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Verdad, libertad y calidad

Por: Julio Raudales

Tegucigalpa.– Siempre me ha quedado claro que el rol de cualquier partido político en el gobierno es mantenerse en el poder. ¡Eso es justo, comprensible y hasta deseable! Es lo que le da vigor a la democracia y valor a la participación.

Sin embargo, no resulta para nada divertido observar como, en su afán por mantenerse en sus puestos, para gozar de las canonjías y el placer que provoca el mero ejercicio de manejar la vida de otros, las sociedades van perdiendo la esencia de los principios y valores que buscan las organizaciones tal y como las entendemos en este siglo del conocimiento y la información.

Creo que hay tres elementos que definen a los países cultos y desarrollados, diferenciándolos de aquellos que, como Honduras, aun deben dirimir su destino con los problemas mas básicos e impertérritos, es decir, aquellos que fueron vencidos por los primeros hace mas de un siglo. Estos elementos son: el honor y veracidad públicas, la austeridad en el manejo del erario y la preferencia por lo individual a lo colectivo.

Aunque para la mayoría de nosotros, estos principios chocan con costumbres ancestrales e incluso con el sentido común y la lógica colectiva -pareciera que es parte de la naturaleza humana esperar que alguien, algún superhombre, resuelva nuestros problemas- las estadísticas y estudios serios demuestran que las naciones que perseveran en mejorar estos tres elementos, son los que de a poco avanzan en la senda del desarrollo y, aunque nos neguemos a aceptarlo, constituyen el referente ordinal en los gustos de las mayorías.

Si lo dicho antes no le convence, le invito a que después de leer estas líneas, averigüe por qué hay algunos países que reciben año con año, cantidades ingentes de migrantes de sociedades con problemas y por qué a otros casi no va nadie, aunque en apariencia no estén tan mal.

Nada hace que un país se destaque tanto, como su cultura por la verdad y el honor público. Hay muchos ejemplos a anotar; la reciente caída de Mariano Rajoy en España, y el triste devenir de Bachelet en Chile, son buenas referencias.

Hace 45 años, el presidente de los Estados Unidos tuvo que renunciar a su cargo, debido a que fue descubierto en un complot para obtener información privilegiada sobre los planes de otro partido. De nada valía que el susodicho tuviese manejo directo y dominio sobre instancias estatales de primer nivel. Nixon perdió su cargo y el partido Republicano las elecciones de 1975. Parece que las cosas han cambiado ostensiblemente en ese país nortino. Está claro que, si no se enrumban, seguirán en caída libre hacia el descrédito.

Sobre la austeridad sobran casos para hablar. Aunque a muchos les choca la palabra, la preferencia de la gente por vivir en naciones en las que existe mayor libertad de acción para la ciudadanía es evidente. Esta libertad solo se da cuando un gobierno no esquilma a sus ciudadanos cobrándoles impuestos confiscatorios.

Es cierto, existen sociedades con carga tributaria elevada como las europeas, pero es muy fácil ver esos impuestos transformados en obras y servicios que no existirían si no fuese así. Pregúntese usted ahora, ¿Cómo es que un gobierno como el hondureño, transforma la mitad de la producción interna del país en literalmente nada?

El último de los 3 elementos que define el grado de desarrollo de una sociedad es su respeto por la libertad individual. Durante siglos, la gente ha vivido esclavizada sirviendo primero a un Monarca, luego a una nobleza abusiva y parasitaria y ahora a élites que usan a los gobiernos como instrumentos de dominación.

El socialismo surgido como alternativa a los problemas para alcanzar estos tres elementos fracasó estrepitosamente, debido a que negaba el último de ellos. Es evidente que la libertad llevada al ejercicio público ha sido la respuesta a tantas sociedades salidas de la miseria y la esclavitud.

Es evidente, dados los muchos ejemplos existentes, que quienes apuesten a la libertad, la calidad y la verdad, podrán hacer de la democracia una construcción solida hacia un mejor futuro humano.

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