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La tormenta perfecta

Por: Julio Raudales

De poco sirve buscar y encontrar culpables si la indignación no ve su fuerza cristalizada en una acción transformadora.

Las cosas en el país no dejan de ir al revés y sin un revulsivo surgido de las entrañas de quienes más están sufriendo ahora, es probable que la situación empeore tanto, que haga que hasta los dueños de los bancos terminen tomando sus maletas y marchándose.

La tormenta perfecta sigue su curso inexorable y todos nos preguntamos ¿Cuál es la solución? Antes de hablar de remedios, es importante pensar con seriedad qué ha pasado porque, sin un diagnóstico correcto, no hay soluciones acertadas.

Luego de escrutar con atención los estudios elaborados con más rigurosidad, ¡que si los hay!, se puede llegar a conclusiones que pueden arrojar luz sobre la problemática.

FOSDEH, por ejemplo, nos ha mostrado un escenario muy ligado al desorden y la falta de planificación, provocado con miras a obtener ganancias de la corrupción y el despilfarro. En un reciente documento, el equipo de Mauricio Díaz Burdeth señala con claridad cómo la voluntad política ha funcionado, a lo largo de los años, a despecho de los discursos y enunciados de la propaganda oficial.

El Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD), un equipo de análisis crítico, integrado por académicos e investigadores independientes, continuamente señala a la sociedad los puntos álgidos en los que los encargados de ejecutar políticas públicas continúan fallando, sin entender que tienen el peso de la historia en su contra. La experiencia señala que los errores de las élites terminan revirtiéndose para su mal.

Y así sucesivamente, fundaciones como la Ebert, Adenauer o la Nauman, la UNAH, la CEPAL, Etc, nos señalan claramente que los problemas fundamentales de nuestro país, están muy ligados a la captura que, desde la trinchera pública, ciertos grupos ligados al capital, la política o el crimen organizado, han entrelazado para sostener un interés coyuntural, sin importar que esto implique el hundimiento de millones en el cepo de la miseria y la desesperanza.

Quiero señalar al menos tres fenómenos constituyen los ingredientes de la tormenta con la que las calendas de enero nos han recibido en este 2020. Creo que vale la pena señalarlas para luego comenzar a buscar con inteligencia una solución integral a esta Hidra de Lerna que nos amenaza:

Lo primero es la amenaza climática. Todo parece indicar que la producción agrícola, las exportaciones y la seguridad alimentaria se verán seriamente afectadas por la sequía durante todo el año. Repetición de lo sucedido en 2019. 

Si se corrobora el riesgo que corremos por la falta de prevención, está claro que las proyecciones de crecimiento que el Banco Central anunció el año anterior para 2020, deberán ser revisadas a la baja, pero lo que es peor, el hambre y la falta de oportunidades en el campo, provocarán sin duda que se profundice el subempleo, la desocupación y la migración hacia las ciudades y también a Norteamérica.

Lo segundo es el incremento en la percepción de corrupción e impunidad que el país mantiene desde hace ya muchas décadas. Ya el informe de Transparencia Internacional recientemente publicado, reveló como nuestro país marcha en caída libre en la lucha contra esta terrible anomalía.

Este fenómeno que socava de manera rampante las finanzas públicas, pero, sobre todo, la moral de la ciudadanía, parece haber llegado a su punto culminante, con la brusca salida de la MACCIH del país. Creo que más allá de los éxitos o retos que el proceso pudiese tener, la pésima señal que se está dando al interrumpir el convenio firmado hace cuatro años, solo puede llevarnos al deterioro de la imagen país y al descalabro institucional que tan poquito hemos cuidado.

Lo tercero es la desidia que las autoridades muestran de forma continua y creciente, para realizar los cambios que nuestro modelo democrático requiere. Luego de la crisis provocada por el dudoso proceso electoral llevado a cabo en noviembre de 2017, de unos acuerdos sostenidos por el sector oficial que muestra poco compromiso en cumplir y el reclamo de una ciudadanía que urge la transparencia del proceso, las cosas parecen no haber cambiado y todo indica que cerraremos el ciclo político sin dar señales de voluntad para amainar la crisis que se avecina.

Estos tres elementos, sin desmedro de que haya otros, constituyen los ingredientes que traerán al país la tormenta perfecta. Quisiera decir que todavía es tiempo de revertirla, pera las nubes continúan siendo demasiado oscuras.              

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