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Los rostros de la psicosis, una realidad desapercibida

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“Cayó en la melancolía, luego en la inapetencia, y por esta fatal pendiente es la que ahora le hace desvariar y que todos lamentamos” (William Shakespeare).

Tegucigalpa (Especial Proceso Digital /Por Lilian Bonilla)- Es diminuta, de tez trigueña, ojos oscuros de mirada profunda, cabello lacio. Es apenas una niña a las puertas de la adolescencia que susurra una canción y mira a través de una ventana desde la sala del sanatorio para pacientes psiquiátricos Santa Rosita.

– La migración, causante de la desintegración de millares de familias, tiene a miles de niños y niñas en crisis emocionales entre otros males mentales.

Los trastornos afectivos como depresión, bipolaridad, esquizofrenias, estados psicóticos, perturbaciones de personalidad y por consumo de drogas o alcohol, son los principales diagnósticos en los hospitales psiquiátricos del país, que cada día reciben más pacientes.

Voces y sombras que no duermen

Distante, ensimismada en su propio mundo, viendo a través de una ventana y tarareando una canción encontramos en una sala de mujeres del Hospital Santa Rosita, a -quien llamaremos- Rachell- ella es apenas una niña en su transición a la adolescencia, pero su corta vida ha estado a punto de terminar por culpa de las voces y sombras que no duermen y le acechan.

Rachel, paciente en sala de agudas Hospital Santa Rosita

¿Hola quieres contar tu historia de porqué estás aquí?  consultó Proceso Digital, rápidamente sin titubear salió a la puerta de la sala y con una chispa en la mirada dijo sí.

Prontamente, con las palabras atropelladas como con prisa para ser escuchada, compartió su nombre completo y su edad (datos que omitimos por ser menor de edad y normas del hospital), es diminuta, de tez trigueña, ojos oscuros de mirada profunda, cabello lacio.

 “Estoy aquí por depresión y ansiedad que ya se me estaba volviendo psicótico, escuchaba voces, veía sombras y también intenté quitarme la vida y me hacía daño yo sola, me cortaba”, dijo.

A renglón seguido detalló cómo inició toda su pesadilla unos meses atrás, expuso que al principio sentía una gran tristeza, un vacío, se sentía totalmente mal, sin ánimo de nada, no quería comer, no quería bañarse, menos cambiarse.

“De ahí se fue presentando la ansiedad, me faltaba el aire, mis manos me sudaban y me temblaban y me entraba una cólera horrible; me puse agresiva algunos días y lo único que quería era cortarme o matarme”.

Ecos perturbadores

Lo peor de todo es que este proceso Rachell lo estuvo viviendo sola, vive apenas con sus abuelos y su hermanita menor, ya que sus padres se separaron y luego emprendieron la ruta migratoria hacia Estados Unidos, primero su mamá y meses después su papá.

La menor reconoce que sus problemas depresivos inician con la separación de sus padres que significó un gran cambio de vida para ella y su hermana, porque se fueron a vivir con sus abuelos a un pueblo, fuera de la capital Tegucigalpa donde nacieron y siempre habían vivido.

Después que sus padres se fueron de viaje, ella ha sentido que es responsable de su hermana menor, interrumpió sus estudios apenas terminando la primaria y no ha podido retomarlos.

Ella trató de ocultar a sus abuelos, todo lo que sentía para no preocuparlos, pero durante las noches no podía dormir, lloraba mucho y de a poco empezó a escuchar muchas voces que le indicaban que se hiciera daño, también miraba sombras que le causaban miedo y se burlaban de ella.

Casi sin darse cuenta, obedeció esas voces y se cortaba sus brazos y piernas con navajas para rasurar (gillette), en ese momento hace una pausa y muestra sus cicatrices.

Pero lo peor estaba por venir, un día esas voces eran tan insistentes y una tan potente que le decía que fuera más allá y que se quitará la vida.

 “Entonces me tomé unas pastillas y me intoxiqué y me llevaron a un hospital, donde me hicieron un lavado de estómago”. Hace otra pausa y por primera vez durante su relato desvía su mirada “esas voces me dijeron que me metiera las pastillas, para morirme, que así ya no iba a sentir dolor y ya no me iba a sentir mal; por eso lo hice”.

Recobra el aliento y nuevamente con una chispa en su mirada, y una madurez no común en alguien de su edad, expresó, los doctores dicen que estoy mejor que el tratamiento ha dado buenos resultados y me darán de alta en unos días, “y voy a ver a mi hermanita, tengo que preocuparme por ella porque está chiquita”.

Aprovechando su mirada esperanzadora de ese momento, Proceso Digital consulta – ¿te gusta, cantar?, porque cuando entramos te vimos en la ventana y escuchamos que susurrabas una canción, – inmediatamente sonríe -si me encanta cantar, – tienes buena voz -, sonríe de nuevo -más o menos-, me gusta mucho.  Disfruto de Carla Morrison… – ¿nos cantas un poquito? – .

Rachel canta un pequeño fragmento,,,,Disfruto Carla Morrison

Y así dejamos a Rachell, en la puerta de la sala de Agudos, del Santa Rosita, quien se despidió con un movimiento de mano, y con la esperanza de que pronto saldrá y con la promesa de que seguirá su tratamiento y convencida de que siempre que se sienta sola debe buscar ayuda, sin ningún temor.

Secuelas de la migración una realidad impactante en la salud mental de los menores

El drama de esta jovencita es una cruda realidad que viven muchos menores, cuando sus padres, emigran, particularmente hacia Estados Unidos, en busca de oportunidades porque son agobiados por la crisis económica y la falta de empleo, a costa de la desintegración familiar y en muchas ocasiones con consecuencias graves como el deterioro de la salud mental de los menores, que puede terminar en suicidios.

Un caso que retrata a muchos, desde los olvidados hasta, las elites

Diagnosticada con trastorno afectivo bipolar y trastorno por consumo de alcohol, Brenda, es una paciente reincidente en el Hospital Psiquiátrico Santa Rosita, en esta ocasión ya tiene dos meses de permanecer ingresada y relató su historia de abusos y sufrimientos por estar atrapada en las garras del alcoholismo.

Brenda paciente con trastorno afectivo bipolar y trastorno por consumo de alcohol

Brenda, tiene 39 años, es originaria de San Pedro Sula, y según su narración, desde los 17 años inició el consumo de bebidas alcohólicas primero como diversión con quienes decían ser sus amigos, al paso del tiempo y casi sin percatarse crea dependencia al grado de llegar a estar en condición de calle por muchos años.

Al consultarle por su familia solo se refiere a su mamá, no ha tenido nunca una pareja sentimental estable, con tristeza recordó que su vida es casi un milagro, porque en su condición de calle, en una ocasión fue herida con arma blanca, en otras ocasiones fue golpeada y abusada.

“Yo aconsejo a los demás que no tomen bebidas alcohólicas, ni drogas de ninguna clase y si lo están haciendo que busquen la manera de salir adelante, la bebida alcohólica es una gran enfermedad que lleva a la muerte, llega un momento en el que uno no quiere saber de nada ni de nadie y lo único que quiere es matarse uno mismo”.

“Ahora tengo esperanza, gracias a Dios y a los médicos que se han portado muy bien conmigo, me siento muy bien y confío en no volver a buscar el alcohol y voy a tomarme todos los medicamentos como ellos me lo han dicho”, concluyó.

El alcohol, una causa de grandes males

El director del Hospital Psiquiátrico Santa Rosita, Josué Cáceres, refirió que una de las causas más comunes de pacientes que llegan al centro es por consumo de drogas o bebidas alcohólicas, que desencadenan otros trastornos como depresión y ansiedad.

El trastorno por el consumo de alcohol es una enfermedad crónica caracterizada por la ingesta descontrolada de alcohol que crea dependencia física y emocional, y se da en todos los estratos sociales, por ello hay enfermos alcohólicos desde los más olvidados en las calles apenas señalados como “bolitos”, hasta bebedores que viven su realidad en distintos escenarios de la sociedad, pero también con consecuencias graves en la salud física y mental.

Escuchar voces es uno de los síntomas más comunes en pacientes con problemas psiquiatricos

Perversos gritos que inducen a la muerte

Escuchar voces es uno de los síntomas más comunes y angustiantes en pacientes con trastornos mentales, los pacientes refieren que escuchan voces que les inducen a lastimarse a sí mismos incluso lastimar a otros.

Además de las voces también les atormentan las visiones, es por ello por lo que estos enfermos deben seguir un tratamiento con medicación específica, porque estos les ayudan a callar lo que muchos llaman “las malditas voces”.

Huelgas y falta de medicamentos detonantes de crisis en pacientes psiquiátricos

Los pacientes con trastornos mentales no pueden prescindir de sus medicamentos porque al faltarles desencadenan peligrosas crisis.

Ante esa realidad, los pacientes de los hospitales Santa Rosita y Mario Mendoza, muchas veces sufren las consecuencias de la falta de medicamentos y de atención debido a los paros laborales que por distintos motivos se dan en esos centros.

Recientemente, se registró el último paro que duró un mes completo, en el que los pacientes sufrieron las consecuencias y muchos clamaban la entrega de medicamentos porque, a falta de estos las voces perversas regresan a torturarlos.

La necesidad de atención y entrega de medicamentos se evidenció desde el primer momento que se retomaron las consultas, se observaron enormes filas de pacientes.

Sufrimiento y estigma

El sufrimiento, no solo lo padecen los pacientes, sino que también sus familiares que viven a diario con temor de que sus hijos, hermanos, esposos o esposas, tengan una crisis y puedan lastimarse a sí mismos o incluso lastimar a otros deben vigilarlos de forma constante, ya que por lo general no son independientes.

Los enfermos psiquiátricos en muchos casos son dependientes económica y emocionalmente de su familia y los tratamientos y medicamentos si no es en el sistema público son completamente inaccesibles para la mayoría de la población hondureña, porque son costosos.

El prolongado calvario

Don Eusebio Zúñiga, tiene un hijo diagnosticado con esquizofrenia, y relato a Proceso Digital que han sido 18 años de sufrimiento porque él paciente hay llegado al extremo de lastimarse severamente, y una de las peores consecuencias es que de tanto lastimarse la cabeza perdió la vista, y cuando tiene crisis es muy difícil para él y su esposa controlarlo.

Manifestó que cuando no encuentran medicamentos en el hospital la situación es crítica, porque solo medicado puede estar tranquilo y viajan desde Olancho con muchas dificultades económicas.

La señora Artiaga, madre de Yimmy, un joven de 29 años con demencia dijo “se sufre demasiado cuando se tiene pacientes con condiciones psiquiátricas, en su casó él es agresivo y tiene crisis muy fuertes; lo peor que he pasado es que una vez se me perdió durante tres meses, yo ya no tenía vida, pero por misericordia de Dios, apareció”. Los medicamentos son indispensables y si no se los dan en el hospital no los puede comprar, porque “milagrosamente” hace para comer.

El familiar sufre de estrés y puede debutar con una enfermedad mental

El psiquiatra Josué Cáceres, expuso que la familia de los pacientes con enfermedades de salud mental vive con estigma, y es una labor desgastante y agotadora, viven con estrés y en determinado momento pueden también debutar con una enfermedad mental.

Para ello se deben crear espacios lúdicos y de psicoeducación para que los familiares puedan sentirse apoyados y empoderados de la situación.

psiquiatra Josué Cáceres

El especialista también reconoció como un factor importante para aminorar el estrés de los familiares que se mejoren los servicios de salud mental y el abastecimiento de medicamentos.

Pacientes agudos y crónicos

Los diagnosticados con enfermedad mental están en unidades de crónicos y agudos en el Santa Rosita, los agudos tienen una estancia entre una semana a un mes en promedio, mientras más de 100 pacientes crónicos viven asilados en ese centro, ya sea porque han sido abandonados por sus familiares, porque enfrentan procesos judiciales o porque son pacientes que han sido rescatados por estar en condición de calle.

Asimismo, estos centros hospitalarios cuentan con consulta externa donde cada día se reciben entre 80 pacientes en el Santa Rosita y más de 200 en el Mario Mendoza; y el número aumenta cada día, por estresantes como los factores socioeconómicos, que se han agudizado con la pandemia por COVID-19.

Por ello es urgente poner atención inmediata a la gran deuda social que tiene el país en el cuidado de la salud mental, renglón en el que ni siquiera se invierte el uno por ciento del presupuesto destinado a Salud.

El llamado para las autoridades y la sociedad en general es actuar ahora, para atenuar la inminente pandemia por problemas de salud mental y que no solo quede lamentar. LB

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