Lo que nos depara el nuevo lustro

Por: Julio Raudales
Tegucigalpa.- ¡Inicia un nuevo año! El 2016 y con él se abre camino a un nuevo lustro o quinquenio, el cuarto en lo que va del siglo.

Las expectativas deben ser muy altas ya que las autoridades han anunciado el inicio de un periodo mucho más prometedor para las pálidas esperanzas de cientos de miles de familias que, aun a pesar de sus esfuerzos, sus deseos de superación y las recurrentes promesas no cumplidas, continúan bajo la línea de la pobreza extrema, observando desde el muladar, los yermos campos en donde habitan aunque no les pertenecen o los semáforos en rojo de esas calles donde caminan, el ir y venir de una minoría agigantada por el incremento cada vez mas evidente de unos privilegios que no les pertenecen, que se han ganado gracias a la influencia de las canonjías otorgadas por los políticos de turno.
Distinta realidad a esa que vive día a día casi un millón de familias, es la que nos ofrecen las cifras expuestas en los distintos medios de comunicación por las instituciones oficiales. Y no es que haya que dudar de ellas, al menos desde mi experiencia en el sector público, debo resaltar el enorme esfuerzo que los técnicos del gobierno hacen para que los números de nuestra economía se apeguen con rigor a la realidad. Lo que pasa es que lo que se publica no son exactamente las vivencias o las los elementos a los que la mayoría de las personas aspiran.
Por ejemplo, cuando se habla de inflación, se ofrece un guarismo genérico, que encierra en su valor un promedio ponderado del precio de 282 productos, que evita indicar que ahí adentro se elevó en exceso el precio de la carne molida corriente, o los frijoles y el arroz pesado de la pulpería. Tampoco refleja este indicador el sobre-precio que en la pulpería debe pagar el ama de casa debido a que le fue impuesta una tarifa de guerra de los “dueños del barrio”, lo mismo cuenta para el bus, el colectivo, la ropita ¡en fin! Prácticamente el 100% de todas las cosas que compran. Y a esto hay que sumar aun el miedo infame que día a día les invade, porque ayer mataron al vecino de la tía o porque anoche no se aguantaba la balacera en la otra cuadra. Demasiada tristeza y miedo para que no les dejen vivir, por eso aprenden a soportarlas con estoicismo, por eso hacen de modus vivendi la parte medular de su vida, por eso aún se alegran de recibir al Presidente o al Alcalde, cuando en su afán electorero les visitan con una “bolsita de víveres o dinero”; por eso se emocionan cuando viene la campaña ¿Síndrome de Estocolmo?
Cerramos el 2014 con 3% de crecimiento en el PIB real, para el 2015 la cifra mejorará unas décimas. Parecen buenas noticias, pero ¿Que pasa por dentro?
Pues lo mismo que ha pasado en los años anteriores sin excepción. No hay visos de cambio en la tendencia de comportamiento en los motores de la economía hondureña. Como siempre, son los servicios financieros y las telecomunicaciones los que más están aportando al valor de la producción y los que más riqueza generan para sus propietarios y trabajadores. ¿Pero cuantos empleos nuevos se generan por año en estos sectores?
Realmente muy poco. Apenas unos cuantos centenares. Nada, si consideramos que cada año se integran al mercado laboral unas 100,000 personas, si tomamos en cuenta que la mayor parte de la población económicamente activa se busca la supervivencia en los avatares malolientes de la informalidad y que aún tenemos una amplia brecha que cubrir como sociedad, en términos de integración de mujeres y jóvenes que prefieren permanecer al margen, muchas veces por temor a fracasar en su intento por lograr un empleo.
Asi que aunque las cosas han mejorado coyunturalmente, es decir que nos hemos superado con respecto a la calamidad que nos dejaron las malas decisiones del segundo lustro (2006-2010), estructuralmente aún no hemos logrado nada. Seguimos en punto muerto, con el agravante de que destruyeron un incipiente pero prometedor sistema de planificación y que se ha empeorado la terrible inequidad que genera un sistema tributario cada vez más injusto y voraz.
Ojalá y las predicciones que hicieron al final del año que recién culmina se cumplan. Pero para ello se debe dar espacio a la fe, pues si se analiza con rigor, se ve difícil que muchos inversionistas nacionales y extranjeros coloquen sus recursos en sectores intensivos en trabajo, que se revierta la pobre capacidad que históricamente hemos tenido para generar buenos proyectos y que se rompa el mal augurio que siempre entorpece nuestra historia a partir del tercer año de gobierno. Esperemos que esta vez no pase.
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