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Oficina Ovalada

Luis Cosenza Jiménez

Recientemente Daniel Restrepo, asesor del Presidente Biden, declaró que “ningún precandidato presidencial de Honduras de ganar debería pisar la Oficina Oval de Joe Biden.”  La Oficina Ovalada es en efecto el  Despacho Presidencial en la Casa Blanca y en Estados Unidos se considera un honor y una distinción especial el ser invitado a reunirse con el Presidente en su Despacho.  Don Daniel implicaba que ninguno de los precandidatos hondureños llena los requisitos para ser invitado a ese lugar que para él es cuasi sagrado.  Si bien lo expresado es tan solo la opinión de don Daniel, los conocedores de Washington aseguran que esa opinión es escuchada por el Presidente Biden y tiene peso.  No deberíamos, por tanto, tomarla a la ligera. Siendo eso así, me parece que ese no es un buen comienzo de las nuevas relaciones entre nuestros gobiernos y países, y francamente espero que no sea más que un exabrupto, similar a los que don Donald Trump nos tenía acostumbrados.  Permítanme explicar por qué.

Para comenzar, me parece que los hondureños pensábamos que algunos candidatos tendrían más dificultades que otros en sus relaciones con Estados Unidos.  Eso, por supuesto, beneficiaba a algunos candidatos y para algunos de nosotros los hacía “menos malos” que otros.  Las declaraciones de don Daniel nos dicen que para él, y supuestamente para la cúpula política de su país, todos son igualmente malos, lo cual borra, o al menos disminuye significativamente, la ventaja que, en la percepción de los hondureños, algunos de los candidatos hubieran podido tener.  Nótese que no se trata de influenciar el resultado de nuestras elecciones ya que al descalificarlos a todos hace que el tema de las relaciones con Estados Unidos se torne irrelevante al momento de votar por alguno de ellos.  Las palabras de don Daniel parecen augurar que, sea quien sea nuestro próximo Presidente, las relaciones entre nuestros Presidentes no se basarán en la confianza y el respeto mutuo.  Mal comienzo para nuestras relaciones.

Por otro lado, las declaraciones de don Daniel dañan nuestra reducida imagen como país y sientan un tono negativo para conducir nuestras relaciones.  La única razón que puedo concebir para haber brindado tales declaraciones es que don Daniel piense que a raíz de ellas nuestra clase política correrá a buscar otros precandidatos.  Si así fuera, me parece que la diplomacia callada y de bajo perfil habría sido más efectiva.  Nuevamente, si el sentir es que si la diplomacia debe ser sustituida por el garrote, entonces estamos a las puertas de una situación conflictiva que solo puede resultar en perjuicio para ambos países.

Al final, lo importante no es si se invita o no a nuestros Presidentes a la Oficina Ovalada, sino cuál será la política de Estados Unidos hacia nuestra nación. Muy poco debería preocuparnos la invitación a la Casa Blanca y mucho debe preocuparnos el apoyo que Estados Unidos le brinde a la lucha por el respeto a los derechos humanos y a la batalla contra la corrupción, el narcotráfico y el lavado de activos.  Para esto, lo importante sería que Estados Unidos fortalezca la labor de las organizaciones de la sociedad que vienen, con muchas dificultades y con mucho riesgo, batallando para que se respete los derechos humanos y para librarnos de los males previamente mencionados.

Esperemos que este episodio sea tan solo un lamentable error y que nuestras relaciones bilaterales vuelvan a la normalidad y que se basen en principios y valores fundamentales, tales como el acatamiento a los derechos de las personas y la lucha contra la corrupción.  Las relaciones sólidas y duraderas entre naciones se basan en principios y valores compartidos, más que en relaciones personales y visitas a la Casa Blanca.  Esperemos por tanto que el tiempo nos haga olvidar lo manifestado por don Daniel y que la nueva Administración Biden sepa apoyar el esfuerzo de aquellos hondureños que luchamos por adecentar nuestro país. Eso es lo que realmente debe preocuparnos.

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