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Un presupuesto “keynesiano”

Julio Raudales

Los hondureños no creemos en la individualidad. Nos lastra ese temor a ser yo y estamos deseando continuamente escondernos en el “nosotros”.

Hay una suerte de contradicción en esa actitud porque, a la hora del peligro somos valientes, tenemos arrojo. En nuestro interior, persiste la resolución de salir adelante. Los miles de jóvenes que se van del país en busca del “sueño americano”, la cantidad de pequeños negocios que se abren día a día, la forma resuelta en que centenares de chicas y chicos dejan la miseria en el campo para venir al estertor de las ciudades, da la impresión de que, en el fondo, la frase con que abre esta columna de opinión es falsa.

Pero no es así, porque el ser humano es lo que sueña, como decía el psicólogo Lacán, y resulta que nuestro imaginario nos empuja hacia el colectivismo, es decir, a la dependencia de esa “mano invisible” y protectora que llamamos estado.

Una prueba casi irrefutable de lo dicho, es la aprobación del presupuesto de ingresos y gastos públicos que la Secretaría de Finanzas envió esta semana al Congreso Nacional y que fuera aprobado, como siempre, sin mayor reflexión o análisis, en un solo debate, pero esta vez, con el sorpresivo aditivo de que los 128 diputados le dieron el sí de manera unánime y estuvieron todos muy de acuerdo con sus elementos sustantivos.

Resulta que Los ingresos tributarios esperados para financiar el gasto del gobierno suman 119 mil millones de lempiras. A ello hay que sumar unos 14 mil millones que se deben conseguir mediante la venta de servicios, activos, multas y otros. Lo que resta, unos 80 mil millones adicionales, deberán colocarse en forma de deuda pública, siguiendo el mismo patrón que las administraciones anteriores.

Si somos consecuentes con los análisis realizados por entes serios como el FOSDEH, el ICEFI y el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAH, el saldo de la deuda pública podría alcanzar este año la bicoca de 20 mil millones de dólares. ¡Un record! Las autoridades dicen que no hay en el actual presupuesto un incremento en los impuestos, pero debemos recordarles que la deuda pública implica siempre impuestos futuros.

Sin duda, es un presupuesto ambicioso. Si se cumple, el Gobierno Central habrá gastado al finalizar el 2022, poco más de 213 mil millones de lempiras, casi la tercera parte de la producción interna. Todo esto no es nuevo, es la tendencia en los últimos 20 años, no importa de qué color se vista quien nos gobierna, lo cual reafirma lo dicho al comienzo: a los hondureños nos encanta tener un estado generoso.

Muchos de mis colegas dicen que lo que se aprobó la madrugada del viernes es un presupuesto “keynesiano”, ya que el gran economista británico, fundador de la macroeconomía, afirmaba que, en situaciones de crisis y ante la inflexibilidad de los salarios y los precios a la baja, se hace necesaria la intervención del gobierno mediante las políticas fiscal y monetaria. Asumiendo que, en efecto, lo que tenemos ahora es una crisis, el Congreso Nacional concedió al gobierno la venia para el fuerte incremento en el gasto aprobado.

Lo que omiten los colegas que así opinan, es que los modelos keynesianos muestran claramente que la intervención gubernamental mediante el incremento en el gasto público tiene costos elevados: la tasa de interés aumentará, también el nivel general de precios y esto tendrá efectos en el empleo y la inversión privadas.

El exceso de gasto provoca siempre un “desplazamiento” en la acción de los productores y consumidores, lo cual afectará negativamente, aunque sea de manera temporal, su nivel de vida. Lo dice claramente la “Teoría General del empleo, el interés y el dinero”, la obra maestra del genial economista, de la que todos hablan, pero muy pocos han leído.

Ante este hecho, será necesario que la ciudadanía redoble la vigilancia. Hay que velar por el buen uso de estos recursos, no caer en el despilfarro ni la corrupción de los últimos años. Esta vez, será importante asegurar que cada centavo sirva de incentivo para mejorar la calidad de vida, sobre todo de las familias más pobres. Si esto sucede, entonces habrá efectos positivos futuros en la acción gubernamental.

Vale la pena recordar lo dicho por la ministra en el informe que rindiera desde casa presidencial hace unas semanas. La titular de SEFIN hizo un ardiente llamado a la austeridad, al manejo cuidadoso de los recursos públicos y al control de la corrupción. Esperemos que esta vez se cumpla por el bien de Honduras. Así sea.   

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