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Las carreras del futuro

José S. Azcona

La inversión en educación especializada que hace una sociedad puede tener resultados diversos de acuerdo con las circunstancias actuales y futuras de la demanda de estas especialidades. El recurso invertido en carreras de poca demanda, además de la frustración y daño a la estima y capacidad de generar ingresos a quien las estudia, es un uso ineficiente de escasos recursos de la sociedad.

Conversamente, la inversión en carreras con futuro tiene un efecto multiplicador de beneficio, tanto para la sociedad como para los individuos. Generar posibilidades de estudiar una carrera con futuro resulta en mejores oportunidades de empleo e ingresos para quien estudia, un beneficio de crecimiento económico y de servicio a la sociedad, y un aumento en la capacidad de generar más capacidades en este rubro creciente.

Para determinar cuáles son estas carreras, hay que definir dónde están las demandas insatisfechas en la actualidad (a nivel local, nacional o global) y esperadas en el futuro. El mercado laboral es cambiante y global, por lo que no debemos cerrarnos a la idea de preparar a las personas jóvenes para poder optar por posiciones en el mercado internacional. Afortunadamente, en economías más desarrolladas existen métricas que ayudan a predecir tendencias de lo que irá requiriendo el mercado.

Otro elemento que influye es la profesionalización de perfiles requeridos para diferentes empleos. Hemos visto como a lo largo del tiempo han ido en ascenso los requerimientos educativos para diferentes posiciones, y que esto se ha manifestado de forma irregular en diferentes profesiones. Generalmente se pasa de un nivel empírico sin educación a una carrera media general, luego a una educación especializada media, y luego a una profesional o técnica superior. Las que van más retrasadas en este proceso generalmente tendrán más posibilidad de crecer.

Para lograr atender esta oportunidad (ligada a un desafío) es necesario que exista un debate público, un nivel de liderazgo de las instituciones educativas superiores públicas y privadas y participación de los empleadores. Es incómodo y puede afectar el interés de algunos, porque redirigir recursos implica que algunas carreras o programas serán modificados o clausurados. Pero el costo de perpetuar aprendizaje obsolescente se continuará pagando de forma creciente a futuro. Enfatizo la necesidad de la participación de las instituciones públicas, que son las que mayor efecto pueden tener por su volumen, capacidad de inclusión y cobertura. Una manera de evitar su declive relativo es tomar el liderazgo en estas áreas.

Igualmente ocurre con los sesgos de los empleadores en creer que las posiciones se encuentran amarradas a un nivel educativo específico. Cada posición laboral, desde la más humilde y sencilla, se puede ir tecnificando para requerir personal de mayor nivel educativo. Se deben buscar para las vacantes, o hacer conocidas, las aspiraciones que se tiene de la formación necesaria. Mejor aún, se debe hacer público y compartido con las instituciones educativas y las personas jóvenes.

Buscar desarrollar la forma de atender necesidades en estas áreas no debe ser a expensas de la educación básica en el lenguaje y las matemáticas. Es la base de cualquier innovación reforzar estas áreas, ya que son la base del conocimiento. La ventaja que tiene Honduras en este tema, a diferencia de otros países con mayor desarrollo y madurez de instituciones de formación, es que se trata más de dirigir esfuerzos nuevos que de canalizar los existentes. Este es el fenómeno de “salto” tecnológico o educativo que permite pasar a las formas más avanzadas de enseñanza o conocimiento obviando las intermedias. Adicionalmente, las tecnologías de comunicaciones y datos reducen las barreras de tener acceso a los mejores recursos de aprendizaje que hay en el mundo en comparación al pasado. El futuro llega todos los días, y en lugar de estar a la merced de los acontecimientos, preparémonos para enfrentarlo y conquistarlo.

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