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Los “IDUS” de junio

Por: Julio Raudales

Vivimos días aciagos, sin duda, como nunca en la historia.

A la suma de virus mutantes y asesinos, vientos oscuros y dantescos que se siembran en los pulmones y entorpecen la respiración; que asolan, enferman y matan a la gente, debemos agregar el vergonzoso espectáculo al que los politicos tienen sometida a la población que, enclaustrada y turbada por la incertidumbre, no tiene mas remedio que ver y aplaudir o denostar, según lo indique la tendencia política a la que suscriban, sus desmedros y arrebatos.

Los romanos, forjadores de la civilización que encarna como ninguna otra el espíritu de nuestra cutura, le llamaban “idus” a las fechas del calendario que, según la creencia popular, podían traer la merced o la desgracia de los dioses. Los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, así como los 13 de cada mes restante en el calendario, todo Roma: patricios, plebeyos y esclavos, festejaban a su deidad favorita en espera de que su divina providencia les librase de la peste y que, además, trajese la abundancia y felicidad.

Pero para los hondureños, pareciera que junio es portador de terribles desgracias y que su segunda quincena sobre todo, está marcada por hecatombes que a lo largo de los ´últimos 10 lustros, se repiten y redoblan para generar los abismos que nos alejan del camino a la prosperidad y cohesión que tanto merecen sus habitantes.

Fue un 25 de junio hace ya 45 años, cuando un grupo de dirigentes campesinos y religiosos fuera masacrado y hundido en un pozo malacate, por el pecado de reinvnidicar una, ya para entonces fallida lucha por el derecho a la tierra. Un crimen de doloroso recuerdo, pero sobre todo, un terrible precedente de injusticia social, del cual aun no hemos sido redimidos.

Y cómo pasar por alto el aciago 28 del mismo mes, pero hace once años, en que los hondureños fuimos literalmente despertados por la imagen del presidente sacado en camiseta y llevado por la fuerza de las armas al patio de la única democracia referencial de nuestras tierras centroamericanas, convirtiendonos en oprobiosos parias del mundo entero.

Para colmo, el 24 del mes de los estudiantes hondureños del año pasado, el campus de nuestra Universidad Nacional fue hollado por turbas militares que, sin justificación ni asidero legal, hirieron el cuerpo y la consciencia de estudiantes y ciudadanía, mostrándonos el grado de abandono en el que tienen a nuestro país, las élites que pretenden dirigir nuestras vidas.

Ninguna lucha, ni los reclamos y el gemir de una ciudadanía que se hunde en la desolación, provoca una reacción que nos permita tener una esperanza; junio 2020 nos coge en el paroxismo de la frustración y el desorden en el manejo de la crisis, de la miseria y la desesperaza. Y cómo si esto no bastara, los políticos que nunca ponen límite a su estulticia, nos regalan otro conato de bronca.

¿Por qué tenemos que echar a andar en plena crisis sanitaria, un código penal cuyos mejores aportes a la sociedad pueden lograrse con simples reformas que sean coherentes con los compromisos internacionales que el estado hondureño ha contraído? Me refiero por ejemplo, a la despenalización de los delitos contra el honor y otros. Ya habrá tiempo para discutir elementos mas eficaces que mejoren el acceso a la justicia en el país.

Pero da la impresión de que a alguien le interesa que el circo continúe y se perfeccione en su afán sedante y distractivo, o lo que es peor, que la impunidad se legalice y campee en un estado que es cada vez mas incapáz de dar paz a su gente.

Lo acontecido esta semana parece confirmar la tesis aparentemente peregrina del “idus” de junio, pero al reves; un idus portador de desgracias y aprensiones. 

Un Congreso Nacional con su oposición por fin unida y dispuesta a dar la batalla; la autoridad legislativa arrinconada y dispuesta a destruir lo que sea para mantener sus, hasta ahora mal ganadas prebendas; un ejecutivo de bruces y aplastado por la corrupción y el descrédito… ¿Qué nos espera?

Todavía estamos a tiempo de revertir los terribles augurios que marcan el horizonte, pero se requiere valor y buena actitud. Ojalá y se de el milagro porque la pobación no aguanta mas y no merece mas de lo que hasta hoy le han dado.  

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