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Rajoy encontrará este lunes a un Obama en una lucha por la igualdad y en deuda con los hispanos

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Washington – El presidente de EE.UU., Barack Obama, recibirá este lunes en la Casa Blanca por primera vez al jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy, al comienzo de un año decisivo para el mandatario estadounidense.
 

Rajoy encontrará en el Despacho Oval a un Obama que no ha perdido nada de su brillo internacional, como lo prueba la acogida que tuvo su último discurso en Johannesburgo, pero que atraviesa sus horas más bajas en cuanto a popularidad y apoyo entre sus compatriotas.

Un 53 % de los ciudadanos desaprueban su gestión, según la última encuesta de la Universidad Quinnipiac, en Connecticut.

Con más nieve en las sienes y melancolía en la mirada, Obama afronta un año clave que puede decidir su legado político más allá del hecho histórico de haber sido el primer presidente afroamericano de los EE.UU.

2013 acabó de manera decepcionante para él en el plano interno, pese al éxito de su reelección en noviembre de 2012 y a que la economía dio muestras claras de recuperación después de una generosa política de estímulo monetario.

La feroz oposición del Partido Republicano en el Congreso, que obligó al cierre de la Administración federal durante varias semanas y volvió a poner a la primera economía del mundo al borde de la suspensión de pagos, junto a errores propios o de su equipo, ensombrecieron el balance de un año, el primero de su segundo y último mandato, que debería haber resultado mucho más amable.

Especialmente perjudicial e incomprensible fue el fiasco del lanzamiento del portal creado para la contratación a través de internet de los nuevos seguros médicos privados obligatorios, punto de partida en la aplicación de la ambiciosa reforma sanitaria que él promulgó en 2010.

Los problemas técnicos que encontró la página web, resultado según se ha sabido de la improvisación y el descuido, son inexplicables en un país cuna de Silicon Valley y los gigantes de internet.

El tropiezo ha proporcionado munición duradera a quienes recelan del Gobierno central y propugnan reducir sus competencias y su presupuesto en beneficio de los estados federados y la sociedad civil.

La ofensiva contra «Obamacare», como han bautizado los republicanos a la denostada reforma, puede frustrar a los demócratas el sueño de recuperar en noviembre el control de la Cámara baja en las elecciones legislativas de medio mandato.

Los críticos más extremistas de Obama, situados en la derecha del Partido Republicano en torno al Tea Party o en la corriente «libertaria», ven en las políticas del presidente los peores vicios del «socialismo a la europea», los mismos que han llevado -previenen- a la vieja Europa, incluida España, a un paso de la quiebra.

La obstrucción republicana en el Congreso mantiene bloqueada, además, la otra gran promesa que realizó Obama nada más llegar al poder en 2009: una reforma global de las leyes migratorias que sacara de las sombras a once millones de indocumentados, hispanos en su mayoría, y les proporcionara una vía hacia la ciudadanía.

El presidente está en deuda con la comunidad hispana, que le ha apoyado incondicionalmente en las dos elecciones y le ha facilitado, en gran medida, la conquista de la Casa Blanca.

Obama no habla español, pero es plenamente consciente de que EE.UU. también tiene raíces hispanas y de que los inmigrantes hispanos encarnan hoy los valores del trabajo duro, la superación personal y la solidaridad que han definido siempre la esencia del espíritu «americano».

El presidente se prepara para retomar la iniciativa política en el discurso sobre el estado de la Unión que pronunciará ante el Congreso el 28 de enero, quince días después de recibir al jefe del Ejecutivo español.

Los datos macroeconómicos de EE.UU., cinco años después de la gran recesión, son sin duda la envidia de cualquier gobernante de la Unión Europea, con un crecimiento esperado del 3 % en 2014 y un desempleo oficial del 6,7 %.

Pero por debajo de las macrocifras se oculta una realidad que obsesiona al presidente estadounidense: la creciente desigualdad y el desequilibrio en el reparto de los beneficios de la recuperación.

«Tenemos que mantener el crecimiento de nuestra economía y asegurarnos de que en nuestro país haya cada vez más personas que tengan la oportunidad de compartir ese crecimiento», dijo hoy sábado Obama en su mensaje semanal a la nación.

Y añadió: «Tenemos que asegurarnos de que esta recuperación no deje a nadie atrás».
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