosas relacionadas con el dinero: por un lado, se rumora la puesta en circulación de un billete de mil lempiras y también se habla de la posible emisión de monedas para sustituir a los desvalorizados billetes de a uno y dos.

Pero la obsesión con el dinero es común y hasta cierto punto natural en la especie humana. El dinero es quizás el invento que más atrae a las personas desde hace muchos siglos y su afán de atesorarlo ha causado no pocas muertes. El asunto es que muy pocos entienden su naturaleza y es por eso que el uso del mismo causa tantos desafueros de todo tipo incluso entre algunos entendidos. Esto me recuerda al colega que en la actualidad preside la República de Ecuador, quien olvidando los más elementales cursos de teoría monetaria que seguramente estudió en la universidad, hace algunos años propuso con vehemencia la instauración de una moneda virtual que servirá para «facilitar» el comercio entre los países socios de la Alba.

¡Vamos a ver!, el dinero tiene al menos dos funciones primarias: por un lado, debe ser útil para el intercambio de bienes y servicios, esto implica que cualquier persona interesada en vender algo debe confiar en que los billetes a recibir le serán útiles para comprar más cosas; la otra es que nos permite sacar cuentas: sería muy tedioso e incómodo andar por ahí calculando cuántos capuchinos vale mi camisa.

En resumen, el uso del dinero reviste un sentido pragmático que no hay que olvidar nunca y para que de verdad sea útil, el factor confianza es imprescindible. A la luz de estas aparentemente simples premisas, podemos examinar los rumores que por ahí circulan.

En primer lugar refirámonos al SUCRE, el “genial” invento que allá por el 2008, Chávez, en su delirio imperialista, propuso para la creación de su propio «dólar bolivariano». Decía el hoy extinto presidente y el colega Correa le secundaba, que debido a la crisis estadounidense, el dólar ha perdido su prestigio, lo que hace necesaria la aparición de una alternativa.

Si bien es cierto, la crisis internacional nos enseñó que el dólar no puede ni debe seguirse considerando el gran patrón de intercambio en el mundo, cabría preguntarse qué beneficios traerá para Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador y el resto del subcontinente, el uso de un sistema de intercambio (moneda) común solo para ellos: En primer lugar el comercio entre estos países es ínfimo.

Para el caso, las exportaciones de Ecuador al resto de Suramérica son apenas el 18% de su total y el mayor cliente de Venezuela es curiosamente Estados Unidos.

Lo más seguro es que un exportador boliviano preferirá que le paguen en dólares o euros y no en sucres. Por otro lado, el uso de este esquema conlleva el riesgo de contagio de problemas monetarios entre sus usuarios; por ejemplo, mientras ecuador venció sus problemas de inflación, Venezuela tiene la más alta del mundo y creo que nadie desearía que Latinoamérica repitiese la terrible situación que en décadas pasadas tuvo a la región en la picota del mundo y que creíamos haber superado.

En Honduras, mientras tanto, se habla de acuñar monedas para sustituir los billetes de uno y dos lempiras. La idea no es mala. Debemos aceptar que los billetes de baja denominación son cada vez menos útiles: ¿Cuántas veces no se ha molestado usted porque le pagan o le dan cambio con un bulto de monedas de 5 ó 10 centavos? ¿Verdad que no es agradable andar en la cartera 20 billetes de a uno, que apenas le servirán para comprar un refresco? ¿Cuánto le cuesta al Banco Central mantener en circulación monedas que todo el mundo desprecia?

Hay que admitir que sería más práctico hacer una reconversión que elimine las monedas menos útiles y sustituirlas por otras de mayor denominación que sean más apreciadas. ¡Pero los metales son más caros!, argumentan las autoridades. Es cierto, sin embargo son también más durables y seguramente podrían sustituirse por las monedas de baja denominación como las de 5, 10 y 20 centavos.

En cuanto a los billetes de mil, no parecen ser muy útiles por ahora, sobre todo si consideramos que hemos tenido inflaciones bajas y el valor del lempira ha sido estable con respecto al dólar en los últimos años. ¡En fin!, las autoridades deben hacer consideraciones prácticas, más que infusiones guiadas por la emotividad. No debemos olvidar que el uso del dinero le genera algunos costos al Banco Central y estos costos o señoreaje, al final pueden complicar la situación macroeconómica del país si no se manejan de forma adecuada.

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