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Los Cachiros, así penetraron el Estado

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Tegucigalpa – Del negocio del abigeato y la venta de marihuana, el cartel de Los Cachiros construyó a lo largo de dos décadas en Honduras una estrategia de penetración del Estado, similar a la utilizada por el mexicano Cartel de Sinaloa, del Chapo Guzmán, de quien fueron socios estratégicos, y aprendieron lo que anhela todo grupo criminal que opera en la sombra: penetrar las elites y el Estado de la mano de políticos y policías.

Así lo devela el testimonio del cachiro Devis Leonel Rivera Maradiaga, en una aproximación de lo que puede ser una de las sacudidas políticas más grandes de la historia moderna de Honduras.

Devis Leonel Rivera Maradiaga, considerado el más violento de los Cachiros, no tuvo tapujos para declarar ante un tribunal estadounidense su participación en la planificación de la muerte de 78 personas y el intento en contra de otras 15 personas, entre ellas el extinto zar antidroga, el general Julián Arístides González.

Fabio Lobo PDRivera Maradiaga confesó -en el juicio contra Fabio Lobo, hijo del ex presidente Lobo Sosa- en calidad de testigo del gobierno de Estados Unidos, que el imperio de su cartel fue construido con la complicidad de políticos y policías. Pero sus tentáculos también se extendieron a otras redes dentro de la cadena de impartir justicia y de legislar también.

El imperio del Cartel de los Cachiros, construido hace dos décadas cuando iniciaron en el negocio del abigeato y la venta de marihuana, fue creciendo de a poco, eliminando a todo aquél que les estorbara como Jorge Aníbal Echeverría Ramos, alias “Coque”, luego de conocer con éste y otros mafiosos como operaba el negocio de la droga.

Su estrategia de expansión tuvo entre sus principales aliados al extinto líder político, diputado y ex gobernador, Juan Gómez, un hombre de estatura baja y de buena labia, colaborador de los militares en la década del setenta y los ochenta, hasta convertirse en un eficiente enlace entre el cartel de Los Cachiros y prominentes líderes de la clase política hondureña, en especial con los de la zona norte, donde estaba el corazón del cartel.

Juan Gomez1Sus coqueteos políticos

Y fue precisamente Juan Gómez –asesinado en Tocoa antes de que los hermanos Javier y Leonel Rivera Maradiaga se entregaran a los Estados Unidos- quien conectó al Cartel de Los Cachiros con el poder político del país de la mano de Fabio Lobo, el hijo del ex presidente Lobo Sosa.

Pero antes, los Cachiros ya habían hecho acercamientos en la política, indistintamente de los partidos. Su estrategia de “consolidación territorial” inició creando base solidaria y granjeando simpatías. Así se proyectaban en los pueblos con obras sociales supliendo la orfandad en que el Estado ha dejado muchas de esas zonas de la mano de Dios en pleno siglo XXI.

Isidro Rivera Maradiaga -el padre de Los Cachiros era un devoto del patrón San Isidro Labrador, que quita el agua y pone el sol. Los lugareños de Tocoa aseguran que don Isidro nunca faltó a las festividades del santo ni a la misa los domingos.

En las ferias del pueblo tocoense, conocida en ese entonces como la “pequeña Colombia” por su empuje y prosperidad, los Cachiros se encargaban de amenizarlas con bandas musicales mexicanas, algunas de ellas inclinadas a la música de narcocorridos. Cuando ellos se entregaron, “las ferias del pueblo perdieron sabor”, comentaron los lugareños.

El sacerdote jesuita Ismael Moreno, escribió un relato sobre el imperio de Los Cachiros, el surgimiento y desarrollo hasta su caída en lo que llamó el imperio que duró más tiempo en Honduras, partiendo de la lógica que el florecimiento del narco no pasa de cinco años. Pero Los Cachiros duraron más y tejieron fino en sus estrategias.

Conectados con carteles colombianos y mexicanos, en especial con el Cartel de Sinaloa de Joaquín “El Chapo” Guzmán -preso ahora en Estados Unidos- los Cachiros se volvieron en los interlocutores indiscutibles en el transporte de droga y armas en Honduras.

juicio cachrpCuatro dimensiones en la estrategia

De la declaración de Devis Leonel Rivera Maradiaga ante el tribunal de Estados Unidos, se colige cómo sus nexos con políticos de altos quilates y policías -oficiales, cúpula y base- les permitió trazar las rutas de la droga por donde circularía, asegurando con el soborno la custodia de la misma.

Dentro de las fuerzas del orden, sus nexos no solo fueron con policías. En los relatos que faltan por conocer, los expertos antidrogas afirman que saldrán a relucir, jueces y otros integrantes de la cadena de justicia.

La estrategia cachiro para penetrar el Estado puede verse en al menos cuatro dimensiones: la primera a nivel de la base social sustituyendo al Estado al llevar obras y alegría a los pueblos de interés para el control de sus negocios; la segunda incursionando en la economía y las finanzas creando empresas que contrataban con el Estado y así el dinero sucio se convertía en dinero limpio. La tercera, sus ligues con las autoridades, policías y militares, últimos que no empiezan a salir, pero todo indica es cuestión de tiempo. La cuarta, fue la penetración de las elites políticas.

Por ahí anduvo más o menos la estrategia de Los Cachiros para poder corromper al Estado. El relato de Devis Leonel Rivera Maradiaga es apenas una aproximación al fenómeno, es apenas una parte de lo mucho que seguro ha dicho a las autoridades desde que se volvió colaborador de la DEA y filmó y grabó todas sus negociaciones.

fotISFalta conocer los relatos de Javier Rivera Maradiaga, el empresario agricultor que habría llegado a la casa presidencial con unos banqueros de Malasia en esa ronda de negocios que muchos empresarios del campo y de las ciudades proponen o auscultan a los gobernantes, según lo dejó entrever recientemente el ex presidente Lobo Sosa, al circular una foto en la que aparece con uno de los Cachiros.

En su estrategia, Los Cachiros han sido, después de Ramón Matta, los que más lejos han llegado en cuanto a sus relaciones con el poder económico y político. Desde la ruralidad donde operaban lograron incursionar en las elites y hubieran seguido en sus negocios de lavado, comercialización, soborno, muerte y destrucción si el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no los declara en el 2013 “sujetos de interés” al ingresarlos en la lista negra de narcotraficantes enemigos de Washington.

Esa designación les dijo que su imperio estaba a punto de acabar, lo entendieron y optaron por ser informantes de la DEA para filmar y grabar cuanta autoridad y político les fuera posible hasta ponerle una trampa al hijo de un ex presidente que aun sabiendo que Devis Leonel Rivera Maradiaga estaba preso, no dudo en cobrarle un dinero inconcluso por un movimiento de droga aún no cancelado.

Devis, el cachiro, no dudó en armar su estrategia de “pesca” y “caída” de Fabio Lobo, le tendió una trampa y hoy el país conoce parte de una historia y que espera otra que no asoma todavía. Así de astuto fue Devis y así de ingenuo el hijo de Lobo.

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