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¿Quienes somos?

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Por: Otto Martín Wolf 

¿Quién es usted, quién soy yo?

Nadie tiene una respuesta final, tal vez -seguramente- porque no lo sabemos.

Quizá también nunca llegaremos a saberlo.

Pero si hay algo que no somos -ni por cerca- es “los reyes del planeta”.

El Krill, un pequeño crustáceo de apenas tres a cinco centímetros, vive su prolifera vida en forma silenciosa, es la especie más abundante de la Tierra y sirve  como el primer eslabón notable en la cadena alimenticia

Por estos dos factores el Krill debería ser llamado el rey de la creación.

Porque son los más y la base de la alimentación mundial.

Subsiste aún en un mar que el hombre contamina sin piedad ni responsabilidad, como si de él no dependiera nuestra misma existencia.

Pero no es la única especie que debe servirnos de ejemplo para conocer nuestra pequeñez y verdadero lugar en la Tierra.

Las abejas, quizá en proceso de extinción, tienen una sociedad perfectamente organizada. En su colmena no hay tiranos ni pobres, no sádicos, no asesinos, no drogadictos, no violadores.

Su perfecta y febril actividad otorga a cada uno de sus miembros las tareas y obligaciones necesarias para que todo funcione bien, con la participación de todos y derechos iguales para todos.

La colmena funciona perfectamente, en completa paz y justicia social.

La abeja es más “humana” y justa que el hombre.

Dije que quizá en proceso de extinción? La verdad es que quizá es culpa nuestra que su número se haya venido reduciendo año con año, afectando la polinización, proceso indispensable para que se reproduzca gran cantidad de especies vegetales, muchas de las cuales (quizá todas) son la base de nuestra alimentación.

¿Estaremos eliminando a las abejas con los gases tóxicos que emiten nuestros motores y otros contaminantes, como abonos, pesticidas, etc.?

Si se extinguen, con ellas se irán la mayor parte de las flores y, lamentablemente, de nuestros alimentos. Quizá nuestra misma existencia depende de ellas.

Sabemos tanto y tan poco del medio ambiente en el que vivimos. Somos tan irresponsables con el planeta (y hasta con nosotros mismos) que no nos importa lo que le suceda, aunque quizá estamos terminando con nuestra propia casa.

Nos reproducimos a la loca, sin ningún control ni planificación, como si los recursos de la Tierra fueran infinitos y eternos.

El único control de población -irónicamente- se debe a las constantes y permanentes guerras en que vivimos, además de las pestes y enfermedades, quizá producidas o auspiciadas por nosotros mismos.

¿Quiénes somos, quién es usted, quién soy yo que no nos damos cuenta o no nos importa lo que hacemos?

Definitivamente no los reyes de la creación, ni por cerca.

Cierto que podemos construir máquinas, enormes ciudades, así como también bombas termonucleares, pero no sabemos quiénes somos ni para dónde vamos.

El ser humano, si bien es capaz de componer bella música y viajar al espacio, no creo que sepa para dónde va, no al menos como las hormigas o las libélulas, las luciérnagas o los osos panda.

Ellos -y el resto de los pobladores del planeta- sólo toman lo que necesitan para sobrevivir y conservar la especie, dejando el resto sin contaminar, sin desperdiciar los recursos que son aprovechados por otros.

Ninguna de ellas, por más que busquemos, está en capacidad de destruirlo todo, como nosotros podemos y quizá estamos haciendo.

Somos nosotros, los humanos, los bellos y egoístas humanos, los que salimos sobrando en todo el ecosistema terrestre.

Si desaparecemos, en muy pocos miles de años el planeta se habrá recuperado, los mares se habrán vuelto a poblar con sus maravillosas y abundantes especies, los campos volverán a florecer, la capa de ozono regresará y el aire será puro de nuevo.

¿Hay esperanza para la Tierra? ¿Podemos cambiar?

No lo creo; por cada escaso Gandhi, Mandela o Carl Sagan nacen millones de idiotas irresponsables, megalómanos, asesinos e imbéciles de todas clases.

La especie humana es el gran error de la naturaleza que, de alguna extraña manera, produjo su propio némesis… nosotros mismos.

Afortunadamente para el orden global y el Planeta entero, los humanos venimos con el virus de la autodestrucción dentro de nosotros y, posiblemente, ese sea nuestro destino.

Nadie sabe quiénes somos ni para dónde vamos.

Una cosa es cierta, en todo el ecosistema global sólo nosotros salimos sobrando.

Nota: A los fanáticos religiosos favor no meter a su dios en esto, el asunto es más serio que esas fantasías y por favor no me escriban.

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