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La necesidad de peatonizar espacios públicos

Por: Mario E. Martín

Tegucigalpa.- El propósito de estas notas no es despotricar contra lo que vivimos sin mantener en perspectiva lo que se sí se puede hacer.  Insistimos en ser viables, no compararnos con lo ideal, sino crear conciencia sobre lo que necesitamos y podemos lograr como país y sociedad.

Estamos insistiendo en la necesidad de reconocer que, en el modelo económico que estamos siguiendo, el valor predial tiende a crecer y su apropiación es de interés de todos, para ponerlo en pocas palabras.  Pero esta vez queremos ampliar y explicar que peatonizar es una necesidad social y además genera plusvalor y por lo tanto significa ganancia para el dueño de la tierra, tema que queremos debatir (permanente intención de esta columna).  La motivación es sencilla: queremos influenciar en el desarrollo integral de nuestra ciudad y por extensión en nuestro ambiente urbano, el que influenciará la calidad de nuestras vidas de ahora en adelante.

Reconocemos que se está avanzando, creando parques por iniciativa presidencial, con apoyo de algunas empresas con responsabilidad social. Pretendemos en estas notas ampliar la visión, sobre el mismo principio que el bienestar de nuestra gente depende mucho de cómo usamos el espacio en nuestras comunidades, cuya administración la confiamos al gobierno local, a veces reemplazado por el central. Queremos pasar de crear espacios de recreo a poner en valor el derecho peatonal, el de la mayoría urbana, que no tiene carro, que invierte horas en trasladarse al trabajo o a atender sus necesidades, o a cumplir con los crecientes trámites. Y que es el marginado e irrespetado en su propio espacio.

Ya en columna anterior juzgamos a Tegucigalpa una ciudad sin aceras, en resumen, hacemos vías para los vehículos, pero descuidamos a la mayoría, los peatones.  Una población flotante de cerca de medio millón de seres humanos que circula en el centro de la ciudad, avasallada por un cuarto de millón de vehículos y motocicletas que circulan con impunidad en las estrechas calles. Queremos actualizar e insistir en la necesidad de atender las necesidades de la circulación a pié en nuestro congestionado ambiente urbano.

Definamos el principio básico que el grado de desarrollo y de calidad de vida en todo el mundo, se mide por el respeto a la persona humana, intrínseco derecho humano, y por la calidad ambiental.  Es notable la importancia mediática que estamos viviendo mundialmente por los eventos sociales y de la población movilizada en Barcelona, en Londres, en el DF de México, protagonizado por los ciudadanos peatones.  La relación, aunque sutil, es obvia, ¿o no?

Primero, el ambiente urbano es de todos y es el contexto desde ahora permanente para los hondureños.  Desde hace unos 5 años la población hondureña vive en ciudades, no en el campo.  El contexto urbano, barrial, o periurbano (invadido o potrerizado más que urbanizado en nuestro argón) acoge a la mayoría de nuestros 9 millones de habitantes.  Como tal, la ciudadanía debe vivirlo, sentirlo propio, y regular su uso y aprovechamiento.  El carácter de una ciudad, de una comunidad se distingue por cómo se maneja su ambiente.

Segundo, la negligencia del derecho peatonal, o del espacio público, es evidente.  Hemos planeado todo un inicio del sistema de transporte masivo, que llamamos TRANS450, hemos mejorado la fluidez de la circulación vial, pero no hemos hecho ninguna previsión del movimiento peatonal que es la base del sistema de movilización pública.  Una visita a las estaciones ya construidas, con sus múltiples obstáculos para el peatón, basta para alarmar a cualquier ciudadano, y el político local a elegir o reelegir. La campaña política exige compromiso con el principio de peatonizar, de humanizar nuestra ciudad, no solo construir obra física.

Estas consideraciones quedarían más evidentes si se pudieran ilustrar. Lamentablemente el medio no lo permite. Pero se puede hacer referencia a casos concretos: la conversión del espacio originalmente caminable en calles ahora elevadas alrededor de El Prado y La Granja, el riesgo para las personas que tienen que cruzar el boulevard Centroamérica y las calles que rodean en nuevo Centro Cívico Gubernamental, uno de los espacios volviéndose más congestionados en toda el área metropolitana. Todos esos espacios, conceptualmente públicos, concebidos para circular pero con escala humana más que vehicular, pueden todavía rescatarse.

¿Cómo? Tareas a emprender por las autoridades, locales más que centrales, a un costo que vale la pena porque los casos abundan y la pérdida social es enorme especialmente en áreas verdes y otras públicas mal ocupadas: 1) delimitar lo público de lo privado, o invadido. Eso requiere revisar escrituras, catastros y hasta tracto sucesorio, y armarse de valor para recuperar o negociar en favor de la ciudadanía. (Ver ejemplo del helipuerto en la intersección frente al Hospital Escuela). 2) Rediseñar las vías, buscando reducir el espacio para los carros, maximizar el peatonal y explorar lotes baldíos para estacionamientos, que implica la decisión moral de privilegiar el humano sobre el vehículo, o su conductor. 3) Eliminar barreras al peatón, que requiere marcar, proteger e integrar áreas verdes y peatonales por medio de diseño y detalles de sitio y corredores. 4) Supervisar el proceso por medio de contratos tercerizados a consultores bien calificados para evitar arreglos con funcionarios o partícipes de acciones dolosas previas. 4) Educar, cívicamente, al privilegiado y transgresor principal, el taxista, el motociclista y al busero, campaña iniciada pero falta de cumplimiento, y todavía llena de impunidad. Comentarios a: mario@plusvalor.hn

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