DÉJÀ VU

Por: Luis Cosenza Jiménez
Varias veces me he propuesto no retomar el tema de los leoninos contratos para el suministro de energía fotovoltaica, pero periódicamente surge otra evidencia más del atraque que hemos sufrido.

La última consiste de las ofertas recibidas en Perú para la provisión de energía solar. Según el acta notarial que obra en mi poder, el 16 de febrero recibieron ofertas que bajaron hasta 4.8 centavos de dólar por kWh. Recibieron como cincuenta ofertas, algunas de las cuales llegaron hasta ocho centavos, pero cuyo costo promedio ponderado ha sido calculado en menos de cinco centavos de dólar. Esta es la misma energía por la cual nosotros pagaremos quince centavos, en el mejor de los casos, y dieciocho centavos en el peor de los casos.

La última vez que me referí al tema calculé el costo adicional que nos tocará pagar a los hondureños por comprar la energía fotovoltaica, en lugar de generar con búnker, cuyo costo variable debe rondar estos días los tres centavos de dólar por kWh. Algunos amigos me criticaron porque, a juicio de ellos, la comparación no era justa, ya que los precios del petróleo eventualmente subirán. Es innegable que el precio del petróleo subirá en algún momento, y me parece que así lo mencioné en el artículo.

No obstante, la discusión sobre el precio del petróleo enturbia, innecesariamente, el argumento de fondo, cual es que de haberse licitado el suministro de energía fotovoltaica se habría obtenido precios mucho más bajos que los arbitrariamente fijados por alguien y que han originado ganancias excesivas para los beneficiarios de la piñata eléctrica.

Pues bien, ahora podemos comparar el precio de la energía fotovoltaica resultante de una licitación pública con el precio resultante de opacas contrataciones directas. Para simplificar, supongamos que los peruanos contratarán a cinco centavos por kWh, y que en Honduras contratamos 300 MW a dieciocho centavos y otros 300 MW a quince centavos y que las centrales operarán a plena carga siete horas diarias. Siendo esto así, el costo anual adicional (es decir, la diferencia entre lo que pagarán los peruanos y lo que pagaremos nosotros por esos 600 MW) resulta ser mas o menos cuatro mil millones de lempiras.

Si suponemos que los contratos otorgados tienen una vigencia de quince años, entonces el monto adicional que pagaremos en ese período será alrededor de sesenta mil millones de lempiras, y esto sucederá pase lo que pase con el precio del petróleo. Frente a estas cifras palidece el desfalco del IHSS. En efecto, estamos frente a la más grande e injustificada transferencia de dinero de los consumidores de la ENEE al gran capital. Piense usted, estimada lectora, cuanto podríamos hacer por nuestros hospitales con esos fondos.

No faltará quien diga que no podemos comparar nuestras tarifas con las de Perú, alegando que la diferencia se origina en el riesgo que se percibe en invertir en los dos países, y algo de cierto hay en ello. No obstante, es imposible explicar la abismal diferencia con base solamente en el riesgo país. En cuanto a la irradiación solar, nuestra zona sur no tiene nada que envidiarle a Perú, así que eso no permite explicar ni un ápice de la diferencia.

El resto de los costos de los proyectos es igual en ambos casos. En efecto, uno tan solo puede mencionar el costo de capital, es decir, el riesgo país, como variable explicadora, pero como he mencionado antes, resulta imposible justificar la enorme diferencia por esta vía. En conclusión, estimado lector, a mi juicio la diferencia se debe a la forma de contratación, es decir, licitación pública en lugar de contrataciones directas basadas en precios fijados arbitrariamente por alguien.

Es posible que esta debacle sea consecuencia de la ignorancia o ineptitud de algún funcionario público, pero es también posible que se trate de algo peor. Podríamos estar frente a un acto de colusión entre algunos políticos y algún empresario. Sería un duro golpe saber que hemos sido víctimas de la ignorancia o la ineptitud, pero sería aún peor enterarnos que se trata de un acto deleznable. Tal vez ahora que contamos con la presencia de la MACCIH tengamos un aliado que nos permita conocer la verdad y que nos ayude a prevenir que estos tristes y penosos actos se repitan en el futuro.

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