Por: Ricardo Puerta
Tegucigalpa.– Concebí Inicialmente hacer esta serie en dos entregas, pero después de escribir el último artículo titulado: 2018, año de la migración, llego a la conclusión que este tema da para más y por eso quiero compartir con ustedes las siguientes tres entregas.
La primera, la que les comenté y la segunda, la que escribo a continuación para poder explicar y entender, en lo posible, la dimensión del fenómeno migratorio y lo que ello significó para el 2018 en Honduras.
Para sustentar la sugerencia, el artículo analiza la caravana como estrategia y acción organizativa, que como alternativa a la tradicional forma de irse los hondureños con coyote, tiene más ventajas para miles de migrantes indocumentados desde la región centroamericana y México que quieran irse a Estados Unidos. El escrito analiza la caravana como un suceso concurrente con las pasadas elecciones legislativas estadounidenses, ya que ambos coincidieron en su ejecución. Y para cerrar comenta cómo Trump los ligó, cuando los expertos electorales aconsejan que son otros los temas a destacar en contiendas legislativas estadounidenses.
La caravana: Partió de la ciudad de San Pedro Sula, Honduras el pasado 12-13 de octubre del 2018 y marcó un hito en la historia migratoria de Honduras y Centroamérica. A partir de la misma, la migración se volvió un hecho visible, mejor si es masivo, con un crecimiento continuo en su recorrido. Por casi tres meses, la caravana logró una cobertura diaria en los medios de comunicación internacionales, regionales y locales. Fenómeno nunca antes visto en esta parte del mundo.
Realmente fueron 5 caravanas. Todas partieron de dos países de Centroamérica hacia el norte. La primera empezó en Honduras, con unos 3 mil participantes. Bartolo Fuentes fue señalado por los medios como su organizador principal.
Atravesó el noroccidente de Honduras y en 3 días llegó a la frontera con Guatemala. Lapso que el Gobierno de Honduras desaprovechó para “acompañarla y protegerla” por ser “un acto público, posible en una democracia y no en dictaduras como la, de Nicaragua, Venezuela y Cuba.
El Gobierno hondureño, en cambio prefirió infiltrarla y sabotearla desde adentro, sin éxito. A la semana, el 21 de octubre, surgió otra caravana, que partió de varias localidades de Honduras, integrada por “varios cientos de participantes”, que se juntaron en Esquipulas, Guatemala. Allí fueron recibidos por policías, agentes de migración y organismos de derechos humanos.
En tres semanas los primeros hondureños estaban entrando en México, y en dos semanas más llegaron a la frontera de Estados Unidos.
Hubo otras 3 caravanas más, que en principio atrajo a unos 2,500 participantes. Salieron el 28 y 31 de octubre, desde San Salvador, capital de El Salvador; y la tercera, partió el 5 de noviembre, desde otras localidades salvadoreñas.
La caravana cambió la lógica tradicional, seguida por años en la migración hondureña por tierra hacia Estados Unidos: en vez del migrante moverse aislado, o por núcleo familiar, en forma oculta, callada y cruzando fronteras sin ser detectado y asistido por un coyote, la caravana ejemplificó algo alterno y preferible: moverse en grupos, mientras más grande, mejor, a la vista, para que todo sea monitoreado por los medios de comunicación.
La visibilidad de la caravana agrega seguridad. “Motiva” a los gobiernos a proteger a los integrantes y “previene” que usen la violencia contra terceros, atenten contra la propiedad aje o impidan el tráfico. En vez de negarles el paso o boicotearlos, como inicialmente hicieron — y después rectificaron– los gobiernos de Guatemala, México y Estados Unidos.
Además, los migrantes en caravana reciben en la ruta apoyo de la población en general, de las organizaciones y población local. Madres que viajan con sus hijos, se sienten más seguras por moverse en compañía de jóvenes y adultos. En los ríos con fuertes corrientes, las personas forman cadenas humanas para cruzarlos. Todos transitan con menos miedo, sin las amenazas de secuestradores, maras y pandillas, narcotraficantes, miembros del crimen organizado, delincuentes comunes y autoridades corruptas. La larga y desconocidaruta se torna en más llevadera y menos costosa en lo económico y emocional.
Elecciones: A diferencia de Honduras, Estados Unidos tiene un poder legislativo bicameral. Cada 2 años se eligen todos los 435 miembros de la Cámara Baja o de Representantes, uno por cada distrito electoral, y por 6 años un tercio de los 100 miembros del Senado, o Cámara Alta En esta contienda del 2018, el Partido Demócrata fue el claro favorito en 203 distritos y el Republicano en 198, con 34 escaños en duda. En estas elecciones legislativas también salieron a renovación 35 de las 100 bancas del Senado o Cámara alta, 26 estaban en manos de demócratas y 9 en los republicanos.
Institucionalmente las elecciones legislativas “de medio término” suceden justo a mitad del mandato de 4 años que tiene el Presidente estadounidense electo hace dos años. Para el presidente estas elecciones se le consideran una prueba de aceptación-rechazo, más si éste quiere cambiar lo que habitualmente se ha venido haciendo, alegando falta de previsión, mala concepción, bajo desempeño, inefectividad y débil impacto, como Trump alega con frecuencia
Caravana durante elecciones: Desde que la caravana empezó en el mes de octubre del 2018 ya estaba en su apogeo la contienda de las últimas elecciones legislativas estadounidenses, realizadas el 6 de noviembre del mismo año,
Trump convirtió la inmigración y la caravana en un tema clave del debate electoral. Según los expertos, eso fue un error. Dado que los asuntos internos que afectan la vida de millones de estadounidenses son los más aconsejables a destacar en este tipo de elecciones, tales como la sanidad, la seguridad nacional y los impuestos.
Cuando Trump hablaba a favor de los candidatos de su preferencia, tampoco reconoció en público que EE.UU necesita de inmigrantes para seguir creciendo en su economía y ser el primero del mundo en PIB, productividad, competitividad, tecnología y poderío militar.