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Una luz que nadie quiere ver

Julios Raudales

El abogado Fredy Cerrato enarbola una antorcha con la que busca iluminar un camino que pareciera ajeno a las hondureñas y hondureños, muchas y muchos, hartos de no encontrar un medio que dignifique sus vidas y por ello parten día a día allende nuestras fronteras en busca, no de un sueño, sino de la supervivencia.

El expresidente de los togados de Honduras ha denunciado recientemente, que el INFOP está secuestrado por una banda de comechados –me gusta ese vocablo- que, por medio siglo, se han dedicado a esquilmar los recursos que los contribuyentes, en su gran mayoría pequeñas y medianas empresas, le dan a administrar, con el fin de dotar al país de trabajadores y trabajadoras capaces, que puedan mejorar la productividad y con ello la riqueza de la sociedad.

Cerrato le ha puesto el cascabel al gato. Asumió la dirección hace poco tiempo y cree que la única forma de hacer un trabajo efectivo es destruyendo de una vez la lacra que continúa afectando e desarrollo de esta organización pública, tan importante para el país.

Es mandatorio apoyar al Director del INFOP en esta gesta. Quizás sea la última oportunidad que tenemos en Honduras para revertir la ancestral miseria que carcome la autoestima de millones de chicas y chicos, cansados de buscarse la vida entre abrojos, basureros y casas de gente rica, que, por diversas razones, han tenido más fortuna que ellos y que al final termina por arrojarlos de la sociedad e incluso de la vida.

Y es que las cifras oficiales no pueden ser más alarmantes: la última encuesta de hogares publicada por el INE, dice que de 4 millones de personas que estamos en disposición de trabajar, el 76.7% lo hacen de manera precaria. ¡Tenemos más de 3 millones de gentes que o buscan trabajo sin poder hallarlo o se ganan la vida haciendo lo que sea por unos ingresos misérrimos! Eso sin contar el más de medio millón de jóvenes que se cansaron de buscar y decidieron no trabajar ni estudiar y una cantidad no menor, especialmente de mujeres, que desalentadas, permanecen fuera del mercado laboral.

¿Qué provoca tanta distorsión social y pobreza? Bueno, como en toda problemática que se quiera analizar, el asunto es multicausal: mal ambiente de negocios, inseguridad jurídica y personal, mercado financiero poco inclusivo, problemas de salud, baja calidad y cobertura educativa formal en los ciclos básicos y medios, pero sobre todo uno que es determinante: un sector educativo desarticulado e ineficiente.

Tal vez suene trillado, pero es importante repetir siempre, cuando se discuten temas como este, que la educación en Honduras es como una mesita de tres patas:

La primera es la formal, que arropa a la niñez desde sus 5 años y que debe tener una duración de 12 a 13 años; la superior, que atiene a la vida universitaria, destinada sobre todo a aquellas personas que en su vida priman la rigurosidad académica y el conocimiento de las ciencias y técnicas de alta gama.

Pero también una tercera pata, tan importante como las otras dos: la formación profesional, esa que, sin ahondarse en elementos epistemológicos, prepara a las personas para la obtención de un trabajo productivo, digno y acorde con los requerimientos de un mercado laboral cada vez más exigente de técnicas innovadoras y conocimientos especializados en todos los campos.

Allí es donde hay que acuerpar la gesta valiente que encabeza el actual director del INFOP. La ley orgánica de este Instituto, le faculta a establecer en el país un sistema de formación profesional, para todos los sectores de la economía y para todos los niveles de empleo. Es un mandato hercúleo, requiere de una organización adecuada, no solo le corresponde al Instituto formar, también garantizar y promover la formación técnica en todo el país. Lamentablemente nadie antes ha podido culminar esta tarea con eficacia.

Si la ciudanía, los medios de comunicación y especialmente el sector público y la empresa privada no le ayudan, esta gesta será más difícil para el director. Esperemos que esta vez si se pueda cambiar el rumbo de esta organización y que, con ese cambio, las cosas vayan mejorando para el país. Es necesario, es hasta imprescindible.

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