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La reubicación del Estadio Nacional de Tegucigalpa, una urgente decisión urbanística

Por: Ernesto Gálvez

Tegucigalpa.- En la prensa nacional ha circulado cierta información respecto a la remodelación del vetusto Estadio Nacional de Tegucigalpa.

Nada peor que esto le puede ocurrir a la ciudad capital de Honduras. ¿Por qué?. Uno, su localización. Está exactamente en el centro de la ciudad, donde confluyen todas las rutas urbanas, pero no existe capacidad de estacionamientos. Dos, su aforo o capacidad de recibir aficionados colapsaron desde que Tegucigalpa pasó de medio millón de habitantes. Tres, Indistintamente de quién o quiénes sean los dueños de ese inmueble, queda patente su manifiesta incapacidad y falta de visión estratégica, incluyendo en este grupo a las autoridades municipales y el propio gobierno central. Simplemente, comparémonos con San Pedro Sula que, teniendo medio millón menos de habitantes, tienes tres estadios; el más grande, ubicado correctamente, es decir, con amplios espacios para estacionamiento y manejo de altas concentraciones de personas.

Permítanme algunas sugerencias acerca de este tema. Desde mediados del año pasado, un grupo de organizaciones y ciudadanos ligados a la cultura, elaboramos para ser entregado al gobierno, un documento contentivo de una veintena de ideas y proyectos en la perspectiva de conmemorar el BICENTANARIO DE LA INDEPENDENCIA, que se cumple en 2021. Uno de los proyectos de infraestructura más importantes es la construcción del PALACIO DE LAS ARTES Y EL DEPORTE que constituiría la obra física cumbre de esta celebración que se podría construir en el área de la Fuerza Aérea en las inmediaciones de Toncontín, el que dejará de ser aeropuerto internacional el 2020. Dicho Palacio debería consistir en un estadio con una capacidad de 80 mil espectadores, a la par de grandes salones para espectáculos para orquestas sinfónicas, teatro, danza moderna, clásica y garífuna, salones para exposiciones de pintura, competencias de ajedrez, cine, etc, con grandes zonas de estacionamiento.

El diseño debería tener los criterios de un gran Centro de Convenciones, instalaciones que también San Pedro Sula nos lleva la delantera y, todo ello patrocinado por la empresa privada, la que en Tegucigalpa, pareciera que no han superado la etapa de la pulpería. Y todavía muchos capitalinos no aceptan un aeropuerto con estándares internacionales como el que se está construyendo en Palmerola, el que tendrá el privilegio de hacer olvidar los aplausos de los aturdidos y nerviosos pasajeros que nos ha tocado hacerlo y que sólo  nos hace falta elevar a la categoría de héroe, a cada piloto que “toncontiniza” en esta ciudad, reflejo de las honduras que nos coloca en las profundidades del atraso y que muchas veces lo he escrito, y lo sigo haciendo, para que le cambiemos el nombre, al igual que la estrofa del Himno Nacional que diariamente la cumplimos al pie de la letra pues, efectivamente, “serán (son) muchos Honduras tus muertos”.

Pero volvamos al viejo estadio. Al ser demolido y sumándole el espacio del estadio Lempira Reina y del campo Birichiche, se dispondría de una amplia zona para construir una regia Central de Transporte Urbano, que distribuya buses, taxis y el Transmetro, el que debería abrir dos rutas: hacia Loarque y hacia Belén, para que ese BTR cumpla su cometido: disminuir el congestionamiento vehicular y modernizar el transporte. Tendría muchos negocios, como en la terminal de San Pedro Sula. A la vez, de allí podría instalar una estación de un teleférico hacia El Picacho, el paseo favorito de los capitalinos y que sería un gran atractivo turístico de la capital. Además, la cercanía con el Centro Histórico abonaría a esta idea de la Central de Transporte Urbano de Tegucigalpa.

El Palacio de las Artes y los Deportes es una obra cultural necesaria, si en realidad queremos seguir creyendo en la ciudad capital de Honduras, algo así como lo que significa el Palacio de los Deportes para la Universidad Nacional Autónoma.

En mis análisis sociológicos de planificación y ordenamiento territorial siempre fui de la idea que el gobierno nacional tomase la decisión de seleccionar un sitio al oeste del Valle de Comayagua para establecer paulatinamente en un período de unos 15 años, el Centro Cívico Gubernamental y construir un tren de pasajeros, a fin de que los empleados pudiesen trasladarse en 30 minutos a su trabajo, viviendo en Tegucigalpa. La Construcción del aeropuerto de Palmerola calzaba con esa idea. Pero, luego que el gobierno decidiera la edificación del CCG a la par de hotel Marriot y la alcaldía invirtiese en el transmetro, mis utopías perdieron utilidad. Excepto como ejercicio académico e intelectual.

Pero en lo que sí quiero ser intransigente es en la obligación como hondureños de conmemorar el Bicentenario de la Independencia, nada más ni nada menos porque en esta tierra que Dios nos dio, nacieron dos de las grandes figuras de la historia de la independencia y de la República Federal de Centroamérica, como lo fueron el redactor del Acta de Independencia y primer Ministro de Relaciones Exteriores de México Don José Cecilio del Valle, lo mismo que el paladín de la Unión Centroamericana Francisco Morazán, motivos más que suficientes para cantarlo y contarlo a viva voz, al mundo entero.

Hay muchas ideas en el ambiente cultural del país. Sólo falta que nos desprendamos de esta barata y violenta  politiquería pueblerina en que nos hemos enfrascado, dejando de lado las verdaderas rutas de la transformación económica, política y cultural del país, esta tierra que merece la tratemos como verdaderos hijos, no como bastardos hijastros, voceros de la destrucción, el egoísmo, la mala crianza, promotores del aniquilamiento de los principios y valores que nos legaron Cabañas, Herrera, el Padre Reyes y, por supuesto el más grande intelectual centroamericano del siglo XIX José Cecilo del Valle y el más grande estadista de ese mismo siglo, Francisco Morazán.

Mayo, 2019. Egalvez7@yahoo.es

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