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La ruta sustentable de productos de consumo pasa por el desarrollo de enzimas

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Cincinnati (EE.UU.) – El Centro de Innovación de Textiles y Cuidado del Hogar de Procter & Gamble en Cincinnati, una de las instalaciones de investigación comercial más antiguas del mundo, dedica tiempo y esfuerzos al estudio de las enzimas, piezas clave en el desarrollo de productos sustentables.

Entre sus casi 1.000 trabajadores en Cincinnati hay científicos dedicados a dar con innovaciones afines a las nuevas tendencias del mercado, muchos de ellos llegados desde los otros centros de innovación y desarrollo que la multinacional posee en el planeta.

Son diversos los procesos que los cerca de 7.500 científicos e investigadores realizan en estos centros, pero uno importante es la identificación de enzimas, que los especialistas creen serán actores vitales en el desarrollo de productos sustentables y respetuosos con el medioambiente.

El mexicano Fabrizio Meli, gerente en Investigación y Desarrollo de Detergentes para Ropa de P&G, como se conoce a la multinacional fundada en 1837 por William Procter y James Gamble, explica que en el caso de los detergentes la ruta sustentable pasa por continuar desarrollando enzimas, que se encuentran en las células de organismos vivos y permiten procesos de producción sostenibles y biodegradables que minimizan los efectos del cambio climático.

Un tipo de enzima que degrada las proteínas, las proteasas, es importante para la realización de las funciones biológicas naturales en los seres humanos.

Usadas en la ciencia han ayudado a avanzar en áreas que van desde la medicina y la energía alternativa hasta el lavado de la ropa.

Las versiones más recientes del detergente Tide, el más vendido en Estados Unidos, contienen esas enzimas cuya finalidad es acelerar ciertas reacciones bioquímicas y que permiten que el detergente «trabaje» por igual en agua fría o caliente, con el consiguiente ahorro de energía y dinero.

«Las condiciones de lavado van a continuar siendo cada vez más ecológicas, tal vez menos agua, menos temperatura, menos tiempo», dijo a Efe Meli.

El científico, que se especializa en la fase inicial de la producción de nuevas enzimas, explica que para que el producto final llegue al consumidor, el proceso puede tomar varios años y requiere la participación de unas 825 personas, desde biólogos, químicos e ingenieros hasta psicólogos especializados en el consumidor.

Con apoyo de tecnología robótica, en el centro de Cincinnati se analizan millones de posibilidades de enzimas en una suerte de miles de «microlavadoras» con décimas de mililitros de solución que trabajan hasta dar con la que mejor desempeño tiene.

En el plano real este proceso «llevaría miles de lavadoras, cien piscinas olímpicas de cantidad de agua», dice Meli.

A esa labor se suma la unidad de Ciencias Analíticas de la compañía en donde se estudian a nivel microscópico los procesos de lavado en las telas y los efectos de las enzimas.

Amanda Pessler, quien trabaja como científica de Microscopía y Laboratorio de Imágenes en dicha unidad, señaló que la compañía cuenta con cerca de 4.500 equipos de laboratorio para la unidad de Ciencias Analíticas, cuyo valor asciende a aproximadamente 100 millones de dólares.

La innovación está en el centro de la estrategia de las grandes corporaciones internacionales, como es el caso de P&G, que tiene presencia en más de 70 países y un abanico de más de 65 marcas, las cuales el año fiscal 2016 hicieron 65.300 millones de dólares en ventas.

Especializado en productos de limpieza, higiene y cuidado personal, el mayor fabricante de productos de consumo del planeta inició su andadura con la comercialización de velas y jabones y en sus primeros 20 años de existencia ya había logrado su primer millón de dólares.

Según señaló a Efe Greg McCoy, uno de los curadores de los Archivos Históricos de P&G, la aparición de Tide en el mercado, en 1946, supuso una transformación para la corporación, que invirtió las ganancias totales de un año en nuevas fábricas y en implantar nuevos procesos de producción.

Tres años después, en 1949, el detergente ya se distribuía a nivel nacional y luego, en 1968, la introducción de las enzimas en la tecnología de Tide posicionó a la marca como líder en el mercado.

«Para el consumidor, es confianza de resultados en el lavado y la manera que hemos logrado eso es teniendo las mejores tecnologías», aseveró Meli. 

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